ELLE

MARRUECOS

Desierto, río, playa o montaña. ¿Por qué elegir? Emprendemo­s una ruta de lujo que lo OFRECE TODO en pocos días.

- POR ALMUDENA ÁVALOS. FOTOS: PABLO SARABIA

Ruta definitiva entre desierto, mar y montaña.

LAS DUNAS SIEMPRE SOBRECOGEN. EN ELLAS SE DISFRUTA DE NOCHES ESTRELLADA­S APABULLANT­ES Y DE AMANECERES DE 360 GRADOS

Hay paisajes que transforma­n para siempre tu manera de mirar. Y no están tan lejos como imaginas. En Marruecos te sobrecoger­án la honestidad del desierto, la dignidad de las casbas centenaria­s, las kilométric­as playas de la costa Atlántica, la magia de los palmerales y la amabilidad de su gente (spoiler: cuando regreses de este viaje, no serás la misma persona). La ciudad de Uarzazat, ubicada en la subcordill­era del Alto Atlas, es famosa por ser la entrada al desierto del Sahara y un buen lugar para iniciar rutas como la de las gargantas del Todra. En estos cañones naturales, paraíso de senderista­s, una se siente una miniatura rodeada de paredes de piedra que buscan acariciar el cielo. A pocos kilómetros de ellas, se pasa de la dureza de las rocas a los bailes de las hojas del palmeral de Skoura, un oasis habitado por decenas de fortificac­iones bereberes, llamadas casbas. En algunas viven familias, otras han caído en el abandono y las que han corrido mejor suerte se han convertido en hoteles. Dar Ahlam, casba con más de 200 años de antigüedad, alberga 14 habitacion­es de lujo y forma parte de la exclusiva ruta que organiza la agencia española Elefant Travel. Abandonar este idílico palmeral sería traumático si no fuera porque en el desierto espera un campamento de ensueño entre dunas. Cuando los ojos sólo alcancen a ver arena y cielo, significar­á que ya has llegado. Aquí puedes esconderte de ti misma y emprender un viaje interior.

Tras descubrir la espectacul­aridad de una noche estrellada y un amanecer de 360 grados, salir de las dunas depende del bolsillo de cada cual: a

pie, en coche, en camello... o en helicópter­o. Dejando atrás uno de esos lugares difíciles de olvidar en la vida, se atraviesan pequeños pueblos hechos de adobe, como se construía hasta el siglo pasado en las zonas rurales españolas. A lo largo del camino, los burros cargados de todo tipo de materiales, las mujeres lavando en el río y los escolares caminando por ambos lados de la carretera hablan de la cotidianei­dad real de sus habitantes. Así se llega a Ait Ben Hadu, donde hay que frotarse los ojos para cerciorars­e de que es real lo que se ve: una preciosa casba rosada, protegida por la Unesco, emerge como un decorado bíblico. En ella se han rodado películas como Lawrence de Arabia, La joya del Nilo y Gladiator. A primera hora la mañana, cuando las tiendas aún no han abierto, los

IMPONENTE, LA CIUDAD FORTIFICAD­A DE AIT BEN HADU ES UN ESPACIO DE POSTAL EN EL QUE PARECE QUE EL RELOJ SE HA PARADO

lecheros cruzan el río con sus cántaras y convierten el exterior de la fortificac­ión en una postal congelada en el tiempo. La kilométric­a y abrupta orografía del Atlas se hace paso: las montañas, rojas y verdes, impregnan el paisaje de una personalid­ad hipnótica. Por momentos parece que estamos ante una instalació­n de Olafur Eliasson, pero la naturaleza siempre supera al arte. La siguiente parada rumbo al océano Atlántico es Aoujou, en la provincia de Tata. En la loma de una de sus montañas se camufla la acogedora Maison des Arganiers, un hotel de exquisito diseño construido con la misma piedra de su entorno. Para desayunar organizan un pícnic entre árboles de argán, frente al Anti-Atlas, con su perenne niebla deslizándo­se a sus pies. Con las pilas recargadas, en la ruta hacia la costa el paisaje se transforma hasta mutar en mar. Ya en la playa de Legzira, mirando al océano, junto a un puente de piedra esculpido por el viento, no será fácil despedirse de Marruecos. Esta estampa debería descansar en todos los salvapanta­llas de los ordenadore­s de oficina. Para recordarno­s cada mañana que la vida está ahí, donde la naturaleza nos revela quiénes somos. ■

ALGUNAS CASBAS DE ADOBE HAN MUTADO EN HOTELES DE LUJO. OTRAS, TODAVÍA HABITADAS, SON PUEBLOS PINTORESCO­S

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En el desierto de Merzouga, en Marruecos, se levanta el exclusivo campamento de Dar Ahlam, que ofrece la agencia Elefant Travel (elefant.com.es).
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Exterior de Dar Ahlam, una antigua casba transforma­da en un exclusivo hotel con 14 habitacion­es (darahlam.com).
En el desierto de Merzouga, en Marruecos, se levanta el exclusivo campamento de Dar Ahlam, que ofrece la agencia Elefant Travel (elefant.com.es). Exterior de Dar Ahlam, una antigua casba transforma­da en un exclusivo hotel con 14 habitacion­es (darahlam.com).
 ??  ?? 1 1. Durante la ruta, no puede faltar el té en el desierto. 2. El palmeral de Skoura. 3. Detalle de una casba habitada. 4. La granada es uno de los frutos típicos de la zona. 5. El puente de piedra de la playa de Legzira.
1 1. Durante la ruta, no puede faltar el té en el desierto. 2. El palmeral de Skoura. 3. Detalle de una casba habitada. 4. La granada es uno de los frutos típicos de la zona. 5. El puente de piedra de la playa de Legzira.
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1. Panorámica de la subcordill­era del Alto Atlas. 2. El hotel Dar Ahlam.
3. Especias típicas.
4. Interior de la Maison des Arganiers (darahlam. com). 5. La Maison de l’Oasis (darahlam.com).
1 1 2 1. Panorámica de la subcordill­era del Alto Atlas. 2. El hotel Dar Ahlam. 3. Especias típicas. 4. Interior de la Maison des Arganiers (darahlam. com). 5. La Maison de l’Oasis (darahlam.com).
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 ??  ?? 1 1. Un acogedor rincón de la Maison de l’Oasis, creada por Studio KO. Al hotel se accede después de recorrer un laberinto de palmeras, canales, huertos y paredes de adobe. 2. Pícnic en el lago Mansour. 3. Los camellos hacen una pausa para comer antes de abrirse camino por el desierto de Merzouga. 4. Tinajas tradiciona­les en el patio interior de una casba habitada. 5. Limones en un mercado típico.
1 1. Un acogedor rincón de la Maison de l’Oasis, creada por Studio KO. Al hotel se accede después de recorrer un laberinto de palmeras, canales, huertos y paredes de adobe. 2. Pícnic en el lago Mansour. 3. Los camellos hacen una pausa para comer antes de abrirse camino por el desierto de Merzouga. 4. Tinajas tradiciona­les en el patio interior de una casba habitada. 5. Limones en un mercado típico.
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3 1. Amanece en la imponente ciudad fortificad­a de Ait Ben Hadu. 2. El granero de Aït Kine. 3. La Maison Rouge (darahlam. com) se alza en el valle de las Mujeres, en Tata. Es otro de los puntos para recargar pilas en la ruta por el sur de Marruecos. 4. Entrada de la Maison de l’Oasis.

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