ELLE

AURA GARRIDO

La actriz está en su momento más dulce.

- POR PALOMA LUBILLO. FOTOS: PABLO SÁEZ. REALIZACIÓ­N: MARTHA REVELO

Aura Garrido (Madrid, 1989) piensa lo que dice, dice lo que piensa y tiende a la carcajada. Pasarías horas hablando con ella del relieve de los personajes que interpreta, de los diez años que lleva en una industria de hombres, de su madre, que le leía a Gloria Fuertes. Es una actriz que va con la verdad por delante, que entiende de límites y que busca el sentido de las cosas desde una óptica feminista. Y con un currículum poliédrico y salpicado de proyectos redondos, en el que conviven en armonía comedias desbocadas (Promoción fantasma), thrillers de manual (Vulcania, La niebla y la doncella) y pequeñas joyas independie­ntes llamadas a marcar a su generación, como las intimistas –y melancólic­as– Los ilusos y La reconquist­a. Ahora, cumplidos los 30, se embarca en el rodaje de la cuarta temporada de El Ministerio del Tiempo, la serie de televisión que le cambió la vida, continúa de gira por España con la obra de teatro El tratamient­o y espera el estreno de la película de zombis Malnazidos (aún pendiente de fecha).

En tus dos películas más recientes, interpreta­s a una inspectora: la de El silencio de la ciudad blanca tiene un pasado tortuoso, mientras que la de El asesino de los caprichos está llena de luz. ¿Cómo se pasa de un personaje a otro?

Precisamen­te, lo que más me gusta de mi trabajo es explorar. Para poder interpreta­r un personaje, tienes que comprender por qué hace lo que hace.

Si no profundiza­s, tu trabajo se limitará a hacer cosas, pero no habrá nada detrás. Más allá de las circunstan­cias, la responsabi­lidad final es de uno, lo que no significa que no pueda entender cómo se comporta alguien. Nos ayuda a avanzar.

En El asesino de los caprichos compartes cartel con Maribel Verdú: dos mujeres al frente de un drama policiaco. ¿Es un síntoma de que algo está evoluciona­ndo?

Sí, aunque creo que, cuando se producen cambios, no se perciben en el momento. Aún nos queda trabajo pendiente, pero es verdad que noto muchas diferencia­s. Y no sólo en los papeles a los que accedes: también, en el trato, el entendimie­nto y el respeto. Ahora, mi propio espacio se valora más cuando se trata de decidir hasta dónde voy a llegar en el rodaje de una secuencia delicada, por ejemplo.

¿Quién eres y quién querías ser?

Acabo de cumplir los 30, y, aunque suene a tópico, me han aportado calma vital. Eso no quiere decir que todo sea perfecto, pero sí que hay algo de estar más tranquila con respeto a mí misma. De pequeña quería ser actriz y soy actriz... Cuando eres niña idealizas el futuro; luego te das cuenta de que nada es tan fácil y tienes que adaptarte.

¿Has pensado alguna vez que no vales para esto?

Muchísimas. Actuar no es algo matemático, en plan lo haces bien o lo haces mal. Es muy subjetivo. Hay momentos en los que estás más segura y momentos en los que crees que no sirves. Acabas de empezar a grabar para Netflix la serie de suspense El inocente. ¿Es un buen momento para la intriga española?

Sí, aunque es un género que siempre ha estado... (Se lo piensa antes de seguir).

Desde hace algunos años, tenemos unas posibilida­des técnicas que antes eran impensable­s. Al final, el cine y la televisión dependen mucho de eso. Han surgido plataforma­s que te facilitan la estructura necesaria para que puedas sacar cosas adelante y contar otro tipo de historias.

Qué buscas en tus personajes?

Existe una parte que sé explicar y otra que no. Me interesan especialme­nte cuando implican investigar algo que no he investigad­o hasta ese momento. Y luego hay un componente más instintivo y emocional.

¿Cómo te separas de ellos?

Al principio, cuando estaba empezando en el oficio, pasé unos años muy raros, porque había algo que se quedaba en mí. Me costaba limpiar lo que había vivido con los personajes, tenía una especie como de resaca emocional. Con el tiempo, he ido entendiend­o mi proceso; cada vez me resulta más fácil separarme.

El Ministerio del Tiempo nos descubrió a las Sinsombrer­o, un grupo de pensadoras y artistas de la generación del 27 que no aparece en los libros de texto. ¿Se estudiarán las escritoras actuales en el futuro?

¡Hombre, eso espero! Lo contrario me mataría de la pena. Me preguntas y no sé qué mujeres estudié en el colegio... Creo que a Carmen Laforet para la selectivid­ad. Tengo que pensarlo, y eso es terrible, porque no es que no haya escritoras interesant­es: es que no se han incluido nunca.

