¿Fast o slow? Cómo emprender hacia el éxito
La mayoría de las empresas y de los profesionales asumen como inevitable el nuevo entorno en el que el consumo constante y la hiperexigencia dominan el mercado. El autor reflexiona sobre este fenómeno y nos llama considerar modelos cocinados a ‘fuego lento’.
Vivimos en un mundo de consumo constante en el que se nos crean nuevas necesidades y se nos invita a la acción 24 horas al día, los 365 días del año. Nos hemos acostumbrado a vivir con estímulos que en muchos casos se han convertido en una necesidad para no sentir vacío cuando nos parece que no hay nada que hacer. La inmensa mayoría de las empresas se han adaptado a esta situación y han amoldado sus ofertas a las caóticas agendas de una sociedad que tiene demasiadas cosas que hacer, mucho donde elegir y poco tiempo.
La velocidad, el estrés y la intensidad en la actividad en los negocios son posiblemente los virus de los que casi nadie habla en las empresas. Por otro lado, la necesidad de producir en masa, y en el menor tiempo posible, pone en riesgo el control de la calidad de muchos servicios y productos, generando costes económicos, personales y medioambientales de los que todavía no hay completa conciencia. Las prisas y la obsesión por producir no nos hace necesariamente más eficientes, ni mejores, ni más felices.
La mayoría de los emprendedores hemos sido o seguimos siendo víctimas de la tiranía del paso del tiempo. Luchamos en una carrera sin fin en el que parece que parar de correr es perder. Quizás hemos podido también confundir la inspiración con la referencia. Los casos más sonados de startups que han crecido de manera explosiva son casos de éxito que inspiran e incluso enseñan.
Sin embargo, la realidad es que sus historias son absolutas excepciones de la norma. Convertirlas en la referencia es entender que su modelo es replicable por cualquiera en cualquier lugar, algo que se aleja de la realidad si nos atenemos a las estadísticas de vitalidad y longevidad de los proyectos empresariales. Quizás, aún admirando esas empresas, deberíamos considerar más esos modelos que se cocinan “a fuego lento”.
Hoy existen iniciativas en sectores tan distintos como la moda, la educación, el turismo, la gastronomía o la sanidad, que han decidido no ser parte de este problema y se postulan como solución a través del conocido como Movimiento Slow.
Para aquellos que estén abiertos a un cambio, a pensar de manera diferente y a eliminar paradigmas convertidos en leyes, estos son algunos conceptos que pueden ser de ayuda para avanzar hacia el éxito desde la calma:
EQUILIBRIO TRABAJO-VIDA
Es evidente que somos menos productivos si no estamos motivados, si nos encontramos agotados, si tenemos estrés o estamos enfermos. Sabemos que el ser humano es más creativo cuando está tranquilo, libre de estrés y presión.
El nuevo reto es conseguir que la televisión, las relaciones virtuales o las pantallas retina no ocupen más tiempo que la cocina, la música o la
Las prisas y la obsesión por producir no nos hace ni mejores, ni más felices, ni más eficientes
conversación en torno a la mesa. En definitiva, un mejor reparto en el que todos los ingredientes descritos son positivos y posiblemente necesarios, si se aplican en su justa medida en el momento idóneo.
MENOS ES MÁS
Muchos de nosotros podríamos pasar el día entero atendiendo emails, llamadas y reuniones. Hacer menos no significa ser menos productivos, simplemente requiere eliminar de nuestras vidas y trabajo lo superficial o lo que no es importante. De esa manera, podremos dejar de correr y reducir la ansiedad para concentrarnos en acercarnos a la excelencia en nuestro trabajo y a la plenitud en nuestras vidas. A veces “menos es más” y es posible conseguir “más con menos”.
CALIDAD
La cantidad sin calidad es tan peligrosa como la potencia sin control. Una empresa que quiere crecer, lo hace sobre sus bases. Si tu base es caótica, el crecimiento traerá más caos. Si por el contrario la base es la calidad, el crecimiento será más seguro y sostenible. Por lo tanto, habrá que dirigirse hacia un modelo donde la calidad prime sobre la cantidad, cuando se favorece el trabajo en equipo, la buena gestión, el orden y el control.
CALMA
Vísteme despacio, que tengo prisa es un dicho popular excelente para entender el concepto. Trabajar con prisas suele hacernos incurrir en errores que nos obligarán a repetir el trabajo de inmediato a corto plazo, alargando el tiempo invertido y retrasando la entrega, además de incurrir en costes adicionales innecesarios durante la ejecución. Si de verdad queremos ser rápidos, la calma nos ayudará a hacerlo bien a la primera, consiguiendo terminar antes, aumentando el ahorro y, por lo tanto, la satisfacción del cliente.
CULTO AL DETALLE
Una de las máximas debería ser el cuidado y la pasión por las cosas bien hechas. Cuidar el detalle implica dirigir todas las acciones y esfuerzos hacia la satisfacción del cliente con el fin de mantenerse en un nivel de competitividad óptimo. Pero la excelencia y la satisfacción sólo llegan cuando el reloj no pauta el esfuerzo y la atención, cuando podemos concentrarnos en una cosa: hacerlo ahora y hacerlo bien. La tecnología y la digitalización ya no son innovación, sino una obligación impuesta por el consumidor. Si bien, las infinitas ventajas que nos aporta la tecnología no deben hacernos perder la relación humana en el consumo y en el servicio.
La tecnología que sea capaz de acelerar los procesos al tiempo que mantenga encendida la magia de la conexión emocional entre quien vende y quien compra, tendrá seguro éxito.
MÁS HUMANO
El mundo de los negocios no es sólo un lugar de compradores y vendedores. Es también un mundo de personas y emociones. Que vendas no significa que vayas a volver a hacerlo. Recuperar la comunicación y la escucha como elemento fundamental de un negocio (sin que eso signifique alejarse de la innovación y la tecnología), es la base del crecimiento sostenido y del mantenimiento de toda empresa. Una atención al cliente slow mejorará nuestra reputación como profesionales, y aumentará un boca-oreja de calidad que atraerá a más y mejores clientes.
CONCLUSIÓN
La empresa slow apuesta por la salud y la calma, pero también por la productividad, la rentabilidad y la excelencia. Al fin y al cabo, al margen de a qué nos dediquemos, todos los emprendedores y empresas compartimos, o deberíamos compartir, un objetivo común: hacer mejor empresa, ser mejores cada día, disfrutar al máximo, y ofrecer a la sociedad nuestra mejor versión.
Ser slow es incorporar lo mejor que hacían nuestros predecesores pero en otro mundo, el de hoy. Y no es fácil hacerlo cuando el entorno es fast y cuando las personas que nos rodean también lo son. Todos tenemos la oportunidad de demostrar que hay un modo mejor, al menos diferente, por lo que podemos dar ejemplo, iniciar la tendencia y convertirnos en líderes de otro estilo de hacer empresa. Un estilo con más música y menos ruido; más calma, menos estrés; más conciencia, menos locura; más resultado, menos esfuerzo.
Fast y slow, dos estilos, seguramente necesarios en su justa medida y que cada emprendedor deberá elegir para triunfar en un mundo de liebres en el que también puede ganar la tortuga.
La empresa slow apuesta por la salud y la calma, pero también por la rentabilidad y la excelencia