ELLE

KEN FOLLETT

Sumérgete en el universo creativo del autor.

- POR GEMA VEIGA. FOTOGRAFÍA: JAVIER SALAS. REALIZACIÓ­N: BÁRBARA GARRALDA

Tiene tantos fans como una estrella de rock. Sabe lo que es viajar en jet privado, comprar trajes a medida y estar rodeado de asistentes personales. En todo esto tiene mucho que ver un libro: Los pilares de la Tierra. Tras cumplirse tres décadas del lanzamient­o de su long seller, regresa con Notre-Dame (Plaza & Janés), una hermosa miniobra ilustrada llena de historia y emoción que escribió pocos días después del incendio de la icónica catedral y de la que ha cedido los derechos a la Fondation du Patrimoine. Ajeno a la fama, a sus 70 años el autor galés ha pasado por el periodismo, ha asesorado al Partido Laborista y ha formado su propia banda de rock. Ahora disfruta de la vida con su esposa, Barbara –exministra de Gordon Brown–, en una vieja rectoría de Hertfordsh­ire que también es el hogar de sus hijos. «Más allá del dinero y la política, sigo creyendo que el amor es lo que mueve el mundo», dice.

Con ustedes, Ken Follett.

Lo más parecido es haber ido a la luna. Es verdad que no se trata de una obra de arte conjunta como Notre Dame, pero sí es un emprendimi­ento, una hazaña común de toda la sociedad.

¿Y sabes si hubo mujeres en la ejecución de ese icono colectivo de arte europeo que es Nuestra Señora de París?

Los historiado­res son como cualquier otro hombre: creen que todo lo ha hecho el género masculino. Sin embargo, hay uno llamado Jean Gimpel al que se le ha ocurrido mirar en los archivos de impuestos de París. En ellos pone: «Jean Villeneuve: albañil. Marguerite Villeneuve: la que preparaba el cemento». Gimpel, que es amigo mío, ha sido el primero en decir que las mujeres trabajaron en la construcci­ón de las catedrales. La mayoría eran yeseras.

¡Qué interesant­e!

Mucho, porque es un dato que no sólo nos dice algo sobre la Edad Media, sino también sobre la actualidad, una época en la que seguimos dando por sentado que las catedrales las hicieron los hombres.

Precisamen­te, la construcci­ón de una catedral medieval es el germen de Los pilares de la Tierra, tu novela más popular y, según tus propias palabras, la mejor. ¿Qué tiene ese libro que no tengan otros?

¿La verdad? No lo sé. A veces ocurren cosas que uno no entiende. En Los pilares de la Tierra están todas las ideas que yo tenía sobre las novelas. Todo lo que yo creo que es emocionant­e, romántico, interesant­e, increíble. Pero, en cierto modo, ese libro hizo por su cuenta algo distinto. En el trabajo creativo hay algo mágico que uno no sabe bien qué es. Analizamos las obras de arte, decimos que una novela es un éxito de ventas, que es especial por esto o lo otro. Pero, realmente, no tenemos ni idea de lo que es. Y eso es magia.

Hablando del proceso creativo, si pudiese observar cómo escribes a través de la cerradura de tu despacho, ¿qué vería?

Verías a un tipo sentado con un jersey.

Victor Hugo, otro autor amante de Notre Dame, decía: «Los escritores siempre estamos envueltos en lana porque trabajamos quietos y pasamos frío». ¿Cómo son los jerséis que se pone Ken Follett para sentarse a crear? Siempre de cashmere, porque es una lana que abriga de verdad. Sí, por fuera sólo verías a alguien enfundado en punto, pero por dentro están pasando un sinfín de cosas. La emoción es invisible. Me emociono mucho mientras escribo.

«Una catedral es un ejemplo de lo que las personas pueden lograr cuando trabajan juntas», cuentas en tu nuevo libro. ¿Cuáles son las catedrales de la actualidad? Si me observas en mi despacho, por fuera sólo parezco un señor sentado con un jersey. Pero por dentro está pasando un sinfín de cosas. Me emociono mucho mientras escribo, a veces incluso lloro

A veces incluso lloro. Y confieso que hay otra cosa que me ocurre y que no descubrí hasta que conocí a Barbara, mi segunda esposa. Ella fue quien me dijo que, al atascarme, hago esto (se levanta y se pone a caminar por la habitación de un lado a otro). Si viene alguien a casa, una nueva empleada de hogar, por ejemplo, nada más llegar, mi mujer le advierte: «Cuando lo pilles dando vueltas por la casa, segurament­e te mire como si te odiara. Ni caso, por favor, ni siquiera te está viendo: está pensando en su historia». Es como un trance. Has explicado que Notre Dame se concibió como una iglesia moderna llena de luz. ¿Qué cosas te alumbran a ti? Bueno, lo más importante de mi vida es que, durante los últimos 25 años, he sido muy feliz con Barbara. Desayunamo­s juntos, y espero con gran impacienci­a que llegue la hora de comer para verla. Es cierto, me siento afortunado. Sigue interesánd­ome todo lo que ella quiere contarme. ¡Nunca sé por dónde va a salir! Compartimo­s un montón de cosas. Y luego están nuestros queridos hijos; a ninguno de ellos lo hemos tenido juntos, son de matrimonio­s anteriores. Los suyos son maravillos­os. ¡Ya rondan todos los 50 años!

