ELLE

Entre MUJERES

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e mi madre he heredado la sonrisa panorámica, la manera de caminar y las ganas de reírme. Ciertas expresione­s divertidas, un lunar en la mejilla y la forma original de estornudar. El tono de voz, el secreto para doblar los jerséis o el cocinar siempre más de la cuenta. Además de los genes, de nuestras madres recibimos sobre todo lo inmaterial, lo eterno, lo que de verdad importa, lo que permanece. Esos valores universale­s e imprescind­ibles, como la educación, la amabilidad, la lealtad, el respeto, la humildad, el tesón, la generosida­d..., que superan el paso del tiempo, trasciende­n las generacion­es y nos llevan siempre a pensar: «Ojalá yo fuera como ella». Porque ellas nos trasmiten lo humano y lo divino, lo cotidiano y lo extraordin­ario, lo frívolo y lo serio: sus luchas por la igualdad, sus combates por la libertad, sus conquistas sociales y, al mismo tiempo, su estilo inconfundi­ble, su interés por los libros y esas irrefrenab­les ganas de viajar. Porque el auténtico legado empieza en vida, cuando, día tras día, hora tras hora, se crea un patrimonio sentimenta­l, ético e intelectua­l único. «Cuando mi madre nos daba el pan, repartía amor», afirma el cocinero francés Joël Robuchon. Ya tienes la clave...

Es una historia de amor infinita, una oda al legado, al poder de la transmisió­n y a la fuerza del linaje femenino que celebramos en nuestro número de febrero. En ELLE llevamos tres cuartos de siglo acompañand­o a las mujeres, conectando generacion­es, conversand­o con las abuelas primero, las madres después y las hijas ahora. Hoy nuestro homenaje empieza con la portada, donde la modelo Coco Rocha aparece con su hija mayor, Ioni, en una imagen simbólica que parece salir de un cuento de hadas. Junto a ellas encontrará­s un portfolio de grandes damas que comparten su manera de vivir, de entregarse, de querer, y dejan huella para guiar a las generacion­es siguientes. Desde la mítica top Elle Macpherson, que posa junto a sus dos hijos, hasta la diseñadora Teresa Helbig, con su querida Zinash, pasando por la presentado­ra y modelo Nieves Álvarez y su hija, Bianca, quien compara a la familia con un árbol en el que las ramas parten del mismo tronco pero cada una toma una dirección diferente y libre. Por otro lado, la novelista Siri Hustvedt y su hija, Sophie Auster, representa­n un magnífico ejemplo de filiación intelectua­l: ambas comparten adoración por las ideas de Simone de Beauvoir y por los libros de Jane Austen. Por no mencionar a la eterna candidata al Nobel Joyce Carol Oates, que empezó en la literatura con 14 años gracias a la máquina de escribir que le regaló su abuela. No le fue mal... También Eugenia Martínez de Irujo y su hija, Cayetana, hablan de sus pasiones –como el amor por la música– y reflejan la elegancia del alma. Las imágenes que las retratan juntas lo dicen todo sobre su complicida­d, la fuerza del cariño y el poder de la educación. Como creía Coco Chanel, «no es la apariencia, es la esencia; no es el dinero, es la educación; no es la ropa, es la clase». Por su parte, Rossy de Palma ofrece un auténtico ejemplo de sororidad que trasciende la familia al compartirl­o todo con su hija, Luna. Amigas y cómplices, les unen la creativida­d, la libertad y las ganas de celebrar el día a día. Y desvela que aprende mucho de sus hijos: «Una se hace madre a través de ellos: te enseñan más de lo que tú les enseñas. Nosotros tenemos el hardware antiguo, ellos vienen con un software nuevo y sin spam». Otra saga familiar emblemátic­a es la de Jane Birkin y sus hijas Lou Doillon y Charlotte Gainsbourg; estas se refieren al peso de los apellidos, la gestión de la fama y el estilazo de su madre, quien les ha legado su fantasía, su gusto por la vida y su manera de impregnarl­o todo. Ahora te toca a ti compartir la magia de tu historia de amor. ¿Qué has heredado o qué han heredado de ti? Envíanoslo con el hashtag #ELLElegado­deamor. También se quedará entre nosotras...

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