Me cuesta mucho callarme, no sé si es un problema o una virtud. Pero es que a mí no me ofende que los demás me suelten lo que piensan de mí. Sí creo que debo aprender a controlarm­e un poco: mi instinto me empuja a decir las cosas muy a lo burro

Has manifestad­o en más de una ocasión tu pensamient­o social y feminista. ¿Eres de expresar todo lo que sientes?

Sí, y no sé si es un problema o una virtud. Me cuesta mucho callarme, pero porque a mí no me ofende que los demás me digan lo que piensan de mí, al contrario. Lo que me he planteado es que debo aprender a cortarme, porque mi instinto me empuja a soltar las cosas muy burramente.

En la lista de candidatos de la próxima edición de los premios Goya, aparecen alrededor de 110 hombres y unas 40 mujeres. ¿Qué opinas?

Por lo que veo, cada vez hay más mujeres, aunque la cosa nunca será equitativa si no estamos en la toma de decisiones. A compañeras de la generación anterior a la mía les dijeron: «Tú nunca llegarás a directora de fotografía porque eres mujer». Pero no es solamente una cuestión de género; nuestra sociedad es mucho más rica y plural que las historias que contamos. Me faltan mujeres y personas racializad­as y de otros colectivos.

Una de las primeras en cortarse el pelo fue tu colega Bárbara Lennie, a quien sustituist­e en la obra de teatro El tratamient­o. ¿Qué supone llevarlo así siendo mujer y actriz?

Profesiona­lmente, ahora creo que nada. Antes significab­a que dejasen de considerar­te para ciertos personajes; les costaba ver una protagonis­ta sin melena. Más aún si había una trama amorosa con un hombre. ¿Por qué? No me preguntes. En lo personal, la primera vez que me corté el pelo fue una experienci­a increíble y muy recomendab­le: no tardaba nada en ducharme y no tenía que peinarme. Pero hubo más. Fue una liberación: empecé a vestir distinto y a atreverme a probar cosas. Me dio mucha fuerza.

Por cierto, con El tratamient­o lleváis más de un año de gira y seguís en 2020... ¿Qué es lo que tiene ese montaje?

A mí es que me flipa Pablo Remón (dramaturgo y director y guionista de la obra en cuestión). Su estilo es muy particular; hace comedia, pero, a la vez, te está hablando de cosas superprofu­ndas...

Habla, por ejemplo, de la angustia y de mirar hacia delante. ¿La nostalgia es un error?

Diría que nada es un error, que todo lo que pasa está bien. Aunque no ayuda quedarse enganchada al pasado, igual que a ninguna otra cosa.

¿Por qué insistimos en mirar atrás?

Si lo supiera, viviría mucho mejor. Hay que ser valiente para dejar las cosas aparcadas y mirar sólo al futuro.

Solemos tener un plan A, que es lo que queremos hacer de verdad, y, luego, uno alternativ­o por si el primero falla. ¿En qué momento pasamos al B?

Cada vez creo menos en que haya una sola respuesta para las cosas. Uno necesita encontrar lo que le funciona. Si sientes que debes quedarte en un sitio, será por algo; si piensas que es mejor marcharse, también. Yo me veía estudiando un montón de cosas, pero no dedicándom­e a una en particular. Lo único que en realidad me llamaba era actuar. No había otro plan.

¿Se pierde la vocación?

Creo que muta, que pasa por distintas etapas. Es como el enamoramie­nto, que va evoluciona­ndo: tienes que cuidarlo, tienes que trabajarlo... Lo absurdo es pensar que el amor es o no es... y ya está. No sé si llega a morir del todo. Para mí, posee una capacidad de transforma­ción brutal y puede ser muchas cosas.

¿Has pensado en ponerte detrás de las cámaras?

Sí, pero ahora no me siento preparada ni legitimada. No sé si dirigiré, escribiré o produciré, aunque me gustaría hacer algo más. Tengo una necesidad de expresión que es la misma que la de un pintor o un bailarín. ■

La vocación se transforma, pasa por distintas etapas. Es como el enamoramie­nto, que evoluciona: tienes que cuidarlo, tienes que trabajarlo. Lo absurdo es pensar que el amor ‘es o no es’

 ??  ?? Jersey, vestido y cinturón de Rochas.
Jersey, vestido y cinturón de Rochas.
 ??  ??
 ??  ?? Top y pantalones de Michael Kors y mocasines plateados de Christian Louboutin.
Top y pantalones de Michael Kors y mocasines plateados de Christian Louboutin.
 ??  ??
 ??  ?? Traje sastre de Versace y poncho de H&M. En la otra página, americana y minivestid­o de Isabel Marant, pendiente largo de Tous y pendiente ‘earcuff ’de Messika.
Traje sastre de Versace y poncho de H&M. En la otra página, americana y minivestid­o de Isabel Marant, pendiente largo de Tous y pendiente ‘earcuff ’de Messika.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain