NATALIE PORTMAN
La futura Thor alza su voz en Hollywood.
Sin duda, es un consuelo haber superado esa fase en que se supone que eres adorable», comenta
Natalie Portman (Jerusalén, 1981) una mañana, tras sacar a sus dos hijos por la puerta de su casa. La actriz entró a formar parte del star system de Hollywood a los doce años, cuando rodó El profesional (Léon), de Luc Besson, y, ahora, a sus 38, por fin siente que tiene edad como para alejarse de un tipo de papel –el de chica candorosa y, a la vez, sorprendentemente perspicaz– al que ha venido poniendo más intensidad y más luz de lo que es habitual. ¿Quién no la recuerda en Algo en común, la película de 2004 del guionista, director y actor Zach Braff? Con esos auriculares gigantes, y diciéndole al protagonista: «¿Conoces a The Shins? Escucha esta canción. Te juro que te va a cambiar la vida».
La intérprete reconoce que «es sofocante ser quien representa la idea de otra persona de cómo debería comportarse una mujer joven. He visto un cambio real en la industria desde que cumplí 20 años. Pero no uno total; aún existen esos personajes que se limitan a ser la chica de los sueños de alguien, o lo que sea que quieran que hagas». En el retorcido thriller de danza Cisne negro, ella tiró a esa dream girl por la ventana (del teatro). Fue una manera espectacular de despedirse de la señorita Adorable... ganando un Oscar para rematar. Y, además, conoció en el rodaje a su marido, el bailarín y coreógrafo Benjamin Millepied.
En la actualidad, está centrada en otro tipo de proyectos. O, para ser más precisos, ahora suelen ofrecerle papeles con más matices. «Me gustan esas mujeres que son interesantes precisamente porque resultan tan confusas y están tan confundidas como nosotras», afirma ella. «Ese es mi personaje favorito: el que mete la pata, pero, a la vez, te hace comprender por lo que está pasando y lo que le conduce a actuar así».
En Lucy in the Sky, su film más reciente (aún no tiene fecha de estreno en España), Portman retrata la desintegración psicológica de Lucy Cola, inspirada en la historia real de la astronauta Lisa Nowak, que mantuvo una relación amorosa con su colega William Oefelein. Dirigida por el showrunner de la serie Fargo, Noah Hawley, la premisa de la cinta es que, tras su viaje al espacio, ella se sume en una crisis existencial de tal envergadura que la lleva a la locura. Lo más digno de mención aquí es que las preguntas trascendentales, esas sobre por qué estamos aquí (e incluso sobre lo que significa aquí), siempre se han considerado territorio masculino, especialmente en el cine. Por cierto, Lucy no es precisamente una figura honorable: mantiene un affair con su compañero (interpretado por Jon Hamm) y, luego, entra en una espiral de actividades delictivas contra él y contra otra astronauta (Zazie Beetz), que se convierte en su rival romántica y profesional. No es ni heroína ni antiheroína. Es una mujer que toca fondo; y, por eso, según la actriz que le da vida, se trata de un relato feminista. «Cuando nos muestras como seres humanos completos, con lo malo pero también con lo bueno, eso es feminismo. Es una forma humanista de ver a la gente».
Otra etapa en la evolución de Natalie Portman en Hollywood la ha marcado su implicación en el movimiento Time’s Up. Antes de 2017, casi todas sus amistades eran ajenas a la industria, con unas pocas excepciones, como la intérprete Rashida Jones. Ese aislamiento se hizo mucho más patente en un momento en que se encontró rodeada de sus propias compañeras de oficio: «Cuando fui a los Oscar
En Hollywood ha habido un cambio real, pero no uno total. Todavía se ven personajes femeninos que se limitan a ser la chica de los sueños de alguien