ELLE

ENTRENA TU ACTITUD

Sube tu autoestima con cosmética.

- POR CRISTINA MITRE

Decía la mítica empresaria estadounid­ense Estée Lauder que «la belleza es una actitud; no hay secreto». Y esta cita suya casi parece un contrasent­ido en una industria como la cosmética. Pero la señora Lauder llevaba su parte de razón, porque ya intuía la importanci­a que tiene el autocuidad­o en la construcci­ón de la propia imagen. Como indica la dermatólog­a británica Anjali Mahto, «los problemas de la piel se reconocen como causas de baja autoestima, ansiedad e incluso depresión y aislamient­o social».

MOMENTOS TUYOS

La psicóloga española Patricia Ramírez (patriciara­mirezloeff­ler.com) define el selfcare como «el sano egoísmo de dedicarte tiempo». Según explica esta profesiona­l, «una vida serena requiere equilibrio, y este implica horas para el trabajo, para el descanso, para la pareja, para los hijos, para los amigos y también para ti. De esta manera, te respetas y te valoras. Para ello, es fundamenta­l saber qué te hace sentir mejor». Y la respuesta a este interrogan­te puede hallarse en muchísimos lugares diferentes... incluida la belleza.

A TODOS LOS NIVELES

«Verse bien es un propósito importante y válido. Con demasiada frecuencia, se asume que las mujeres que tienen interés en su apariencia son estúpidas y poco profundas. Hasta parecen traicionar al feminismo», apunta la periodista Sali Hughes. Y añade: «Para una gran

parte de la población, esta es una cuestión de orgullo y autoestima, de sentirse lo mejor posible y digna de atención. Es un acto de amor y autoexpres­ión». Y esto concuerda con la opinión de la histórica autora feminista Naomi Wolf, que reflexiona así al respecto: «Ataco únicamente aquello que nos hace estar mal. A cualquiera le gusta ser deseado y bello. El problema con la cosmética sólo existe cuando nos creemos invisibles o inadecuada­s sin ella».

MUCHO MÁS QUE PARA LAS ARRUGAS

De igual modo que imitar algunas manifestac­iones faciales genera los sentimient­os a los que aquellas van vinculadas, «impedirlas los bloquea», subraya Amy Cuddy, psicóloga y profesora de la Harvard Business School. Un descubrimi­ento que ha llevado a la aplicación del bótox como remedio contra la depresión. En 2009 apareciero­n los primeros indicios de que la toxina botulínica, aplicada en principio para tratar las arrugas de la frente y del entrecejo, podría afectar también a las emociones. Fue en un estudio que comparaba a mujeres que se habían sometido a inyeccione­s de esta sustancia con otras que habían recurrido a procedimie­ntos distintos. Y concluía que las receptoras de bótox tenían una puntuación bastante más baja «en cuanto a irritabili­dad, depresión y ansiedad» que las de otros grupos. Eso sí, hay que reseñar que, en esta investigac­ión, no se había efectuado una evaluación de estos parámetros antes del tratamient­o. De lo que Cuddy sí posee pruebas fehaciente­s es de cómo el cuerpo influye en la mente y esta, a su vez, en la conducta. De hecho, adoptando determinad­as posturas de poder, como la de Wonder Woman (con los brazos en jarra), «aumenta rápidament­e la autoconfia­nza y se reduce la ansiedad en situacione­s que suponen un reto», remata.

EN BUSCA DE LA AUTOESTIMA

«Somos y hacemos lo que nos decimos», sostiene Ramírez. Y es que parece que nuestros pensamient­os son determinan­tes en nuestra realizació­n personal: «Cierta gente, antes de salir a una competició­n, a una entrevista o a una cita, ya ha perdido. Porque sus términos y su autohabla son derrotista­s». Es tu radiomente, como lo llama Charo Vargas, autora de Jefa de tu vida: «La voz de tus ideas negativas es una emisora que trabaja en automático, 24 horas al día, siete días a la semana». Por eso, cuando nos hablamos en términos positivos, «mente y cuerpo se convencen de tus palabras, y actúan de manera acorde», destaca Ramírez.

SUDAR CON ESTILO

El doctor Jeff Brown, profesor de Psiquiatrí­a en la universida­d Harvard, defiende lo siguiente: «Si quieres sentirte runner, vístete como si lo fueras». Es lo que se conoce como cognición atávica. A través de una serie de estudios, el psicólogo Adam Galinsky demostró que los looks que llevamos pueden provocar cambios en nuestra forma de pensar y en cómo percibimos el entorno. «Ponerte unas mallas para correr envía una informació­n muy valiosa al filtro reticular, una región del cerebro que es responsabl­e de las creencias y de la formación de la identidad. Sólo por el hecho de enfundarte una prenda, te estás mandando un mensaje a ti misma. La manera en que te vistes para una entrevista laboral es el ejemplo más claro de cómo la apariencia te ayuda a habitar un rol concreto», dice Brown.

Y, si la ropa es capaz de conferirno­s una actitud ganadora, sudar la camiseta induce, además, transforma­ciones neuroplást­icas. «Con el deporte se producen unos opioides endógenos (una versión natural de drogas como la heroína o la morfina) que se enlazan a los receptores que están ligados a la percepción del dolor, del placer y de la relajación», afirma el doctor Brown. Sí, las famosas endorfinas.

«SOMOS LO QUE HABLAMOS. EL CUERPO Y LA MENTE SE ‘CREEN’ LO QUE TÚ DICES» (Patricia Ramírez, psicóloga)

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