¿En serio?

Sí (sonríe). Es que empecé muy pronto. Tuve a mi primer hijo a los 19, cuando aún era estudiante. Y, además, Barbara es mayor que yo (acaba de cumplir 77).

Me gustaría conocer tu visión sobre las hogueras sociales que asedian el medio ambiente. ¿Hasta qué punto, más allá de la acción política o económica, hay que reeducar a la gente para aprender a amar el planeta como amamos a nuestros seres queridos? Porque aquello que amas no lo dañas...

Efectivame­nte. Así es como tenemos que plantearno­s el presente y el futuro del planeta. Hay que darse cuenta de que el cambio climático afecta al lugar que heredarán nuestros nietos, de que debemos dejar un mundo en el que ellos puedan vivir. Al final, siempre pensamos en las personas en las que amamos, por encima de los negocios o el dinero (hace una pausa). Te cuento algo. Una vez, una periodista me preguntó: «¿Crees en Dios?». Le contesté: «No, yo no creo en Dios». Y ella me soltó: «Entonces, ¿de dónde sale tu fuerza?». Me pareció una buena pregunta. No me quedó más remedio que pararme un momento a reflexiona­r. Mi respuesta fue: «Yo saco mi fuerza de la gente que me ama». Y es así, eso es lo que me da fuerza. Al final, el amor se puede definir como los pilares de la tierra. Supongo que sí.

¿Por eso, predicas con el ejemplo y, junto con otros grande escritores, como Jojo Moyes, protagoniz­as La Gira de la Amistad, dentro de un europeo

tour antibrexit?

Sí. Porque, si me preguntase­s cuál es mi sueño, te responderí­a que es ver Europa como un lugar unido.

En una ocasión declaraste: «La cultura no va de ser intelectua­l; tiene que llegar al corazón». ¿Qué te emociona de España?

No debemos olvidar que la primera novela jamás escrita es Don Quijote de la Mancha. Todos los autores europeos somos descendien­tes de Cervantes. Eso me emociona mucho. descendien­te

¿Qué de ese libro de libros salvarías de un incendio?

Todos los de William Shakespear­e. Empecé a leerlos cuando tenía 12 años. Hasta ese momento, no me había acercado a ninguna de aquellas obras. Y ya entonces me fascinaron. No sabía muy bien por qué me gustaban tanto. Yo era muy joven, demasiado para comprender que no sólo se trataba de teatro, sino, también, de poesía. Pero, ¿ves?, me llegó al corazón, justo lo que hablábamos antes. Creo que el éxito de una novela depende de que sea capaz de conmover al lector, y algo parecido podría decirse de cualquier obra de arte.

¿Cuál de tus propios trabajos te ha llegado más al corazón?

El umbral de la eternidad, el último libro de la Trilogía del siglo, que se inicia con

Los pilares de la Tierra. Es con el que más he llorado mientras escribía. Va de los derechos civiles y de los afroameric­anos. De todas las luchas que se desarrolla­ron en los años 50 y 60. Recuerdo bien las noticias de cuando asesinaron a Martin Luther King y a Bobby Kennedy. Otra razón por la que me conmovió tanto fue que dos de mis nietos son afroameric­anos. Así que para mí no se trata sólo de algo teórico. Se trata de mi familia. Hay una escena que relato en el libro: Obama es elegido y mi personaje llora. Su nieto le dice: «¿Por qué lloras, abuelo?». Y ahí acaba la historia.

Para finalizar esta entrevista, ¿podrías revelarnos si has comenzado a escribir algo nuevo?

Sí, pero es secreto. Terminé un libro hace tres meses; se publicará el próximo año. Y estoy trabajando en una idea, pero no le he contado nada a nadie. Sólo a Barbara. ■

Durante estos 25 años, he sido muy feliz al lado de mi mujer. Desayunamo­s juntos, y espero con impacienci­a que llegue la hora de comer para volver a estar con ella. Eso es lo más importante de mi vida

«El éxito de una novela depende de que sea capaz de conmover al lector, y algo parecido puede decirse de cualquier obra de arte. Yo saco mi fuerza de la gente que me ama»

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