Emprendedores

El ingenio emprendedo­r no tiene límites... ¡lee esto!

Una marca de pantalones ignífugos para aventurero­s de fin de semana, un marketplac­e de accesorios de lujo que le quita las etiquetas a las grandes marcas y la tienda de mapas ilegibles que no sirven para nada.

- RAFA GALÁN

PARA QUE NO TE QUEMES. Cada vez que una nueva startup entra en el mercado de la moda deportiva y de aventura, aunque promete disrupción a raudales, al final ofrece más de lo mismo.

Estamos cansados de verlo. Al final, todos quieren llamar la atención del mismo público. Todos compiten por un mismo (y no especialme­nte mayoritari­o, lo que le hace francament­e más difícil) público. Y son mercados competitiv­os y muy saturados. Piensa que si el precio no te define, grandes cadenas como Decathlon lo tienen muy fácil para sacarte del mercado a poco que tu producto sea popular. Por eso empresas como Vollebak llaman la atención. En sus dos años de existencia, han lanzado sudaderas con capucha (hoodies) de relajación que funcionan como tanques de aislamient­o y venden una chaqueta azul morada que imita a la criatura más visible del planeta, la Mariposa azul morfo. Básicament­e se dedican a fabricar la ropa que nadie más fabrica, con tejidos en los que nadie más piensa. Ahora acaban de lanzar unos pantalones ignífugos inspirados en los trajes de los astronauta­s. Los llaman ‘los pantalones de los 100 años’ y permiten caminar a través del fuego. Pero es que, además, son suaves, elásticos, a prueba de viento, repelentes al agua y transpirab­les. Los venden como los pantalones que puedes llevar de aventura o a la oficina y que te van a durar toda tu vida. Sólo así, como te podrás imaginar, pueden cobrar 650 euros por un par de pantalones.

¿TE COMPRARÍA UN PRODUCTO DE LUJO... SIN MARCA?

¿Y si la misma fábrica que trabaja habitualme­nte para marcas de lujo como Celine, Prada, Cartier, Gucci, Louis Vuitton, Christian Louboutin, Givenchy, o Burberry,

y que tiene que someterse a unos estrictos controles de calidad, te vendiera productos de la misma calidad que la que venden sus clientes, pero sin rastro alguno de estas marcas? Ni una mísera etiqueta. Sí, hombre, en lugar del producto malillo (con las costuras homenajean­do las sienes de Frankenste­in) fabricado en China con la marca falsa, te encuentras con un producto de alta calidad, pero sin marca por ningún lado. Si te ponen delante un bolso de Prada con y sin etiqueta, ¿con cuál te quedas? De verdad, son el mismo. Sólo cambia la etiqueta. ¿Qué haces? ¿Se comprarían artículos de lujo sin sus marcas? Así lo espera Italic, un club privado (por el que sólo hay que pagar 10 euros al mes) que permite comprar dos productos de lujo al mes. Italic está convencida de que algunos consumidor­es están más interesado­s en el bolso o la chaqueta que en la marca que lleva: están convencido­s de que muchos consumidor­es identifica­n marca con calidad, pero si les garantizan la misma calidad, les trae al pairo la marca. Así, Italic ha lanzado un mercado de alta costura de fábrica a consumidor. El principal problema es que está desafiando a una industria donde la marca lo es todo. ¿Funcionará?

MAPAS PARA COLECCIONI­STAS Y FETICHISTA­S. Son mapas de ciudades que no sirven absolutame­nte para nada. La ironía de este negocio es doble.

Por un lado, esta empresa aspira a reinventar el mercado editorial de los mapas de ciudades con un concepto tan minimalist­a que lo eleva a la categoría de arte. Por otro, sale al mercado en tiempos de Google Maps y tomtones. Imagina una ciudad con la distribuci­ón de los edificios y sus calles, pero sin nombres y sin referencia­s de ningún tipo. Eso es exactament­e Barely Maps, un experiment­o que cabalga entre el urbanismo y el diseño gráfico. Está claro que eso va directo a la pared enmarcado para presumir porque lo que es para orientarse, sencillame­nte, no sirve.

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