SOBRE RUEDAS Nos subimos a la fiebre del patinete eléctrico.
Rápido, ecológico y muy fácil de manejar, el patinete eléctrico ha puesto patas arriba el paisaje urbano, en sintonía con una sociedad cada vez más fluida y que pide ciudades sin humos ni atascos. Analizamos un fenómeno que no ha hecho más que empezar.
El patinete eléctrico causa furor. También entre las modelos y las influencers: es el vehículo favorito de Caroline Daur y Winnie Harlow, el escogido por Chiara Ferragni para desplazarse por las calles de París durante la Fashion Week del pasado otoño. Sí, a pesar de las polémicas surgidas a su alrededor (algunos conductores son un peligro público), poco a poco va imponiéndose en el paisaje urbano, especialmente, entre los jóvenes de las grandes capitales. Por eso, no resulta extraño que la revista The New Yorker le dedicase la portada de su número de julio, protagonizada por un hipster de manual (la mochila, la barba, las gafas, los tatuajes) subido a una máquina con dos ruedas XS. Es el Homo patinetus. «Aparte de en un signo de modernidad, el patinete se ha convertido en un símbolo de libertad, ya que permite al usuario moverse por todas partes –apunta Vincent Grégoire, experto en tendencias de la agencia NellyRodi–. Quienes lo utilizan con regularidad tienen la sensación de haber adoptado un nuevo modo de vida, de ser una especie de pioneros». Vale, quizá no se trate de un invento comparable al fuego, la escritura, la imprenta o internet ni de una hazaña al nivel de la del Apolo 11, pero este discreto vehículo está en condiciones de marcar un antes y un después. Cuenta con una legión de fans que defiende con entusiasmo lo práctico y lo rápido que es y que destaca de él dos pros incontestables: no necesitas buscarle plaza de aparcamiento y garantiza que, si lo deseas, los viajes sean de puerta a puerta.
«Hace diez años, el patinete no era eléctrico ni de alquiler. Y apenas existían modelos para adultos. Sin embargo, hoy en día responde a una necesidad y (casi) sustituye la acción de caminar», explica Benjamin Pradel,
sociólogo de la empresa especializada en estudios urbanos Kaléido’scop. Nicolas Louvet, fundador de la consultora 6t, va más allá: «Diría que la persona que circula en patinete es un peatón mejorado. Se beneficia de algunas ventajas de ir a pie... mucho más deprisa». Con el aliciente del free floating: te montas en uno en la calle y lo sueltas donde te apetezca (literalmente). «El medio de transporte en cuestión refleja el espíritu de una generación que no quiere complicarse, que está inmersa en algo así como una rebelión», continúa Vincent Grégoire. Se refiere a gente que desea ir y venir cuando le parezca oportuno, bajarse del autobús si hay un atasco, agarrar un patinete para salir del embotellamiento y abandonar el vehículo apoyado en una fachada al llegar a su destino. «Esta forma de desplazarse responde a las demandas de una sociedad en la que priman lo rápido y el just in time –explica Benjamin Pradel–. Planificamos menos los traslados, pero necesitamos ser puntuales. Queremos ser fluidos y flexibles, en sintonía con el entorno laboral actual. Sin olvidar el componente lúdico que implica deslizarse por la ciudad y redescubrirla». ¿Y existe un uniforme que vaya con todo esto, un dress code para patinar? «Hablamos de una actividad que se asocia automáticamente a la ropa sport –sostiene Vincent Grégoire–, porque es la más cómoda a la hora de maniobrar y de esquivar posibles obstáculos». En este sentido, los grandes ganadores son las zapatillas, las mochilas, las riñoneras, el chándal, las cazadoras. La buena noticia es que, al no tener que pedalear (ni sudar), puedes pasearte sin problema con falda y tacones o con el estilismo que te pida el cuerpo. Suena bien, ¿no?