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HARVARD BUSINESS REVIEW

Los autores de este artículo analizan qué impacto real tendrá en el comercio minorista la llegada de los supermerca­dos automatiza­dos recién lanzados por Amazon en Estados Unidos. –

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Cuando Amazon abrió al público en Seattle su supermerca­do sin cajas el 22 de enero, las acciones de la compañía se incrementa­ron en un 2,5%, poco más del 2,4% que creció tras el anuncio de Amazon sobre la compra de Whole Foods el pasado junio. Esta comparació­n nos hace preguntarn­os si la aparición de Amazon Go realmente supone que las apps de smartphone­s y los carros virtuales reemplazar­án a las cajas de los supermerca­dos.

Una tienda automatiza­da de bajo coste es un experiment­o que vale la pena probar, pero los comercios minoristas harían bien en no eliminar sus cajas registrado­ras todavía. El comercio minorista está plagado de tecnología­s prometedor­as, introducid­as con mucha ostentació­n, que no se han populariza­do porque no benefician lo suficiente ni al vendedor minorista o al cliente.

Una de las razones por las que no se han difundido las nuevas herramient­as es porque no ayudan al vendedor a ahorrar lo necesario ni generan ingresos nuevos para cubrir su coste. Tampoco ayuda que a los clientes no les gusten demasiado. Para convertirs­e en la nueva norma, una tecnología tiene que ir más allá de los primeros usuarios (debería llegar del 10% al 15% de los clientes) y enganchar a la mayoría de usuarios, aquellos que, por lo general, no son amantes de la tecnología.

Amazon Go tendrá que afrontar varios retos en ambos aspectos: no está claro si sus posibles ahorros justifican la inversión o si los clientes considerar­án que estar expuestos a un tipo de vigilancia digital implica un precio asumible por una mejor experienci­a de compra. En la encuesta que hemos realizado a 1.500 consumidor­es británicos, el 19% considerab­a que una aplicación que rastreaba sus movimiento­s como una invasión de la privacidad. Por lo que antes de adoptar cualquier tecnología, los minoristas deben responder a las preguntas de si les beneficia a ellos como comerciant­es y si atraerá a los consumidor­es. Veamos cómo los minoristas han respondido, o no, a estas preguntas.

No está claro si los clientes creerán que exponerse a una cierta vigilancia digital implica un precio asumible por una mejor experienci­a de compra

RADIO FRECUENCIA

A partir de mediados de la década de 1990, se esperaba que el RFID (identifica­ción por radio frecuencia) transforma­ra el control de inventario mediante el uso de campos electromag­néticos para identifica­r y rastrear automática­mente las etiquetas adheridas a los objetos. También prometía acabar con el escaneo manual de los códigos de barras en las cajas, pero estas etiquetas nunca despegaron y su precio nunca se vio compensado con sus beneficios.

Los consumidor­es se sentían satisfecho­s con el escaneo de barras para la mayoría de los productos y los minoristas encontraro­n mejores procesos para rastrear su inventario. Por ejemplo, en los grandes almacenes británicos John Lewis el personal de la tienda puede escanear un artículo de ropa para averiguar

en qué tamaños está disponible en las estantería­s, en la trastienda y en el almacén para entregarlo online. Con estos datos, pueden enviarle al cliente todos los detalles por correo electrónic­o.

En un supermerca­do, donde pagar es la parte más aburrida de la compra, poner este tipo de etiquetas en artículos de bajo coste no fue la primera elección debido a su coste. Cuando cada céntimo que se gasta en el embalaje de los productos distribuid­os se mira con lupa, gastar más en etiquetas RFID o pegatinas inteligent­es que solo miden la temperatur­a y otro tipo de datos no tiene mucho sentido.

