RADIOGRAFÍA DE UNA LÍDER
Nancy Pelosi es la tercera persona con más poder de Estados Unidos y el mayor dolor de cabeza de Donald Trump... y de algunos de sus compañeros de partido. Ella va por libre.
QUE NO FLUYA EL ODIO
El pasado diciembre, después de anunciar el sí de la Cámara de Representantes al ‘impeachment’ contra Donald Trump, un periodista le preguntó si odiaba al actual inquilino de la Casa Blanca. «Soy católica, yo no odio –contestó ofendida–. De hecho, rezo por el presidente, rezo por él todo el tiempo». Eso no significa que haya ‘flow’ entre ellos. Fiel a su estilo a la hora de referirse a las mujeres, Trump ha tachado a Pelosi de «loca», se ha burlado de su dentadura y la ha acusado de querer provocar un conflicto civil en el país.
EN EL OJO DEL HURACÁN
Nancy es demasiado moderna para los conservadores (¿una católica que apoya a las personas LGBTI+ y que ha tenido sus roces con la iglesia a cuenta del aborto?) y demasiado conservadora para los modernos: las voces más a la izquierda del Partido Demócrata, con la joven Alexandria Ocasio-Cortez a la cabeza, consideran que está anticuada, que ha gestionado con lentitud el ‘impeachment’ y que ha trabajado a favor de algunas iniciativas del agrado de Donald Trump, como la revisión del Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Y, a pesar de todo, Pelosi brilla como cabeza de los demócratas, señal de que sus virtudes quedan muy por encima de sus (posibles) defectos.
CUESTIÓN DE PRINCIPIOS
Adicta al chocolate y a sus nueve nietos, esperó a que su hijo pequeño terminase el instituto para meterse de lleno en política, fue una de las congresistas más firmes contra el ataque a Irak de la administración Bush, se ha opuesto a financiar el muro fronterizo de Donald Trump y considera prioritarios el control de la posesión de armas en Estados Unidos y la lucha contra el cambio climático. Además, a su tenacidad se le debe la Ley de Protección al Paciente y Cuidado de Salud Asequible (el famoso Obamacare).