ELLE

HACER HISTORIA

El diseñador de Max Mara celebra los 30 años de la caída del Muro con un ‘Resort’ inspirado en la BERLÍN ‘ARTY’, la de Marlene Dietrich y Bowie, y con un desfile irrepetibl­e en su Neues Museum.

- POR SERENA LA ROSA

Descubre la línea Resort de Max Mara.

Son las cinco de la tarde en Berlín. Ian Griffiths, director creativo de Max Mara, quita por un instante la vista del ensayo general del desfile que prepara. «Ya está. Este es el peor momento: cuando sólo ves defectos y cosas horrendas; cuando te das cuenta de que debes fiarte de los demás, que no es posible estar en todo. Ahí entiendes lo importante que es el equipo», asegura. Dentro de pocas horas, la colección Resort 2020 se presentará en el Neues Museum y 49 modelos bajarán imperturba­bles con otros tantos looks por su monumental escalinata. Seis meses de trabajo para un show de 14 minutos. «Ambicioso, ¿verdad?», dice Griffiths. Mucho. Aunque lograr que los clásicos funcionen en marcos cotidianos es la especialid­ad de la firma. Él está nervioso por cómo acabará la cosa («es lo normal, significa que me importa», subraya), pero yo puedo adelantart­e el final: será una velada formidable. Antes de trasladars­e a Reggio Emilia (en Italia, donde está la sede de la compañía) desde el Royal College of Art de Londres, en 1987, Griffiths había estudiado Arquitectu­ra, inmerso

en la escena New Wave de Mánchester. «No tenía dinero, aunque, de cualquier forma, no era posible comprar las prendas que me gustaban porque no existían. Aprendí a diseñar yo solo, con cortinas antiguas, y los fotógrafos solían retratarme porque mi estilo era muy potente. Entonces, decidí dedicarme a la moda. Eran los inicios de los 80 y Berlín era el gran punto de referencia del arte, con David Bowie, la Bauhaus...», cuenta. Sin embargo, la idea de que la capital alemana fuera el eje de una colección no llegó hasta el año pasado, cuando volvió a sus calles tras los pasos del Duque Blanco (que vivió aquí de 1976 a 1980) y de Marlene Dietrich, otro de sus mitos. En su estudio, las imágenes de ambos dialogan con las piezas en proceso de creación: «¿Lo ves? Ahí está la gabardina negra de Bowie, que se convertirá en dorada, como el vestido de Marlene». Cuando acaban de cumplirse 30 años de la caída del Muro, es el momento de celebrar el renacer de esta ciudad como centro de diseño, pero también como símbolo de libertad. En este ámbito, eso significa ponerse lo que una quiera o poder invertir en un abrigo («tu casa en la calle», lo define Griffiths) que, dentro de diez años, siga igual de bello e intemporal. Algo que la marca demostró ser capaz de hacer cuando Nancy Pelosi, la portavoz demócrata en la Cámara de Representa­ntes estadounid­ense, llevó un maravillos­o Firecoat de 2012 a un encuentro con Donald Trump en la Casa Blanca. Yo misma voy con una camisa de Max Mara de hace 30 años (mi primera compra de adulta) al museo. Bombardead­o durante la II Guerra Mundial, reabrió en 2009, tras la intervenci­ón del arquitecto David Chipperfie­ld, que unió con maestría elementos históricos y modernos. Lo mismo ocurre en el desfile. Todo encaja: la inspiració­n abstracta con los cambios de última hora, el espíritu sofisticad­o con el sentido práctico y Bowie con el arte de la Edad del Bronce. La belleza es, aquí más que nunca, un auténtico mecanismo de relojería.

«SOY AUTODIDACT­A. APRENDÍ A DISEÑAR CON CORTINAS VIEJAS PORQUE LAS PRENDAS QUE A MÍ ME GUSTABAN NO EXISTÍAN»

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Arriba, de izq. a dcha., el ‘moodboard’ de la línea, el diseñador Ian Griffiths, dos imágenes del ‘backstage’ y dos instantes del desfile en el Neues Museum. Abajo, un ‘burro’ con prendas preparadas para el ‘show’.
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