ELLE

Javier Rey EN LA CRESTA DE LA OLA

- POR GEMA VEIGA. FOTOS: DARIO ARANYO. REALIZACIÓ­N: BÁRBARA GARRALDA

Ha sido galán, narco y ‘ertzaina’ y ahora se pone la bata de cirujano. El actor gallego, uno de los más solicitado­s del momento, ha demostrado que triunfar no es cuestión de edad, sino de tiempo y TALENTO. A punto de cumplir los 40, su 2020 se presenta lleno de proyectos. Así es la película de su vida.

Javier Rey (Noya, 1980) tiene salitre en el alma. Cuando le preguntas por una escena inolvidabl­e de Fariña –la serie que, tras Velvet, lo bendijo con el éxito–, te habla de una tarde en las Rías Bajas, el escenario de su infancia, acotadas sólo para el rodaje. En concreto, del instante en el que conduce una lancha planeadora a mil por hora bajo el horizonte infinito, con el viento en el pelo y la lluvia en la cara. Los que lo conocen bien dicen que es de esos artistas que pilotan su trabajo desde la honestidad. Quizá porque, lejos de los vaivenes de la fama, vive anclado al mar de sus orígenes. Sale a flote en su risa empática, su voz rasgada, su pensamient­o profundo, su semblante elegante, su estilo discreto. Como el agua de las mareas, se adapta a todos los registros y formatos, del teatro al cine, pasando por la televisión. Hijo de marinero y padre de un niño con la intérprete Iris Díaz, acaba de rodar para Antena 3 la serie Mentiras y estrena 2020 celebrando los 40 lleno de proyectos. Así es la extraordin­aria normalidad de un actor en la cresta de la ola. Galán en Velvet, traficance en Fariña, ertzaina en El silencio de la ciudad blanca... ¡Parece una canción de Sabina!

¡Me encanta Sabina! Es lo máximo (ríe).

Para empezar, dime: ¿cómo sales de las pieles que habitas?

Hay cosas que se te quedan un tiempo; otras son para toda la vida. He corrido el maratón de Berlín, y eso viene tras mi papel en Elsilencio de la ciudadblan­ca, de Daniel Calparsoro.

Cuéntame eso, por favor.

Me tuve que preparar muchísimo para hacer de un tipo con un pasado tan oscuro que, para no pegarse un tiro, decide refugiarse en el deporte de un modo enfermizo. Sale a correr cada noche hasta que le duele todo. Eso le permite no pensar y tirar hacia delante de una manera emocionalm­ente muy torpe. Me curro tanto los papeles que, cuando termino la película, digo: «Necesito seguir haciendo esto». Y ahora corro maratones. Es algo que he cogido de un personaje que se llama Kraken y que me he quedado para mi vida personal.

¿Y qué queda en ti del galán de la serie Velvet?

No soy una persona tan sumamente segura como era Mateo. Pero de él entendí que, a veces, hay que echarle morro a la vida, que no pasa nada. Y eso sale de Velvet. Al final, lo bueno de nuestro curro es que nosotros, los actores, como tenemos que trasladar la vida al cine, podemos experiment­ar ciertas cosas que nunca veríamos en nuestro día a día real.

Te llevas algo de Fariña, la serie que te encumbró? De Fariña me llevo una familia. El de Fariña fue un rodaje absolutame­nte mágico. De hecho, has repetido con sus directores: con Jorge Torregross­a lo has hecho en Hache; con Carlos Sedes, en El verano que vivimos.

Sí. Son gente muy brillante, de esa que hace que yo sea mejor actor. Voy de la mano con ellos adonde sea, ciegamente, porque, cuando creo que no soy capaz de algo, siempre me impulsan. Tengo gente muy brillante cerca, esa es mi suerte.

¿De qué haces en

Mentiras, lo nuevo en lo que te veremos? De un cirujano viudo, un hombre con una vida normal y muy respetado que, de golpe, se ve envuelto en una serie de acusacione­s en las que tiene que demostrar que es inocente. ¡Es curioso, porque yo siempre he admirado a los médicos!

¿Puedes adelantarn­os con qué nos vamos a encontrar?

Es un trhriller. ¡Ojo, es la primera vez que hablo de esta serie! (Ríe). Serán seis capítulos que, en realidad, hemos rodado como si fuese una película larga, entre Madrid y Mallorca. Es una adaptación de otra serie muy buena de HBO que se llama Liar, pero nosotros le hemos dado un giro muy especial porque los directores, Curro (Novallas) y Tito (López), son gente valiente que se atreve a experiment­ar. La manera de comunicar lo que les pasa a los personajes no va a ser al uso. Estamos acostumbra­dos a que nos cuenten lo que les ocurre, y en esta historia es muy importante el silencio. Muchas veces, el espectador será quien tenga que descubrir qué sucede.

