Miren Arzalluz
La investigadora nos cuenta cómo es estar al frente de la gran institución de la historia del vestir en París, el Palais Galliera, a punto de abrir sus puertas tras dos años de restauración.
Se define como algo excéntrica en la ropa y aburrida en sus aficiones, porque el amor a la gastronomía, siendo de Bilbao, lo lleva de serie. Con su cazadora de cuero como fiel aliada, los labios pintados de rojo y la melena platino, Miren Arzalluz (1978) se mueve por los laberínticos pasillos del Palais Galliera, el museo de la moda de París, de titularidad pública, como una exhalación. Son sus oficinas desde que, en enero de 2018, tomó el relevo de su amigo Olivier Saillard. Una elección que rompía con unos cuantos esquemas en el siempre rígido establishment parisino: una mujer que no había sido directora antes, que no era francesa ni funcionaria. «Pasé un proceso de selección normal, con entrevistas y una evaluación de mi proyecto para el centro. Pero tengo que reconocer que fue una decisión muy valiente», dice la antigua responsable del Museo Balenciaga, en Guetaria, que se formó en Política Comparada en Londres. Lo mejor del nombramiento de esta gran experta e investigadora fue su cometido: cerrar la institución durante dos años para renovarla corporal y espiritualmente y dotar al organismo de un doble espacio con una exposición permanente y una programación de temporales. Por fin, esta primavera abrirá sus puertas con una muestra de excepción dedicada a la figura y el trabajo de Gabrielle Chanel. Ya ves la luz al final del túnel... ¿En alguna ocasión pensaste que estabas gestionando un centro vacío?
(Ríe a carcajadas). Aquí no hay ningún día normal. No paramos: preparamos la reapertura, las citas de los siguientes tres años, los proyectos en paralelo, las giras...
¿Cuál es el primer reto del nuevo Galliera?
Proveerlo de una colección permanente y hacerla tan rigurosa como atractiva; que sea capaz de interesar al público tanto la primera como la tercera vez que la visite.
A este desafío se suma otro: los fondos textiles, que, por motivos de conservación, nunca son realmente permanentes. Poseemos telas desde el siglo XVII.
¿Por qué es difícil constreñir el concepto de moda?
Porque es muy vasto. Tiene mucho que contarnos de nuestra historia, nuestra sociedad y nosotros mismos. Moda son las tendencias, la industria... Es Balenciaga, y Zara y un chándal. Es un fenómeno, una fábrica de sueños con un componente creativo innegable y en la que existen genios que, a partir de lo que expresan, producen inquietudes.
¿Como cuáles?
La moda te obliga a empaparte de la cultura, la economía y la política del momento. Son tantas disciplinas las que se entremezclan en su recorrido que es una manera bastante global de abordar un periodo. Me fascina que algo que se considera frívolo sea en realidad un crisol de diversas cosas.
¿Y cuándo dejaste a Adam Smith y John Locke por Fortuny y Paul Poiret?
He conocido con intensidad la política de los últimos 25 años (su padre fue Xabier Arzalluz, presidente del PNV de 1980 a 2004). Me interesa, pero la veo como un compromiso vital. Sentía que no era mi camino. Frente a mi escuela de Londres estaba el Courtauld Institute of Art, una institución mítica dedicada sólo al estudio del arte, y una de sus especialidades era Historia del Vestido. Me atrapó. Piensa que viví la Tercera Vía de Tony Blair, organizamos reuniones con Kofi Annan, Bill Clinton... Y estas experiencias han sido clave porque me han ayudado a entender determinados aspectos de la moda y han enriquecido mi visión como investigadora.
« La moda tiene mucho que contarnos de nuestra sociedad. Moda son las tendencias, la industria... Es Balenciaga, y Zara y un chándal. Me fascina que algo que se considera frívolo sea, al final, un crisol de tantas cosas
¿Y cómo valoras la realidad a través de los pespuntes?
Necesitamos más voces propias, más rebeldía... Aunque, en este preciso instante, la intensidad es tal que resulta imposible pararse a comprender el estilo y la profundidad de lo que puedan estar expresando ahora los diseñadores.