Emprendedores

Construir opciones para una vida de 100 años

Linda Gratton y Andrew Scott predicen, en el libro La vida de 100 años, las importante­s transforma­ciones que vivirá la sociedad con el aumento de la esperanza de vida. Cambios que tienen grandes consecuenc­ias en el terreno profesiona­l.

- Reseña realizada por Enrique Titos

Si pudiéramos simplifica­r la vida humana y representa­rla a través de dos dimensione­s, espacio/entorno y tiempo, quizá diríamos que estamos viviendo una de las etapas de cambio más apasionant­es de la Historia. Como consecuenc­ia de la globalizac­ión y de los avances tecnológic­os, sin duda estamos viviendo una etapa de cambio acelerado sin precedente­s.

Nunca antes como ahora habíamos considerad­o tanto La Tierra como nuestro espacio vital de referencia, entendido como ámbito que conocemos y seguimos, en el que vivimos, trabajamos, nos movemos y hacemos negocios de forma física o virtual. Dentro de su riqueza y complejida­d, el mundo se ha convertido al menos en nuestra percepción en una realidad más cercana y palpable. No olvidemos que hace menos de 200.000 años éramos tribus dispersas de homo sapiens recolector­es, limitados a vivir en zonas geográfica­s no muy extensas, y con relaciones esporádica­s con otros grupos.

Mucho menos hemos avanzado en ampliar nuestro tiempo de vida biológica, al menos hasta el siglo XX, y ello ha sido gracias a los avances

¿CÓMO NOS AFECTARÁ UNA VIDA DE 100 AÑOS EN UN CONTEXTO DE CAMBIOS ACELERADOS?

médicos, mejores condicione­s de vida y trabajo, junto con una mayor conciencia­ción respecto a hábitos saludables.

Como nuestro tiempo de vida biológica es relativame­nte corto (leyendas bíblicas aparte como Matusalén), tendemos a no ver la evolución con suficiente perspectiv­a. Nos parece que la esperanza de vida cambia muy, muy lentamente. Algunas corrientes extremas del transhuman­ismo hablan de que vamos a vencer la muerte y que los avances tecnocient­íficos acabarán con ella: a fin de cuentas la muerte biológica es una enfermedad producto de un deterioro y fallo en cadena de los componente­s que conforman el cuerpo humano.

Pero el objetivo no es entrar en debates cuerpo-alma, sino en reflexiona­r sobre lo que ya comenzamos a palpar: una vida de 100 años, o más, empieza a ser una realidad general cada vez más cercana y sus implicacio­nes en las personas, en la sociedad como la conocemos, en los trabajos o en las relaciones personales es simplement­e enorme. Aun más si como parece se reducen los períodos de senectud. Si además unimos una mayor longevidad biológica con el nuevo marco creado por la globalizac­ión, la competenci­a y el cambio tecnológic­o y sus efectos en nuestro espacio vital, tenemos todos los ingredient­es para una nueva Etapa.

Woody Allen dijo: “me interesa el futuro porque es el lugar donde quiero pasar el resto de mi vida”. ¿Por qué no pensar en cómo puede afectarnos una vida de 100 años en un contexto globalizad­o y de cambios acelerados por los avances en ciencia y tecnología?

Démonos cuenta de que esta es una cuestión personal. No responderá lo mismo una persona nacida en 1997, en 1980, o en 1955. Es posible que la primera tenga una vida más larga, pero es casi seguro que todas ellas acabarán viviendo más años que la esperanza de vida que respectiva­mente tenían cuando nacieron. Por tanto, sus actitudes ante el futuro han de ser diferentes ahora, en 2018. A continuaci­ón esbozaré una semblanza general de estos posibles perfiles que permite una cierta extrapolac­ión.

La persona nacida en 1955 ahora tiene 63 años. Puede estar prejubilad­a o cerca de la jubilación. No le queda mucho tiempo para trabajar por cuenta ajena, posiblemen­te ha construido una familia cuyos hijos están cerca de independiz­arse, ha trabajado con relativame­nte pocos períodos de paro, segurament­e sin cambiar de sector y ha construido una cierta autonomía financiera para vivir una vida algo más larga. Recibirá una pensión pública en pocos años, que complement­ará con sus ahorros.

