ELLE

LIBROS Raphaëlle Giordano.

Aclamada por sus novelas terapéutic­as, Raphaëlle Giordano regresa con un título que nos enseña lo último para sacarnos el mejor partido por dentro.

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Sus títulos son todos mantras de vida, de esos que sirven para un hashtag o para un tatuaje. El que le dio el éxito fue Tu segunda vida empieza cuando descubres que solo tienes una. El nuevo, Cupido tiene las alas de cartón

(Grijalbo). Con más de dos millones de novelas vendidas, la pintora y coach

Raphaëlle Giordano (París, 1974) estrena la década con una lectura para aprender a quererse. Pasen y sientan.

Eres la reina de la literatura terapéutic­a. ¿Qué nos enseñas en esta novela?

Cómo podemos mejorar la capacidad para amar. De pequeños nos explican historias de princesas y que el amor es eterno. A medida que nos hacemos adultos, nos damos cuenta de que no es del todo así. No sólo sirve con estar enamorado para que la cosa funcione.

Para ello, tu protagonis­ta crea un

love organizer. ¿Cuál es el primer paso para encontrar el verdadero amor?

Trabajar el amor propio, la relación entre yo y yo. Porque sólo podremos querer bien y sólo podrán querernos bien si antes nos queremos a nosotros mismos. En este sentido, debemos profundiza­r en nuestras cualidades, pero también, actuar sobre los fuegos mal apagados del pasado. Igual que las cacerolas que arrastran los coches de boda, portamos los impactos negativos de toda nuestra vida. Y, si no los resolvemos cuando llegamos a una historia de amor, sin querer, la arruinamos. Esa es la primera parte.

¿Y las siguientes?

La segunda es la de yo y el otro. Aquí es importante tener una cosa clara: si queremos que ese otro se parezca a nosotros, nunca va a funcionar. Hay que abrirse a la alteridad. El tercer paso es la relación entre uno mismo y el mundo que nos rodea. Eso tiene que ver con estar en armonía con nuestra misión de vida, con nuestro don, algo que va más allá del dinero y el éxito. Sólo podemos brillar cuando estamos alineados con nuestras cualidades más profundas, que son las que nos hacen especiales. Así es como estaremos espléndido­s de cara a una historia de amor. En mis seminarios, lo llamo efecto bífidus. Al final, somos como un yogur. Sentirse bien por dentro se aprecia desde fuera.

«El que sabe escuchar domina el mundo»

Sin embargo, el amor a uno mismo a veces tiene cierto desprestig­io...

Sí, esa es la paradoja. Por eso para mí es tan importante divulgar que darse lo mejor no supone un acto de egoísmo, sino todo lo contrario. Para empezar, cuando no nos sentimos bien, desprendem­os malas ondas: no se ven, pero se perciben. Estamos soltando toxicidad. Si no nos ocupamos de nosotros, lo que les damos a los demás deja mucho que desear. Alguien me dijo una vez: «La gente oye cómo vibras». ¿Estás de acuerdo?

Sí. Entre nosotros existe una resonancia que va más allá de las palabras y los actos. Cada persona emite algo en función de cómo es, y en eso no podemos hacer trampas.

¿De qué te alimentas para escribir libros que nutren a los demás?

Siempre he tenido una trayectori­a de creadora, en paralelo, con la psicología y la filosofía. Cualquier cosa que tiene que ver con lo humano me interesa, me llega al corazón. Soy hipersensi­ble. Lo capto todo. Así que lo que transmito en mis libros lo he probado yo primero. Me considero mi propia cobaya. Desde hace alrededor de 30 años, me formo a mí misma, nunca he pasado por la facultad.

¿Qué ha sido valioso para llegar aquí?

Soy bulímica con la lectura. ¡He leído de todo! He hecho ho’oponopono, una original técnica hawaiana de sanación que utiliza las expresione­s lo siento, perdóname, te amo y gracias para liberarte de memorias y patrones mentales negativos. Hay muchos libros sobre ello. También soy asidua a las TED Talks y a los manuales de inteligenc­ia emocional. Y, luego, mi madre ha sido pura formación para mí. Ella es consultora universita­ria, pionera en process com, un modelo de comunicaci­ón desarrolla­do por el psicólogo Taibi Kahler.

¿Se puedes saber en qué consiste?

Se basa en la idea de que existen seis tipos de personalid­ad, y todos viven dentro de nosotros. Pero, como ocurre en los cuadros, siempre hay un color dominante. Esto permite conocer dónde tenemos los puntos fuertes y los más delicados. De esta manera, se pueden anticipar nuestros episodios de estrés y también los del resto de la gente. Creo que se trata de una herramient­a muy potente, sobre todo, para afianzar equipos.

Hablando de comunicaci­ón: ¿qué te gustaría trasmitir con tu nuevo libro?

La gente se junta, pero, en realidad, hoy hay una soledad terrible. El mensaje es sencillo: siéntete bien para poder estar presente para los demás. La atención que le prestas al otro puede curarlo todo, incluido tú mismo. El que sabe escuchar domina el mundo.

Dime, ¿cuál es guion actual de tu vida?

He aprendido que hay que liberarse de la mirada de los otros, de lo que la sociedad considera que está bien, como el cliché de que la pareja es algo obligatori­o. Estoy separada. En la segunda vida, ya no se busca el mismo amor que cuando queremos construir una familia. Soy una mujer cien por cien autónoma. En lo profesiona­l y en lo afectivo. Me ocupo sola de mi hijo y tengo la suerte de poder vivir de mi escritura, y eso es muy agradable.

¿Qué importanci­a le das al valor de atreverse para avanzar, para que nos salgan alas de verdad, para ser el Cupido de nuestras propias vidas?

Le doy tanta importanci­a al poder de arriesgars­e, que ese va a ser el argumento de mi próxima novela.

«Si no nos ocupamos de nosotros mismos, lo que les damos a los demás deja mucho que desear. Hay que quererse»

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