¿Cómo se presenta tu 2020?

(Sonríe). Te puedo adelantar que viene un año muy bueno. Ya no tengo imaginació­n para saber qué más pedir. Estoy feliz porque hay proyectos con personajes de calidad y muy, muy chulos.

¿Cuál ha sido el más complejo de los papeles que has interpreta­do?

El mafioso de Hache, mi última serie para Netflix. Probableme­nte sea uno de los más complejos de mi carrera. Y lo digo hoy, sin saber lo que tengo por delante.

¡¿Qué lo hizo tan difícil?!

Que se trataba de darle vida a una persona muy débil y llena de insegurida­des pero a la que nunca ves venir. Eso te hace actuar en la cuerda floja. Si sale bien, como creo que ha salido, es la hostia, pero, si no, te metes una castaña tremenda. En Hache actúas con Adriana Ugarte, otra actriz que está en la cresta de la ola. ¿Hubo feeling entre vosotros?

Adriana y yo funcionamo­s muy bien juntos porque tenemos un lugar común para trabajar. Y es que, cuando actuamos, hacemos una cosa muy generosa y muy difícil, que es pensar más en el de enfrente. Ella pensaba más en mí que en sí misma, y viceversa. Eso es muy bonito.

Todos alaban tu trabajo. ¿Improvisac­ión o método?

Preparo cada papel de una manera casi enfermiza. Lo que pasa es que he aprendido tanto con los años que lo he interioriz­ado y, una vez que estoy in situ, me permito fluir. Si el trabajo previo es bueno, hay que confiar y dejarse llevar.

¿Cuál es el poder de una película?

Tengo muy claro que lo que hago es entretenim­iento, y no lo digo por el paripé. Yo no opero a corazón abierto, no salvo vidas. Lo que sí es cierto es que hay determinad­os proyectos que van más allá del ocio. Soy fan de todo. Tiene que haber desde un cine que no aleccione absolutame­nte nada hasta otro que remueva tus valores como ser humano.

¿Te ha pasado a ti eso alguna de vez?

Me pasó, sobre todo, con Sin fin, una película muy emocional que hice junto a María León. Habla de un amor infinito. Normalment­e, las personas empatizamo­s mucho con la emoción. Es muy bonito lo que ocurre cuando los espectador­es me hablan de esta peli, porque a cada uno le resuena en un lugar diferente. De repente, uno te dice: «Salí del cine y llamé a mi madre; llevaba cinco años sin hablar con ella». Otro: «Después de verla, recordé algo muy valioso que había olvidado». Al escucharlo­s, me di cuenta de que los hermanos Alenda habían construido una película terapéutic­a. El valor de lo que haces viene cuando se emite. Aun así, no quiero darle importanci­a a cuando la gente viene a felicitarm­e ni a cuando no.

Cómo gestionas el cuando no? Puedo entender a esa minoría que te hace sentir raro o te significa mal en público. Porque no sabemos quién es el de enfrente ni por dónde ha pasado. Si critica, es porque no cree estar haciendo algo malo. Yo no voy a juzgar a alguien por no comportars­e como espero que lo haga. Además, lo más seguro es que no lo vuelva a ver. Al final, de lo que se trata es de aprender a aguantar el chaparrón y ya está.

Eres una persona muy discreta en tu vida privada. ¿Qué tal llevas la visibilida­d que implica la fama?

Forma parte de mi oficio, no puedo hacerme el tonto y quejarme. Lo que es cierto es que existen situacione­s y situacione­s. Cuando la gente viene a mí con respeto, no me importa en absoluto. Es más, es muy bonito que te digan: «Me gusta cómo haces tu trabajo». Pero luego hay a quien le da igual lo que hagas: te ven como un trofeo y quieren toquetearl­o. Y eso me echa un pelín para atrás. La gestión de la fama tiene que ver con la educación de la persona que esté delante de ti.

¿Qué querías ser de mayor?

Ciclista. Hasta estuve en el club de ciclismo de Noya, mi pueblo. Luché mucho, pero no era lo suficiente­mente bueno.

Acabo de hacer de cirujano para la serie ‘Mentiras’, un ‘thriller’ que apuesta por lo experiment­al. Y viene por delante un año de trabajo buenísimo, con personajes muy, muy chulos. No tengo imaginació­n para poder pedir más

¿Cuál es el puente por el que viajas del deporte profesiona­l a los escenarios de interpreta­ción?

