A TODO RITMO
Así es Bianca Balti fuera de las pasarelas.
Soy espontánea y pasional, pero estoy intentando cambiar. Muchas veces, el corazón me ha engañado. Creo que hay que hallar un cierto equilibro vital, y yo casi lo he logrado
alguno sabe quién es el capitán del Milán?». Bianca Balti (Lodi, 1984) está invitada esta noche al estadio de San Siro, en la capital lombarda, y, como vive en Los Ángeles desde hace varios años, le faltan datos. Agente, estilista, maquillador, entrevistadora... aquí no hay forma de dar con un fan del equipo. Alguien salta: «¿Maldini?».
Pero Estados Unidos no es la luna, y Bianca se rebela: «Nooo. Ya no juega». En su casa son todos milanistas menos su hermano. «Pobre, cada año pedía por Santa Lucía (una fiesta regional similar a los Reyes Magos) la camiseta del Inter», cuenta. «Y, cada vez, le traían la de su eterno rival. En fin, traumas...». A sus 35 años, esta top (una de las grandes que ha dado Italia en las últimas décadas, y musa de Dolce &Gabbana casi desde su debut en la moda, en 2005) tiene dos hijas: Matilde, de doce, con el fotógrafo Christian Lucidi; y Mia, de cuatro, con el coach Matthew McRae. Llega sin maquillar, con el pelo recogido y esa adorable erre a la francesa que, dice, heredó de su padre. ¿La típica vecina de al lado? Si la tuya siempre sonríe y posee una piel luminosa y una boca perfecta, entonces sí, lo es. No ha perdido la simplicidad de la chica de provincias (es de una pequeña ciudad a unos 40 kilómetros de Milán) que soñaba con hacer las Américas.
Pareces una persona que sigue a su corazón.
¿Quieres decir que si me considero pasional y espontánea? Sí, pero estoy tratando de cambiar. El corazón me ha engañado demasiado a menudo.
¿No crees que, en ocasiones, vale la pena arriesgarse?
Mmm, no. Es necesario encontrar un cierto equilibrio. Yo casi lo he conseguido.
Naciste lejos de lo que es hoy tu vida. ¿Qué influencia han ejercido sobre ti tus orígenes?
Me convirtieron en una rebelde, porque Lodi se me quedaba pequeña. Me fui con un portazo. A veces, echo de menos el aroma del jazmín que crecía justo delante de mi habitación. Es un lugar precioso, y me encantan sus típicos merengues, así como que allí todavía se puedan ver calceteras o bordadoras.
Has tenido una relación complicada con tus padres. ¿Por fin has hecho las paces con ellos?
Sí, aunque mi madre aún logra ponerme de los nervios. Es como si en mí hubiera un botón que únicamente conociera ella; lo aprieta y regresamos al pasado. Nunca le falta algo negativo que echarme en cara.
Ahora, tu día a día se desarrolla en Los Ángeles... muy lejos de aquella vida de provincia.
Es una metrópoli tan enorme que tu barrio se transforma en tu microcosmos. Yo tengo una casa con jardín en Laurel Canyon, y mi círculo de amigos está en un radio de pocos kilómetros. Es decir, mucho aire libre, como en el pueblo, con las ventajas de la gran ciudad.
Matilde ha cumplido ya doce años. ¿Es duro para ella crecer con una madre tan guapa?
Por el momento, es realmente buena y afectuosa. Y su físico es igual al mío: es alta, con piernas largas y flacas... eso sí, ella se gusta, mientras que yo odiaba aquellos dos palillos. Ha crecido entre make-up artists, y ha aprendido a maquillarse en seguida. Yo, ciertos días, sólo me echo unas gotas de SolarGlow Drops, de Dolce & Gabbana, para iluminar la cara. Deseo que se sienta libre de ser quien es; que juegue con esmaltes si quiere, siempre que no sea eso lo que la defina, sino su inteligencia.
Yqué hay de Mia?
