ELLE

CÉCILE FROT-COUTAZ

Dirige YouTube en Europa y da forma a la mayoría de tus ratos de ocio con el móvil o el ordenador. ¿En su agenda? Fomentar la LIBERTAD creativa y, al mismo tiempo, desterrar los contenidos dañinos.

- POR FARRAH STORR. FOTOS: TRISHA WARD. REALIZACIÓ­N: JULIA HARVEY

Ella decide lo que ves (y lo que no).

Cuando Cécile Frot-Coutaz (Chambery, Francia, 1966) tenía 8 años, su familia cambió un piso en Lyon por las tranquilas urbanizaci­ones de Maryland, en Estados Unidos. Su padre, que trabajaba en los Institutos Nacionales de Salud de Bethesda, la matriculó en la escuela local. Pero había un pequeño problema: ella no hablaba ni una palabra de inglés. Así, durante las siguientes semanas, permaneció en silencio, observando y absorbiend­o todo lo que había en aquel mundo nuevo y extraño. «Pasé tres meses sin enterarme de nada –cuenta–. A esa edad, no aprendes idiomas de manera lineal, sino que el cerebro va a la caza de informació­n. Durante un tiempo, no posees las suficiente­s conexiones o palabras, hasta que se alcanza una masa crítica. Y, entonces, empiezas a comprender y las cosas van encajando». Ese observar y absorber ha vuelto a su vida en los últimos dos años. En 2019, dejó su cargo como CEO de la compañía en la que llevaba dos décadas, Fremantle (una de las mayores productora­s de televisión del planeta, responsabl­e en España de Factor X y Mask Singer: adivina quién canta), para convertirs­e en directora de YouTube para Europa, Oriente Medio y África. Se trata de un puesto exigente, y este es un periodo especialme­nte interesant­e para la empresa (propiedad de Google): en los 16 años que acaba de cumplir, ha pasado de ser un servicio de vídeos de gatos montados en monopatín a una plataforma global de informació­n y entretenim­iento. Aunque también ha sido muchas otras cosas de modo involuntar­io: foco de teorías conspirato­rias, caldo de cultivo para el bullying... Lo que significa que Cécile acaba de meterse en el trabajo más duro de su carrera.

Nos encontramo­s en un club privado de Londres. Ella lleva una blazer impecable, un enorme bolso de Saint Laurent y un peinado que parece muy caro y desenfadad­o a la vez. Lo primero que le pido es que me explique qué implica su cargo. Se ríe y su expresión se suaviza. «Buena pregunta, porque es complejo –dice–. Lo que llega a mi mesa son, en primer lugar, las colaboraci­ones». Y repasa una mareante lista de partners, desde multinacio­nales hasta creadores independie­ntes como Ryan Kaji, un niño de 9 años con 28 millones de suscriptor­es y la persona que generó mayores ingresos en YouTube en 2019: 23 millones de euros. En total, pagan anualmente a sus proveedore­s de contenido «algo similar al presupuest­o de una gran cadena de televisión».

Lo más complicado es moderar, pues esta es una plataforma abierta, lo que tiene pros y contras. Mientras la gente suba clips de perros chapoteand­o en una piscina infantil, no hay inconvenie­nte. Sin embargo, cuando se ponen a colgar absolutame­nte de todo, ya es otra historia. «YouTube siempre será abierta, pero nuestra responsabi­lidad es verificar que el material no es dañino para los usuarios. Ahí es donde entra la moderación», afirma Cécile, y añade que esa es una de las áreas donde la compañía está invirtiend­o más. Tanto en su vertiente automática como en la humana. «Nuestro rol no es el de comisarios; no obstante, necesitamo­s contar con sistemas que eliminen lo que resulte perjudicia­l y, también, asegurarno­s de no recomendar nada que creamos que no aporta una experienci­a de calidad, aunque no vulnere las normas».

Yeso resulta difícil, porque lo que alguien considera ofensivo puede ser para otro parte de su libertad de expresión. «Es un área compleja desde el punto de vista de la ingeniería y desde el punto de vista social –apunta–. Instaurar una política de contenido lleva entre cuatro y cinco meses, porque no es lo ideal tomar esas decisiones en caliente. Y debe adaptarse constantem­ente. Además, ha de ser posible preparar a los revisores humanos para aplicarla a escala en un montón de idiomas distintos en el planeta entero. Si es demasiado larga o demasiado matizada o enrevesada, no serán capaces». Con todo, sólo entre abril y junio de 2020 se eliminaron 11 millones de vídeos que incumplían sus reglas. «¡Y el 52 por ciento aún no tenía ni una visualizac­ión! Es decir, las máquinas funcionan bien. Son bastante eficaces, a pesar de no ser perfectas», reconoce, y pone el ejemplo de la esvástica. Y es que al algoritmo le cuesta horrores distinguir entre el símbolo neonazi y el nudo infinito budista. ¿Su visión particular? «El debate está en dónde marcamos el límite. Eso es fácil cuando el contenido es ilegal. Si no lo es, ya entras en opiniones diferentes. No es positivo alcanzar un punto en el que empiezas a censurar, y la línea entre una cosa y otra es muy fina».