El puente fueron personas que se me cruzaron en el camino y que, de repente, me inspiraron y vieron unas capacidade­s que no sabía que tenía. He contado con guías maravillos­os.

Se puede saber quiénes? El gran culpable de todo es Xosé Manuel Esperante, un actor gallego fantástico. Por amigos de amigos, me lo encontré y me guio para ser un intérprete profesiona­l. Me dijo: «Tío, ¿te has planteado alguna vez dedicarte a esto?». Y me dejé ir porque, en esa fase de mi vida, estaba muy perdido respecto a qué quería ser.

¿Qué edad tenías?

Unos 18. Vine a Madrid para estudiar y me quedé. Y ahora estoy aquí sentado. Pero realmente la mía no es la historia de siempre quise ser actor. No. Yo quería ser deportista.

Bueno, ahí sigues con los maratones.

¡Pero eso es por la crisis de la edad! (Ríe a carcajadas).

Si te digo Galicia...

Mi familia está en Noya. Mis amigos de siempre viven allí, y somos un porrón. Esa gente es mi referente, quienes me ubican en el universo. Amo aquello. Si no voy más, es porque no tengo tiempo para ir más. Pero realmente pertenezco a ese lugar. Es mi cultura. Yo soy el típico emigrante, lo que pasa es que, en vez de irme a Suiza, Alemania, Namibia, Argentina o Uruguay, me vine para Madrid. Y, como me dedico a ser actor, viajo mucho. En realidad, soy otro más que ha salido de Galicia para buscarse la vida, ni más ni menos. Como todos, volveré para morir (sonríe).

Hablemos entonces de la persona que está detrás del actor. ¿Qué rasgo de tu carácter te define desde que corrías por los campos gallegos con la bici?

¡Soy muy cabezota!

¿Te atreves a confesar tu mayor defecto?

Mi defecto probableme­nte sea una virtud, porque soy muy obsesivo. Y eso me va bien para determinad­as cosas.

¿Cuál es hoy por hoy tu ideal de felicidad?

Estar rodeado de la peña que te entiende.

¿Y tu ocupación favorita? ¡Actuar no vale!

Vaguear.

¿Qué don de la naturaleza te gustaría tener?

Hombre, ¡lo de volar debe de ser la hostia!

¿Cuál es tu lema?

Haz lo que buenamente puedas, es decir sin mala baba. Porque la vida no es algo fácil, así que no la empeoremos. Un color.

El verde oscuro. Y, además, sin dudarlo ni un segundo.

¿A quién lees?

Soy de cómics. ¡Me encantan los de ciencia ficción!

¿Con qué superhéroe te identifica­s?

Me quedo con el dúo Batman-Iron Man. Porque, en realidad, son personajes que no tienen superpoder­es. Me gusta pensar que yo podría ser un superhéroe si tuviese los mismos cachivache­s y el mismo tiempo para entrenarme.

¿Qué puedes decirme de la pintura?

Que me encanta Antonio López. Su visión de lo concreto. Su nevera, su lavabo. Y ese hiperreali­smo que, en el fondo, tiene grano.

¿Qué detesta Javier Rey?

A la gente que no se para a escuchar, que es casi el 90 por ciento de los políticos a día de hoy. Me enervan los que van sin mirar a su alrededor, arrasando, como si tuvieran la verdad absoluta, los que son incapaces de aceptar las diferencia­s. Y eso lo resumo en la clase política. Luego hay otra cosa con la que no puedo...

¿Cuál?

Eso de: «Y tú más». ¡Me pone de los nervios! Uno dice: «Usted robó el 5 de noviembre de 2000». Y el otro: «Vale, pero es que usted robó el 14 de septiembre de 1995». ¡Vete a la mierda! Asume que has robado y ya está. Di: «Sí, pido perdón y me voy a mi casa en un acto de responsabi­lidad».

¿Hay algo que no tenga precio para Javier Rey?

Las albóndigas de mi madre. Esas sí que son de cinco estrellas Michelin (vuelve a sonreír). ■

En el fondo, soy un emigrante más que salió de Galicia. Allí siguen mi familia y mis amigos de toda la vida, y ellos son mis referentes, quienes me ubican en el universo

 ??  ?? Camisa blanca de Dior, pantalones de Dsquared2 y zapatos de Geox.
Camisa blanca de Dior, pantalones de Dsquared2 y zapatos de Geox.
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Jersey de Sandro.
 ??  ?? Americana de John Richmond, camisa de Dior y ‘jeans’ de The Kooples.
Americana de John Richmond, camisa de Dior y ‘jeans’ de The Kooples.
 ??  ?? Americana, camisa y pantalones de Iro.
Americana, camisa y pantalones de Iro.

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