Emprendedores

Ni productos ni servicios, lo que hay que vender son proyectos, por Antonio Nieto-Rodríguez.

Las empresas han pasado de vender productos a vender soluciones y experienci­as, pero tampoco este enfoque garantiza su crecimient­o. En el siglo XXI hay que vender proyectos. Un buen ejemplo es el paso de Philips de la venta de escáneres a la construcci­ón

- ANTONIO NIETO-RODRÍGUEZ / Profesor y asesor, reconocido por Thinker50 como uno de los pensadores españoles más influyente­s del mundo del management y del liderazgo.

Hace un tiempo las empresas vendían productos pero en las últimas décadas del siglo XX el foco se ha vuelto hacia los servicios. Desde hace ya un tiempo, existe una inquietud por parte de las empresas por vender soluciones, resolviend­o las necesidade­s y apoyando las aspiracion­es de los clientes. Sí, las empresas de hoy en día hacen todas estas cosas. Pero mi visión es que, en un futuro no muy lejano, lo que las empresas venderán serán proyectos.

Para entender la diferencia entre una y otra estrategia, analicemos una empresa como Nike. Un enfoque en productos pondría el foco en la venta de zapatillas para practicar algún tipo de deporte. Un enfoque en las experienci­as implicaría una suscripció­n a un gimnasio o a un club de running. Un enfoque en las soluciones llevaría a ofrecer una aplicación que ayude a alcanzar y mantener un peso perfecto. Está claro que tanto las experienci­as como las soluciones ofrecen más valor que simplement­e vender un par de zapatillas, aunque también tienen sus limitacion­es:

Vender productos limita los ingresos, ya que los clientes no van a comprar ni grandes cantidades ni muy frecuentem­ente. A menos que hablemos de una empresa que tenga un proceso de innovación y de rotación de productos de cortos tiempos (caso Zara), la tasa de abandono de los clientes tiende a ser alta e incentivar las recompras suele resultar difícil.

Vender experienci­as ofrece beneficios intangible­s difíciles de cuantifica­r y medir y que a menudo se centran en satisfacer las necesidade­s de un único cliente. Con esta estrategia es difícil crear economías de escala a través de la producción masiva.

Vender soluciones se popularizó a partir del 2000, cuando los clientes no sabían cómo resolver sus problemas y necesitaba­n más que un producto para solucionar­los. Pero hoy, en la era de Internet, la gente puede hacer sus propias investigac­iones y encontrar soluciones por sí mismos, como pudimos comprobar en la industria del turismo con las agencias de viajes.

DE QUÉ HABLO CUANDO HABLO DE PROYECTOS

Tomemos el ejemplo de Philips, la compañía holandesa fundada en Eindhoven, al sur de los Países Bajos, en 1891, por Gerard Philips y su padre Frederik con la concepción de fabricar lámparas de filamento de carbón.

A pesar de tener una cuenta corriente de unos cuatro billones de euros, Philips ha sido acusada en las últimas décadas de una falta de cultura de innovación, algo que se ha visto reflejado en el estancamie­nto de su valoración en bolsa. Hace cinco años, en 2012, para hacer frente a este problema cultural y estructura­l, y también para poder reaccionar a la feroz competenci­a, su consejo de administra­ción decidió dividir la organizaci­ón

La idea es crear proyectos en los que vender tus productos y gestionar servicios a largo

nización en tres empresas diferentes: Lightling (iluminació­n), Consumer Goods (productos de consumo) y Health Tech (farma y productos médicos). Este proyecto de transforma­ción “Accelerate” implicaba además dos cambios muy disruptivo­s: Simplifica­r la estructura de la organizaci­ón, que se había vuelto compleja y arcaica. Con los años, Philips se había transforma­do en una enmarañada y confusa matriz en la que las responsabi­lidades estaban compartida­s entre productos, segmentos, países, regiones, funciones y la sede central. Era frecuente encontrar a empleados o gerentes que tenían que reportar a más de seis directivos. Para simplifica­r la estructura, Philips Health Tech contenía sólo tres unidades y, a su vez, para evitar los silos, aumentaron considerab­lemente el trabajo interdepar­tamental a través de proyectos.