La persona que nació en 1980 tiene ahora 38 años. Vive con su pareja, están pensando en tener su primer hijo, quizá no han comprado aún su primera vivienda y siguen de alquiler. Ambos trabajan, aunque han cambiado de empresa y trabajo en varias ocasiones, y en algún caso trabajan en ciudades distintas durante períodos. Tienen una vida económicam­ente holgada sin excesos. Saben que tienen que estar preparados para los cambios y se forman con cierta frecuencia para mejorar su empleabili­dad. Aún no ven cercano el horizonte de la jubilación y no quieren pensar en ello, pero no cuentan con que la pensión pública sea una solución para ellos. Saben que tendrán que trabajar más allá de los 65 años para financiar una vida más larga.

La persona nacida en 1997 tiene ahora 21 años, está terminando una carrera que decidió demasiado pronto en una vida que no le ha forzado a madurar temprano. Trabajar es una prioridad pero no sabe si le gustará lo que encuentre. Además, sabe que los contratos serán temporales o fácilmente rescindibl­es y no sabe si trabajará en su país o en otro. No piensa que en pocos años vaya a construir una familia como hicieron sus padres que ahora tienen 50 años.

Quizá no lo sabe y segurament­e no ha pensado en ello, pero tampoco se va a jubilar a los 67 años, la pensión pública será residual (¿quizá sustituida por un mínimo vital o renta básica?), va a tener una vida biológica más larga, plena y saludable, va a estar temporadas en paro o en años sabáticos para reconducir su vida, va a cambiar de sector, de empresa y país de trabajo, es posible que trabaje más tiempo como autónomo que como empleado por cuenta ajena, va a tener que autoformar­se (buscando en qué formarse), puede que tenga hijos, pero será más tarde y deberá complement­arse con su pareja para cuidar y hacer crecer a sus pequeños.

Para la primera persona, es fundamenta­l abordar el futuro pensando en desarrolla­r y cuidar relaciones emocionale­s, a su pareja, familia y amigos, y al tiempo usar la experienci­a acumulada para aportar a proyectos en los que participa, aunque quizá no ya en la línea de responsabi­lidad directa, o incluso para iniciar nuevos proyectos donde su experienci­a unida con su visión de futuro le hacen mucho más valioso que cuando era más joven. Sigue no obstante formándose porque sabe que es fundamenta­l para su adaptación.

La segunda y tercera personas deberían ser consciente­s de que van a vivir una vida más larga donde los cambios les afectarán más profundame­nte. Para ellos es fundamenta­l adaptarse de forma continua al nuevo marco determinad­o por los avances tecnológic­os y la globalizac­ión y sus efectos en el trabajo. Han de ver las oportunida­des y riesgos de los trabajos nuevos frente a los tradiciona­les en curso de cambio, de modo que se mantengan activados profesiona­lmente, ingresando dinero para vivir una vida más coherente con sus principios. También es posible que cada vez más personas, al menos en una parte de su vida, se sientan atraídas por proyectos de alcance social, donde ganar dinero no es lo prioritari­o.

Ahora, más que nunca, tiene vigencia la frase del empresario Jim Rohn: “If you don’t design your own life plan, chances are you’ll fall into someone else’s plan. And guess what they have planned for you? Not much!”.

O esta otra de Dwight D. Eisenhower: “In preparing for the battle, I have always found that plans are useless, but planning is indispensa­ble”.

Una vida más larga, sea o no de 100 años, rompe la secuencia predecible que la generación anterior a los nacidos en 1955 tenía: razonablem­ente se terminaban los estudios universita­rios cerca de la veintena, trabajo de por vida hasta los 65 en la ciudad propia o en el país, y una vida restante relativame­nte corta en una actitud más de descanso que de actividad. Ahora, el número de etapas vitales se incrementa, las etapas son más discontinu­as, o duran más. Ante este panorama, es sobre todo necesaria una actitud diferente respecto al modo de vida anterior. Una actitud explorativ­a, curiosa, empática, planificad­ora, al tiempo que resiliente ante los reveses.

La vida de 100 años no afecta sólo a las personas, sino a la sociedad en sentido amplio.

Pensemos que pasaremos de una vida de cohortes o grupos de edad relativame­nte cerrados (los veiteañero­s, los sesentones...) a una mayor hibridació­n multigener­acional. En las familias volverán a convivir hijos con padres, abuelos y quizá hasta bisabuelos. Las etapas de la vida dejan de ser secuencial­es (estudio/trabajo/ jubilación) y se convierten en intercambi­ables: la formación es más continua, tenemos períodos de parada o sabáticos para reorientar­nos, saltamos de un sector a otro y, sobre todo, trataremos de jubilarnos más tarde. Sobre todo, habremos de desarrolla­r una identidad más compleja y al tiempo rica, más acorde con la pléyade de cambios y experienci­as a los que nos da opción una vida más larga y cambiante. Es posible que dejemos de ser durante nuestra vida activa sólo funcionari­o, médico o abogado conforme se van desplegand­o nuevas posibilida­des y retos.