Es bastante masculina. Cada tarde, la llevo a un deporte distinto con la intención de que se desfogue; pero no, cuando vuelve, sigue subiéndose a los árboles. Es bonito que las mujeres seamos tan diferentes. Empecé a apreciar esa diversidad a mis 30 años. Ahora, abro mi mente y me dejo inspirar.
Es más, has creado una línea de ropa premamá con tu nombre, junto a unas cuantas compañeras de profesión.
Sí, me encanta esa comunidad totalmente femenina. Somos ecosostenibles y de kilómetro cero, y únicamente usamos tejidos que han sido descartados por la industria. Y yo estoy aprendiendo mucho de la esfera financiera, porque hacemos todo nosotras solas.
También estás comprometida con la causa de los refugiados.
Es que el almacén que tienen mis padres estaba lleno de regalos que yo había recibido en el pasado; se me ocurrió venderlos, y conseguimos 28.000 euros. Me ayudaron mis amigos; me da rabia cuando, para organizar un evento solidario, se gasta más de lo que se recauda. Elegí financiar directamente a algunas familias sirias desplazadas en Jordania, porque me parecía lo más digno.
¿Eres muy acaparadora?
No, me obsesiona tirar cosas; es como una especie de reacción contra mi madre. Ella colecciona de todo, desde platos hasta figuritas de tortugas. Yo soy lo opuesto; frugal y ordenada. Nunca reuniré diez vaqueros.
¿Has hecho locuras por amor?
Demasiadas. Más de las que ellos han hecho por mí.
De entre las producciones de moda de ELLE en las que has participado, ¿cuál recuerdas con más cariño?
Una que realizamos en Los Ángeles. Las fotos representaban un día a día casi igual al mío de ahora. Fue profética.
Dentro de 20 años...
Mi hija Matilde tendrá 32. Espero que ya sea madre. ¡¿Pero qué estoy diciendo?! Espero que sea lo que le dé la gana. Lo que sí puedo confesar es que me apetece convertirme en abuela.
Te encantan los niños.
Yo era la única de mis amigas que quería ser madre adolescente. Gracias a Dios, no pasó. No obstante, la maternidad es la sensación más bonita que existe.
¿Te da miedo algo de esa parte de tu vida?
Causarles traumas. A veces, me pregunto: ¿les estaré provocando daños? Luego, pienso en mí y en mi hermano; con idéntica educación, yo, de pequeña, me consideraba un peso, porque nuestros padres estaban muy centrados en el trabajo. Él, nada; estaba (y está) tranquilísimo.
Cuándo te sientes orgullosa de ti misma?
Cuando hago cualquier cosa para mejorarme, aunque sólo sea ir al gimnasio para perder los kilos del embarazo, o dejar de lado mi ego para escuchar a otros. Ser madre ayuda.
¿Puedes darnos un consejo de estilo?
Cógeles cariño a tus prendas. Con la fast fashion, es posible cambiar de look casi cada semana, pero es bonito encariñarse con uno. En el instituto, yo llevaba los vestidos de mi madre de los años 70. Incluso hay un abrigo de borreguito que ella me dejó, y que ahora se pone Matilde.
¿Qué error desearías evitar que tus hijas cometieran?
Me gustaría que estuvieran seguras de ellas mismas, de lo que se merecen. Yo, antes, no me valoraba y, por eso, no buscaba un hombre con aspiraciones afines a las mías. Confío en que entiendan lo que necesitan, y que no se conformen con la primera persona que las ame. ■
Mi hija mayor tiene mis mismas piernas, largas y flacas. Eso sí, ella se gusta, mientras que yo odiaba esos dos palillos. Deseo que sea libre de ser quien es. Si quiere jugar con maquillaje, que lo haga, pero que no sea eso lo que la defina, sino su inteligencia
Creo que es bonito que las mujeres seamos todas muy distintas. Yo no empecé a apreciar esa diversidad hasta que cumplí 30 años. Ahora, abro mi mente y me dejo inspirar