MARRUECOS
Desierto, río, playa o montaña. ¿Por qué elegir? Emprendemos una ruta de lujo que lo OFRECE TODO en pocos días.
Ruta definitiva entre desierto, mar y montaña.
LAS DUNAS SIEMPRE SOBRECOGEN. EN ELLAS SE DISFRUTA DE NOCHES ESTRELLADAS APABULLANTES Y DE AMANECERES DE 360 GRADOS
Hay paisajes que transforman para siempre tu manera de mirar. Y no están tan lejos como imaginas. En Marruecos te sobrecogerán la honestidad del desierto, la dignidad de las casbas centenarias, las kilométricas playas de la costa Atlántica, la magia de los palmerales y la amabilidad de su gente (spoiler: cuando regreses de este viaje, no serás la misma persona). La ciudad de Uarzazat, ubicada en la subcordillera del Alto Atlas, es famosa por ser la entrada al desierto del Sahara y un buen lugar para iniciar rutas como la de las gargantas del Todra. En estos cañones naturales, paraíso de senderistas, una se siente una miniatura rodeada de paredes de piedra que buscan acariciar el cielo. A pocos kilómetros de ellas, se pasa de la dureza de las rocas a los bailes de las hojas del palmeral de Skoura, un oasis habitado por decenas de fortificaciones bereberes, llamadas casbas. En algunas viven familias, otras han caído en el abandono y las que han corrido mejor suerte se han convertido en hoteles. Dar Ahlam, casba con más de 200 años de antigüedad, alberga 14 habitaciones de lujo y forma parte de la exclusiva ruta que organiza la agencia española Elefant Travel. Abandonar este idílico palmeral sería traumático si no fuera porque en el desierto espera un campamento de ensueño entre dunas. Cuando los ojos sólo alcancen a ver arena y cielo, significará que ya has llegado. Aquí puedes esconderte de ti misma y emprender un viaje interior.
Tras descubrir la espectacularidad de una noche estrellada y un amanecer de 360 grados, salir de las dunas depende del bolsillo de cada cual: a
pie, en coche, en camello... o en helicóptero. Dejando atrás uno de esos lugares difíciles de olvidar en la vida, se atraviesan pequeños pueblos hechos de adobe, como se construía hasta el siglo pasado en las zonas rurales españolas. A lo largo del camino, los burros cargados de todo tipo de materiales, las mujeres lavando en el río y los escolares caminando por ambos lados de la carretera hablan de la cotidianeidad real de sus habitantes. Así se llega a Ait Ben Hadu, donde hay que frotarse los ojos para cerciorarse de que es real lo que se ve: una preciosa casba rosada, protegida por la Unesco, emerge como un decorado bíblico. En ella se han rodado películas como Lawrence de Arabia, La joya del Nilo y Gladiator. A primera hora la mañana, cuando las tiendas aún no han abierto, los
IMPONENTE, LA CIUDAD FORTIFICADA DE AIT BEN HADU ES UN ESPACIO DE POSTAL EN EL QUE PARECE QUE EL RELOJ SE HA PARADO
lecheros cruzan el río con sus cántaras y convierten el exterior de la fortificación en una postal congelada en el tiempo. La kilométrica y abrupta orografía del Atlas se hace paso: las montañas, rojas y verdes, impregnan el paisaje de una personalidad hipnótica. Por momentos parece que estamos ante una instalación de Olafur Eliasson, pero la naturaleza siempre supera al arte. La siguiente parada rumbo al océano Atlántico es Aoujou, en la provincia de Tata. En la loma de una de sus montañas se camufla la acogedora Maison des Arganiers, un hotel de exquisito diseño construido con la misma piedra de su entorno. Para desayunar organizan un pícnic entre árboles de argán, frente al Anti-Atlas, con su perenne niebla deslizándose a sus pies. Con las pilas recargadas, en la ruta hacia la costa el paisaje se transforma hasta mutar en mar. Ya en la playa de Legzira, mirando al océano, junto a un puente de piedra esculpido por el viento, no será fácil despedirse de Marruecos. Esta estampa debería descansar en todos los salvapantallas de los ordenadores de oficina. Para recordarnos cada mañana que la vida está ahí, donde la naturaleza nos revela quiénes somos. ■
ALGUNAS CASBAS DE ADOBE HAN MUTADO EN HOTELES DE LUJO. OTRAS, TODAVÍA HABITADAS, SON PUEBLOS PINTORESCOS