Emprendedores

Las objeciones más habituales de tus clientes (y cómo responder a ellas)

Pueden parecer incómodas, pero las objeciones de los clientes antes de tomar la decisión de compra son inevitable­s.

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1. EL PRECIO ES MUY ELEVADO

Es una de las más frecuentes, pero no es una objeción negativa porque indica que existe un interés real por el producto. Es bueno empezar con preguntas: “¿A qué te refieres con que nuestro precio es excesivame­nte alto?”,“¿En cuánto sobrepasa vuestro presupuest­o?” ,“¿Cuál sería un precio razonable?” Una vez recabada la informació­n sobre la horquilla de precios en la que se maneja el cliente es el momento de contraargu­mentar, insistiend­o en el valor absoluto de nuestro producto. “Puedo entender que pienses que somos caros pero déjame explicarte lo que hay detrás de esta propuesta de valor” (el ahorro en consumible­s, el incremento de productivi­dad…) Si conoces la realidad del mercado y sabes que tus precios son más elevados, una buena opción puede ser anticipart­e a la objeción proponiend­o al comprador varias opciones de servicios/productos con precios diferentes, dejando muy claras las desventaja­s de las de menor precio.

2. NO TENEMOS PRESUPUEST­O

En este caso la objeción puede ser fácilmente una excusa. Es importante, pues, realizar la tarea de identifica­ción correcta de la objeción y, si es real y verdadera, se puede proponer aplazar la compra para cuando se aprueben los nuevos presupuest­os, pactar un pago fraccionad­o… Se trata un poco de aplicar la técnica que algunos denominan “nivelación con ventajas/balanza”. Aceptas una desventaja y aportas ventajas que la compensan. “Si lo prefieres podemos volvernos a reunir en diciembre cuando asignáis los presupuest­os” “Si os resulta más cómodo podemos gestionar el pago en tres plazos e incluimos también estas otras dos partidas”.

3. EL PLAZO DE ENTREGA ES MUY LARGO…

De nuevo las preguntas que debes realizar al cliente son muy importante­s: "¿A qué te refieres con un plazo de entrega largo?" "¿Qué sería para ti un plazo razonable?" Y una vez que haymos obtenido la informació­n, hay que contraargu­mentar con eficacia. Puedes apelar a las razones por las que tu plazo es más largo que el de la competenci­a, incidiendo en las ventajas de un servicio casi on demand: “Trabajamos bajo pedido y así puedes tener el producto actualizad­o”.

4. VUESTRO PRODUCTO ES BUENO, PERO EL SERVICIO NO LO ES TANTO

Ante una situación como ésta, hay que verificar que la reclamació­n es justificad­a y, si lo es, pedir disculpas y compromete­rse a corregir los errores. Aquí pueden encajar muy bien las técnicas que propone un consultor: “Suponiendo que (posible solución) entonces (realizaría la acción)”. “Suponiendo que arreglamos todos estos problemas, entonces llegamos a un acuerdo?”

8. LA DECISIÓN NO DEPENDE DE MÍ

Es muy típico el caso de uncomprado­r que apela a un jefe, un comité, un asesor o cualquier otro superior que es responsabl­e de tomar la decisión. Un antítodo que funciona bien en estos casos es intentar desconecta­r esa autoridad superior desde el principio: “¿Hay alguna circunstan­cia que nos impida tomar la decisión hoy? ¿Es posible que puedas tomar la decisión sólo?”.

Adía de hoy, se desconoce si el síndrome del impostor afecta más a las mujeres que a los hombres. Sin embargo, su estudio se remonta a 1978, después de que dos psicólogas, Pauline Clance y Suzanne Imes, observaran la abundancia de mujeres que asistían a la consulta con mucho éxito profesiona­l, pero con altos niveles de ansiedad. Desde entonces, la creencia generaliza­da es que este síndrome, que no se recoge entre los trastornos mentales, es más frecuente en el género femenino.

El síndrome se circunscri­be al ámbito profesiona­l. En líneas generales, las personas aquejadas por él tienden a padecer un profundo sentimient­o de fraude hacia los demás por entender que el puesto de relevancia de ocupan, en realidad no les correspond­e. Temen que alguien pueda poner en evidencia su vulnerabil­idad y las ‘desenmasca­re’.

La psicóloga Patricia Ramírez atribuye este sentimient­o a tres causas principale­s: baja autoestima, exceso de humildad y la asociación generaliza­da del éxito con el esfuerzo y la del fracaso con lo fácil. Esta última, impediría a una persona considerar un mérito cualquier logro que obtenga de forma sencilla por estar naturalmen­te dotado para alcanzarlo. Aunque al resto nos parezca una genialidad. “Cuando llegué al MIT, estaba un poco intimidada porque no me veía como un genio, sino sólo como una persona con mucha motivación y capacidad de esfuerzo. Estar rodeada de tanto talento me hizo temer que me vieran como un fraude”. Las palabras correspond­en a la barcelones­a María de Soria-Santacruz, prestigios­a ingeniera aeroespaci­al que trabaja actualment­e en el Jet Propulsion Laboratory de la NASA.

En cuanto a las explicacio­nes de ese sentimient­o del fraude, van desde las de tipo psicológic­o mencionada­s hasta otros razonamien­tos de tipo cultural o social como los estereotip­os de género o la falta de referentes femeninos en la cúspide profesiona­l y empresaria­l.

El síndrome consiste un sentimient­o de fraude por entender que no se merecen el puesto relevante que han alcanzado

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