EL ARTE DE FORMULAR
Un perfume, una obra maestra.
Crecí en el París de los años 70 y 80. En ese momento, la cultura del perfume se encontraba en su punto más álgido. Para mí representaba la promesa del lujo, el descubrimiento de una mitología alimentada por los grandes talentos de la publicidad de entonces. Estaba fascinado por el cristal y las líneas de los frascos. Al final, se entreabrió la puerta que me llevaría a mi vida de diseñador; algo que sin duda noté instintivamente». Con estas palabras, Hedi Slimane, director creativo de Celine, relata hasta qué punto el mundo de los aromas ha estado presente en su imaginario. Nace así La Collection de Parfums Celine, un despliegue de elegancia atemporal y savoir faire de los códigos de estilo que maneja Slimane en cada una de sus creaciones.
«Se trataba de mostrar todos los aspectos de mi personalidad y de elaborar una colección contrastada y variada. Conseguí un equilibrio con once jugos, una colección muy lujosa como una declaración de intenciones, de principios. Por último, esa noción casi pasada de moda de haute parfumerie sin duda constituye una vuelta a esa tradición que me ha gustado siempre, la quintaesencia del gusto francés. Lo mismo que la alta costura representa para el mundo de la moda, creaciones olfativas de la máxima calidad», continúa Slimane. ¿Sus ingredientes? Como no podía ser de otra forma, la excelencia entre las materias primas utilizadas es el denominador común, con un predominio de las notas empolvadas que tan afines son al couturier. Iris, rosa, mousse de árbol, musk, neroli, petit grain, bergamota, vetiver y acordes chipre, de cueros o de maderas conforman un conjunto muy singular que no distingue entre el género femenino y el masculino y que puede llevarse tanto de día como de noche. Y para redondear este proyecto que acaba de ver la luz, Hedi Slimane eligió cuidadosamente cada uno de los once nombres de los perfumes, como Nightclubbing, «una fragancia estrictamente biográfica. Es el recuerdo olfativo preciso de las noches que pasé en Le Palace o en Les Bains Douches –las dos discotecas más icónicas del París de la época– desde los 15 años», concluye.