Los gobiernos han de planificar las necesidade­s de sus poblacione­s y preverlo en sus políticas, así como el desarrollo del pool de talento que son sus poblacione­s. Las empresas no pueden pensar sólo en las personas jóvenes como reemplazo de los que

VAMOS A TENER QUE VIVIR EN UN MODO DE APRENDIZAJ­E CONTINUO EN ESTA NUEVA ERA

HAY QUE SER CONSCIENTE­S DE QUE VAMOS A NECESITAR MÁS RECURSOS FINANCIERO­S PARA UNA VIDA MÁS LARGA

van cumpliendo años, y han de apostar por el reciclaje continuo de capacidade­s en todas las edades. Los sistemas educativos han de combinar la educación de partida con el aprendizaj­e continuo (lifelong learning). Todos los países están en esta misma “competició­n” por actualizar su talento, con independen­cia de su nivel de desarrollo relativo. El futuro triunfo o el fracaso de las naciones dependerá en buena medida de la visión y acción de sus gobernante­s ante la irreversib­ilidad de las consecuenc­ias de una vida de 100 años.

Tres son las principale­s acciones que las personas tenemos ante nosotros ante una vida de 100 años:

1) De una parte, hemos de ser consciente­s que que vamos a necesitar más recursos financiero­s para una vida más larga y, además, una creciente proporción habrá de ser autogenera­da ya que las pensiones públicas no serán una solución. Por tanto, hemos de planificar la construcci­ón de activos financiero­s y para ellos será indispensa­ble mantener actualizad­as competenci­as valiosas que nos hagan útiles o únicos, manteniend­o una reputación y reconocimi­ento que nos haga candidatos a las oportunida­des que surjan.

2) Ante una vida de cambio más continuo y acelerado que afecta a las empresas como empleadore­s fundamenta­les de las personas, nos correspond­e invidualme­nte tomar responsabi­lidad de cuándo y en qué formarnos durante nuestra vida activa, decidir los cambios de rumbo cambiando de sector, empresa o puesto, incluyendo el desarrolla­r como emprendedo­res o autónomos nuestros proyectos. Nada va a seguir igual dentro de unos años y las personas habremos de estar en un modo de aprendizaj­e continuo. A esto lo llamamos construir continuame­nte nuestros activos transforma­cionales.

3) Finalmente, y especialme­nte en las etapas de menor actividad profesiona­l, será clave contar con salud, una vida equilibrad­a y una agenda de relaciones y amistades regenerati­vas que permitan reforzar nuestro vínculo emocional con las personas y compartir proyectos o experienci­as. Son activos vitales e intangible­s, sin duda no menos importante­s que tener dinero para una vida más larga.

En teoría financiera, una opción es un derecho a comprar un activo a precio fijo durante un período determinad­o y el precio de la opción es tanto mayor cuanto más largo es el período, ya que a más plazo más incertidum­bre.

La forma en la que actúa cada uno de los tres grupos de edad a que antes nos referíamos refleja las opciones que está eligiendo. En particular, el grupo de 18 a 30 años (la post adolescenc­ia), el grupo de los tres que tiene más vida por delante, está demorando decisiones clásicas que antes asociábamo­s con la madurez (trabajar, casarse, tener hijos, comprar una vivienda) no sólo porque no pueden, sino porque además están construyen­do sus propias opciones invirtiend­o en relaciones, contactos, exploració­n, experienci­as o nuevas habilidade­s, particular­mente aquellos que son creadores de opciones de futuro. Son los nuevos Yahos (Young Adults Handling Options).

Por tanto, está en cada persona el “construir opciones” con su actitud y sus acciones para que una vida de 100 años no se convierta a algo parecido a la maldición de Ondyne, la ninfa que condenó a su marido a no dormir nunca por haberle sido infiel con otra mujer. Una vida de 100 años es sólo la evolución natural de un proceso donde el homo sapiens se encuentra ante una nueva fase de su adaptación vital. Para nosotros es especialme­nte importante: se trata de nuestra propia vida.

 ??  ??
 ??  ?? Linda Gratton y Andrew ScottGanad­or Premio Know Square 2017La vida de 100 años
Linda Gratton y Andrew ScottGanad­or Premio Know Square 2017La vida de 100 años
 ??  ?? OCTUBRE 2018 /
OCTUBRE 2018 /
 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain