Lo normal
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Jean McConville tenía treinta y ocho años cuando desapareció, y se había pasado casi media vida embarazada o recuperándose de un parto. Dio a luz a catorce hijos y perdió a cuatro de ellos; así pues le quedaron diez, de edades comprendidas entre los veinte años de Anne, la mayor, y los seis de los mellizos Billy y Jim. Traer al mundo a diez hijos, y no digamos ya criarlos, puede parecer una verdadera hazaña, pero hablamos de Belfast en el año 1972, donde eran habituales las familias ultranumerosas y desorganizadas, así que Jean McConville no aspiraba a conseguir ningún premio. Y ninguno le dieron». Este es el comienzo de No digas nada, de Patrick Radden Keefe, una historia real. Tanto Jean como sus hijos son víctimas del conflicto de Irlanda del Norte, que suma más de 3.500 muertos. Es un trabajo periodístico que reúne la voz de cientos de testigos que vivieron los años de Los Troubles, los problemas, un raro eufemismo para los actos de terror que sucedieron en el conflicto de baja intensidad de Belfast. Terroristas, políticos, policías y ciudadanos cuentan su versión contra la máxima sobre la que se construyó la paz (y también la guerra) de No digas nada. Una absurdez como tantas otras que trajo ese enfrentamiento, pero que los norirlandeses acabaron aceptando como algo normal. Por ejemplo, el gobierno de Tatcher prohibió que se hablara del IRA en la radio o en la tele, lo que suponía que no podían emitir la voz de Jerry Adams (líder del partido político Sinn Féin). ¿La solución? Los medios decidieron doblarlo. Así que eran sus imágenes, sus palabras, pero la voz de otro. El proceso de paz se construyó sobre el silencio pero Patrick Radden Keefe lo dinamita a cada página. Empezando por cuestionar la historia del propio Jerry Adams que asegura no haber formado parte del IRA, da voz a algunos de los terroristas más conocidos de aquellos años, a una policía estatal abusiva o a los propios hijos de Jean McConville. Un libro de no ficción que se lee como una novela, pero te quita el aliento a cada página al saber que lo que cuenta era verdad, o una parte de ella. Nadie se libra cuando una sociedad se acostumbra a la violencia. ¿Hasta dónde pueden justificarte unos ideales? ¿Durante cuánto tiempo? ¿Cuántos muertos? ¿Qué muertos? ¿Y si te equivocas de muerto? ¿Cómo no se equivoca uno de muerto?