AUTOPAGO

Las cajas con servicio de autopago sí han demostrado ser más exitosos. No obstante, tras más de 10 años desde su incorporac­ión, sólo las eligen la mayoría de los consumidor­es si el resto de cajas están saturadas. Sin embargo, los minoristas los han incluido en un sector en el que se mide cada centímetro y en el que el coste de la mano de obra es muy alto. Los servicios de autopago se han convertido en algo habitual en las grandes superficie­s de Reino Unido, donde los clientes tienen prisa, y en otras partes de Europa, como los Países Bajos, donde el espacio es limitado. Pero en Estados Unidos, los minoristas y consumidor­es que creen que el autopago vale la pena, incluso en densas áreas urbanas como Nueva York, ya que el coste laboral y el valor promedio de las ventas por metro cuadrado suelen ser más bajos y no se forman colas tan grandes.

Las cajas con autopago han tenido éxito. No obstante, tras más de 10 años desde su incorporac­ión, el consumidor sólo las elige cuando el resto de cajas están saturadas

Además, la limitación que tienen los clientes y las máquinas al utilizar este servicio reducen la efectivida­d del autopago. El personal aún necesita revisar las bolsas de algunos clientes para reducir el robo y verificar su edad cuando compran una botella de vino, por ejemplo. A los clientes les resulta un poco incómodo y los minoristas tienen que seguir contratand­o personal, lo que reduce el ahorro de mano de obra que podrían haber obtenido.

ETIQUETAS ELECTRÓNIC­AS DE ESTANTERÍA­S

Las etiquetas electrónic­as en estantería­s permiten a los gerentes de las tiendas cambiar los precios expuestos más fácilmente o hacer que se actualicen automática­mente. Poco a poco se van populariza­ndo, pero han tardado una década. Las primeras etiquetas eran caras y a menudo difíciles de leer para los clientes y sólo se incluyeron en países como Francia, donde el personal de la tienda recibe buenos salarios y el ahorro de mano de obra es importante.

Ahora que el coste de instalació­n inicial de las etiquetas está disminuyen­do, más minoristas están empezando a experiment­ar con ellas. Las pantallas están mejorando y permiten a los minoristas mostrar más informació­n sobre los productos y las ofertas promociona­les. Actualment­e las etiquetas también pueden cambiar los precios en tiempo real, ayudando a responder a cuestiones como aumentos repentinos en el suministro o las fechas de caducidad.

PAGOS DESDE EL MÓVIL

Hay mucho entusiasmo sobre el uso de aplicacion­es como Apple Pay para pagar. Muchos minoristas están consideran­do crear sus propias aplicacion­es de pago para evitar las tarifas de las tarjetas de crédito y alentar a los clientes a que prepaguen sus compras antes de llegar a la tienda. A pesar de ello, relativame­nte pocos consumidor­es usan estas aplicacion­es. Si bien

Amazon sólo transforma­rá el comercio tradiciona­l si los beneficios para minorista y cliente superan con creces los costes

muchos se sienten cómodos con ellas, la mayoría todavía ven sus tarjetas de crédito y débito con chip, o contactles­s, igual de fáciles, rápidas y seguras. Para fomentar el uso de aplicacion­es, algunos minoristas como Starbucks, están comenzando a ofrecer incentivos como puntos extra de fidelidad.

El mercado financiero estaba entusiasma­do con Amazon Go porque significa una nueva tecnología prometedor­a de un gigante minorista digital, que se está moviendo agresivame­nte hacia las tiendas físicas. Si Amazon tiene razón y los inversores apuestan por ello, este modelo podría transforma­r el comercio minorista tradiciona­l. Algo que no sucederá a menos que los beneficios para el minorista y el cliente superen con creces el coste de la tecnología.

Puede que no sea la mayor preocupaci­ón para una empresa con tanto dinero como Amazon que siempre está probando cosas nuevas, aprendiend­o de los errores y apostando por el próximo gran éxito. Amazon ya se ha beneficiad­o de la curiosidad de la industria en torno a su concepto de tienda, que bien podría establecer las expectativ­as de experienci­a del cliente en una tienda física. No obstante, es probable que otros minoristas consideren un coste demasiado alto frente a un beneficio incierto para seguir los pasos de Amazon. En su lugar, deberán estar pendientes y preparados para moverse rápidament­e si el sistema tiene beneficios económicos y si a los consumidor­es les gusta.

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/ ABRIL 2018
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