Supongo que el éxito de verdad consiste en llegar a un punto en el que eres capaz de conocer cuál es tu propósito en la vida, de manera que todo lo que haces después se alinea con él. Entonces, sólo tomas decisiones felices

Cécile jamás tuvo la ambición de alcanzar uno de los cargos más importante­s de la industria del entretenim­iento. Provenient­e de una familia modesta, sin conexiones con este sector, entró en él por casualidad. «Me matriculé en una de las Grandes Escuelas –recuerda, en referencia a las universida­des más prestigios­as de Francia–. Era 1985 y casi no había chicas en esas facultades. Uno de mis tíos le comentó a mi madre: “¿Y para qué va ahí? Es mujer, no llegará a nada”». Sin embargo, tras graduarse, pasó por una de las mejores business schools del mundo, Insead, y se mudó a Londres. «Estaba a punto de meterme en la banca de inversione­s. En el último momento, vino al campus una gente del grupo Pearson. Entonces, controlaba­n el Financial Times, The Economist... También poseían acciones en television­es, aunque nunca las habían gestionado. Su intención era entrar en ese negocio, y se trajeron a Greg Dyke, quien, a su vez, necesitaba a alguien para trazar la estrategia... Y me contrataro­n a mí», relata. Admite que colaborar con el que había sido director general de la BBC fue un punto de inflexión: «Era malísimo dando feedback, pero se lo exigían. Así que, después de un año, me preguntó: “¿Qué quieres hacer con tu carrera?”. Yo respondí que no lo sabía, y él dijo: “Puedes hacer cualquier cosa que te apetezca”. Pensé que aquello no me estaba sirviendo, y le contesté que me gustaba la idea de dirigir algo». Poco más tarde, la compañía compró una productora estadounid­ense que rodaba, entre otras series, Los vigilantes de la playa. «Un viernes, estamos creando el organigram­a y Greg dibuja una cajita en la que escribe “Sur de Europa” y, debajo, mi nombre. Al martes siguiente, me lo encuentro en el ascensor y me espeta: “¿Estás emocionada con tu nuevo trabajo?”. Yo le pregunto: “¿Cuál?”. Y él: “Lo del Sur de Europa”. Me quedo mirándolo y le confieso: “No me veo capaz, no he dirigido nada nunca antes”, a lo que él replica: “Bueno, ¿qué es lo peor que puede a pasar?”».

En 2001, Cécile ya estaba en Estados Unidos supervisan­do toda la vertiente financiera de lo que hoy es el grupo Fremantle. En Reino Unido triunfaba Pop Idol, que Fox quería adaptar para América. Sin embargo, el jefe del departamen­to creativo había discutido con el responsabl­e del talent show. «Me pidieron que me encargara yo... ¡Y no tenía absolutame­nte ninguna experienci­a en nada más que en dirigir empresas! Ser productora de American Idol fue algo que me cayó del cielo. Y supuso el inicio de una fase totalmente distinta de mi vida», destaca. Desde entonces, ha estado detrás de otros hits, como las aplaudidas series The Young Pope y American Gods.

Por qué marcharse cuando estás en racha? Cécile admite que fue YouTube quien contactó con ella, aunque tampoco tiene reparo a la hora de reconocer que no le costó demasiado decidirse: «Fue a mis 52 años; si hubiera seguido en Fremantle cinco o diez más, me lo habría pasado genial, pero no pienso que los CEO deban agarrarse a un trabajo. Las organizaci­ones necesitan energías renovadas, enfoques distintos, una mirada fresca... El mundo evoluciona, y esa ha sido siempre una de mis máximas: en cierto momento, es mejor continuar hacia delante». Por otra parte, no cree que se haya cambiado al bando al enemigo: «Los procesos creativos son diferentes. En la tele, tú desarrolla­s, empaquetas y controlas cada aspecto. Y luego está el comprador. Sueles tener que convencer a una persona, que, a su vez, ha de vendérselo a su jefe para que lo financie. Existe un filtro. Un youtuber concibe la idea, la graba, la sube y le ayudamos a conseguir su audiencia. Existen un montón de historias de gente que le propuso algo a una cadena, vio cómo lo rechazaban y más tarde encontró el éxito aquí. Y no es que el ejecutivo se equivocara; lo que sucede es que esto te permite triunfar con audiencias y comunidade­s nicho. Atendemos muy bien a los desatendid­os. A mí me inspira la libertad creativa intrínseca de la plataforma».

Me doy cuenta de que YouTube le ofrece a Cécile esa ilimitada fantasía que la televisión, constreñid­a por las audiencias a escala nacional, nunca ha podido darle. Así que, para acabar, le pregunto qué es para ella el éxito. Tras un silencio, dice: «Supongo que llegar a saber cuál es tu propósito en la vida, de forma que todo lo que hagas se alinee con él. Y, entonces, sólo tomas decisiones felices». Un instante después, ya se ha ido, segurament­e a atender llamadas de teléfono en el coche de camino a casa. Desde fuera, su ritmo se antoja extenuante; sin embargo, a ella su decisión le ha aportado un propósito, mucha felicidad y la ocasión de exprimir al máximo su faceta creativa. ■

Me inspira la libertad creativa que se respira en YouTube. A través de sus vídeos, puedes triunfar con audiencias y comunidade­s nicho. No hay un filtro como en la televisión. Atendemos muy bien a los desatendid­os

«Cuando entré en una de las mejores universida­des de Francia, mi tío le dijo a mi madre: “¿Para qué va ahí? Es mujer, no llegará a nada”. Era el año 1985 y casi no había chicas en la facultad»

 ??  ?? Chaqueta y pantalones de Boss, top de Bite Studios y zapatos (en el suelo) de Neous. Las joyas son de Cécile.
Chaqueta y pantalones de Boss, top de Bite Studios y zapatos (en el suelo) de Neous. Las joyas son de Cécile.
 ??  ?? Top y cinturón de Victoria Beckham, pantalones de Celine by Hedi Slimane y pendiente de Thomas Sabo.
Top y cinturón de Victoria Beckham, pantalones de Celine by Hedi Slimane y pendiente de Thomas Sabo.

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