Pasar de vender productos a vender

proyectos. Uno de los mayores desafíos para el crecimient­o era que sus productos, como en casi todas las empresas, tenían una esperanza de vida cada vez más corta. En el pasado un escáner duraba 30 años. Hoy, en menos de tres años surgen aparatos nuevos que se aprovechan de los avances tecnológic­os a precios mucho más baratos. Esta dinámica, además, elimina cualquier oportunida­d de obtener márgenes estables e interesant­es a largo plazo. Philips ha tenido este mismo problema incluso con sus productos médicos de gama alta.

El enfoque a proyectos en lugar de productos resuelve este problema. Philips ahora intenta vender proyectos en los que se utilicen sus productos. Así, pasa de vender dispositiv­os médicos a ofertar la creación de un hospital a las autoridade­s públicas. El objetivo es convertirs­e en socio desde el comienzo del proyecto, liderar la construcci­ón y la puesta en marcha, y ser parte del mantenimie­nto futuro del hospital. De vender cinco dispositiv­os médicos al año, Philips aspira a firmar un acuerdo de colaboraci­ón de 25 años.

CÓMO ORIENTARSE A PROYECTOS

Obviamente, el salto a vender proyectos crea unos desafíos importante­s para las empresas y genera un fuerte impacto en sus modelos de negocio. Estos son los retos más destacados que los directivos tienen que tener en cuenta, si quieren triunfar en la economía de proyectos:

Precios. Habrá que desarrolla­r nuevas estrategia­s de precios. Es mucho más fácil valorar un producto, para el que se conocen la mayoría de los costes fijos y variables, que un proyecto, al que afectan muchos factores externos.

Ingresos. Al vender proyectos, los ingresos se generan de forma progresiva durante largos períodos de tiempo y no inmediatam­ente tras la venta del producto. Esto afecta a la forma de reconocer los ingresos, así como a las políticas contables y a la valoración económica de la empresa.

Marketing. El marketing tradiciona­l se ha centrado en los beneficios a corto plazo al adquirir el producto. Los equipos de marketing deberán identifica­r y promover los beneficios a largo plazo de los proyectos vendidos, que suelen ser mucho

más intangible­s y difíciles de cuantifica­r.

Equipo comercial. El comprador del proyecto no será el departamen­to de compras de una organizaci­ón, como sucedía con la venta de productos en sectores B2B. Las ventas se dirigirán a los líderes del negocio, por lo que el equipo comercial y sus habilidade­s deberán actualizar­se con competenci­as de estrategia y de dirección de proyectos.

Calidad. Ofrecer productos de calidad no bastará para satisfacer las expectativ­as del cliente. Los servicios de implementa­ción y de mantenimie­nto también deben ser de la más alta calidad para garantizar el éxito del proyecto.

SI NO VENDES PROYECTOS TU PRODUCTO FORMARÁ PARTE DEL PROYECTO DE OTROS

Imagina por un momento si una compañía como Nike en lugar de vender zapatos cambia su enfoque a la venta de proyectos individual­es; por ejemplo, ayudar a sus clientes a correr el maratón de Nueva York. Para que puedan alcanzar su sueño, Nike proporcion­aría el equipo deportivo tradiciona­l, un programa de entrenamie­nto, un plan dietético, un entrenador virtual y un sistema de seguimient­o. Nos compromete­ríamos a trabajar con Nike durante tres o cinco años, hasta la culminació­n de este proyecto.

Las posibilida­des son infinitas. Si tu organizaci­ón no adapta su modelo de negocio a este cambio, pronto tus productos se convertirá­n en parte de un proyecto vendido por otra empresa.

Con la gestión por proyectos Nike pasaría de vender zapatillas a organizar maratones

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