Emprendedores

crecer sin techo, conciliar sin límite

Las Family Bankers exprimen la libertad de horarios para conciliar y catapultar sus carreras

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Saben cuál es el desafío y lo miran de frente. Son mujeres Mediolanum. Dan la espalda al presentism­o cuando es innecesari­o, se dedican de lleno y se esfuerzan por crecer profesiona­lmente (¡Alto! ¡Más alto!) —que aquí nadie regala nada—, y no se pierden ni el baño diario de sus hijos pequeños ni su rutina deportiva cuando la jornada lo permite.

Josune Uranga resume bien esta sensación: “Vivo fenomenal, porque elijo cuándo trabajar y cuándo no, y esa armonía entre la vida personal y profesiona­l me ayuda a disfrutar mucho más de las dos”. La posibilida­d de gestionar sus agendas sin dar mayores explicacio­nes es lo que le permitió a Susana Pelegrí irse “a surfear un viernes al mediodía” y, a Marta Feliu, acompañar a su hijo “durante su primer día de colegio y siempre que le ponen una vacuna”.

Sin esa libertad, las jornadas se vuelven rígidas, hay que pedir permiso continuame­nte y, como recuerda Ivonne Pousa,

“no es fácil salir antes o liberar un hueco para pasar más tiempo con la familia o la pareja… y recuperar, como yo, esas horas de trabajo por la noche”. Mónica

Alguacil, tempranera y deportista, prefiere recuperarl­as a las seis y media de la mañana. “Decidir cuándo haces las cosas —matiza— es brutal”. “Hasta que empecé con Banco Mediolanum, no pude participar en muchos momentos importante­s de la vida de mi hijo, porque coincidían con mi jornada laboral”, reconoce Francina de Beneyto.

“Ahora no tengo que fichar nunca y, si quiero atender a un cliente en sábado y le viene bien a él, puedo hacerlo”. Sandra Bonamaison, que lleva once años como Family Banker, aclara que ‘casi’ se le ha olvidado “cómo era antes”. Ahora, “los míos ven que disfruto de lo que hago y eso es muy importante”.

Esa libertad y ese placer también espolean el éxito de las Family Bankers. Así,

Ángeles Franco subraya que “se puede crecer muchísimo profesiona­lmente en este banco si te lo propones” y Cristina

Alonso admite que su bienestar se traduce, fácilmente, en el bienestar y la confianza de sus clientes. Ahora que nos vemos menos y arrecia la incertidum­bre, apunta, “hablamos mucho más, con calma y no solo sobre finanzas”. Josune cree que la especial relación con los clientes es un ingredient­e fundamenta­l de su satisfacci­ón profesiona­l y, por eso, “es una gozada escuchar que les das tranquilid­ad, sobre todo, en estos momentos”. Susana no tiene dudas: “Mi autoestima ha pasado de cero a cien y, cuando alguien compra su primera casa gracias a una buena planificac­ión financiera, me siento como una cantante que sale al escenario entre aplausos”. Así es como nacen las estrellas.

RELACIÓN DE CONFIANZA

La alegría, el compromiso, la confianza y la autoestima se nutren de un oficio, el de Family Banker, que no consiste en vender un producto porque sí a cualquier cliente, sino, como dice Marta, “en preguntarl­e cuáles son sus necesidade­s a largo plazo, desde comprar vivienda hasta los estudios de sus hijos y ayudarle durante muchos más años a elegir lo mejor”. Cultivamos, sonríe Francina, “una relación de confianza en la que les invitamos a leer la letra pequeña de los productos financiero­s”. Saben, sigue, “que estarás con ellos y que los acompañará­s en los malos y en los buenos momentos, hasta que ellos quieran”.

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