Esquire (Spain)

DELU NAS Y LUNÁTICOS

AHORA QUE EL MEGALÓMANO DONALD TRUMP QUIERE ENVIAR DE NUEVO MISIONES TRIPULADAS A NUESTRO SATÉLITE, ES HORA DE QUE SEPAS DE VERDAD CUÁL ES LA HISTORIA DE LA NASA Y LA CONQUISTA ESPACIAL. Y NO ES COMO TE LA HABÍAN CONTADO.

- TEXTO E ILUSTRACIO­NES DREW DERNAVICH

Hace ya 45 años que el hombre pisó la Luna por última vez y, el pasado mes de diciembre, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, frmó una controvert­ida orden presidenci­al para reactivar el envío de misiones tripuladas a nuestro satélite, pero… todo huele a humo y a unas pretension­es megalómana­s que solo quieren ocultar su negro futuro y desviar la atención de los verdaderos problemas a los que se enfrenta en los próximos años. Aún así, como la Luna, el espacio y la búsqueda de nuevos horizontes es algo innato al ser humano, no vamos a dejar pasar la oportunida­d de actualizar tus conocimien­tos sobre la NASA y la conquista espacial. ¿Pensabas que lo sabías todo? Ni te imaginas. Aquí van unas cositas que nunca te habían explicado y que te harán ser el cuñado perfecto cuando se hable de este tema en casa: – El programa espacial estadounid­ense ( NASA) fue creado para explorar lo que parecía interesant­e antes de que Neil degrasse Tyson empezara a tuitear todo el tiempo sobre este asunto. – El presidente Dwight D. Eisenhower lo fundó en 1958 y lo más innovador en aquel comienzo es que los cohetes estaban propulsado­s no por combustibl­e, sino por los celos y envidias de la Unión Soviética. – El programa fue posteriorm­ente ampliado y desarrolla­do por el presidente John Fitzgerald Kennedy, quien desafó al país a “llegar hasta la Luna antes de que yo llegue a la cama de Marilyn Monroe”. – Naturalmen­te, los primeros proyectos, llamados Hubris e Icarus, resultaron un ro

tundo fracaso, pero el éxito se logró con el programa Apolo: el supuesto alunizaje del Apolo 11, en 1969, se considera la obra maestra de la flmografía de Stanley Kubrick. – Se cuenta (aunque no hay documento gráfco, lástima) que el primer hombre que supuestame­nte puso un pie en la Luna, Neil Armstrong, inmediatam­ente se agarró la entrepiern­a con la mano, en la que llevaba puesto un guante de lentejuela­s, e hizo un movimiento que más tarde Michael Jackson copió y patentó como moonwalk. – El programa de los transborda­dores espaciales, puesto en marcha durante la década los años ochenta, tenía como único objetivo sencillame­nte intentar no estrellars­e contra los centenares de satélites ya en desuso que americanos y soviéticos habían puesto órbita en los años sesenta. – Muchas de las innovacion­es de la NASA han dado lugar a avances en la vida cotidiana: el microondas, las herramient­as inalámbric­as, las llamadas internacio­nales y las bolsas de la compra con asas. – Ahora, el objetivo a largo plazo de la agencia espacial es que Richard Branson y Elon Musk le permitan meter astronauta­s en sus viajes turísticos al espacio.

22:04 La mejor mesa del restaurant­e. Un mézclum de brotes con aliño balsámico, un solomillo en su punto, un vino reserva del 2010, la primera conversaci­ón interesant­e desde hace meses y… un trozo de lechuga en el diente de mi cita. Y diréis: “Cuéntaselo”, “no es para tanto”, pero no es tan fácil. Poneos en mis zapatos, experiment­ad mis errores y veréis que no es tan fácil. –Pareces preocupado, Gonzalo. – ¿ Yo? Qué va… Nunca he estado menos preocupado –contesto, rezando para que Isabel no perciba el tono agudo que los nervios suelen imprimir en mi voz.

Y me sonríe, mostrando en todo su esplendor al infame duende verde que está dando al traste con mi velada. El túnel de la bruja, parece. La cueva del pirata. Un agujero negro supermasiv­o que se está tragando la magia del momento, el encanto de esta mujer sublime y hasta mis ganas de vivir.

Trato de encontrar sosiego recordando las palabras de mi terapeuta: “La vida es tan perfecta como tú te la tomes”. Sí, aquel era el nivel de mi terapeuta. Una porquería de terapeuta es lo que era. Y aunque se limitaba a soltar frases bienintenc­ionadas dignas de cualquier discípulo de Paulo Coelho, le había cogido cariño. Era como mi mejor amigo tras el divorcio. Claro que, después de decirle lo que pensaba de su método de trabajo, no ha vuelto a cogerme el teléfono, reduciendo mi lista de amistades a una sola persona: Esteban, mi vecino de cubículo en la ofcina.

La noche en la que Esteban me invitó a una de sus partidas de rol deseé haber estado realmente solo en el mundo: crucé las puertas del inferno, me bebí cuatro cálices de la verdad, me batí en duelo con tres ninfas asesinas… Y cuando estaba a punto de robarle la espada al Rey de las Sombras, la madre de Esteban nos interrumpi­ó porque era la hora de que su hijo cenase y se metiese en la cama. ¡Un despropósi­to! Y no solo porque Esteban tuviese cuarenta y cinco años y aún necesitase instruccio­nes maternas, sino porque después de todos los obstáculos que había atravesado para llegar hasta aquella espada, no podía soportar la idea de que el Rey de las Sombras continuara siendo el Señor de las Tierras Negras.

–¿Quieres quedarte a dormir, Gonzalo? Tengo una cama nido en el sótano.

–Lo siento, Esteban, pero no hay nada que odie más que las camas nido y los adultos infantiliz­ados.

Y así fue como perdí a mi único amigo. Y para colmo, un trozo de lechuga en el diente de mi cita.

A mi siguiente amigo lo conocí en el lugar donde los recién estrenados solteros arribamos en busca de nuestro santo grial, aquello que nos permitirá presentar batalla de nuevo en la guerra del amor y el sexo. El sanctasanc­tórum del ideal masculino… ¿El gimnasio? ¡Por Dios, que no estamos en 2012! Me refero a un pequeño y céntrico estudio de yoga.

Mario era un treintañer­o que me introdujo en el mundo del flirteo 2.0: bares donde aspirar cachimbas árabes, apps para conocer gente (incluso desde el váter) y festivales de música donde parecía más importante subir contenido cada minuto en tus redes sociales que seguir el repertorio de aquellos grupos a los que todos aseguraban conocer pero nadie se animaba a corear.

Terminé harto. Pero no solo de Mario y sus conceptos anglosajon­es, de los fltros Juno o de las conversaci­ones sobre memes que no entendía. También me cansé de mí mismo, del Gonzalo que trataba de ser lo que nunca fue. Así que opté por cortar toda relación con Mario, esgrimiend­o que no había nada que odiase más que las cachimbas árabes y los amigos vacuos, y analizar los motivos que me habían llevado a ser un cuarentón solitario. Diagnóstic­o: sinceridad desmesurad­a.

Y no lo digo como algo que se suele contestar en una entrevista de trabajo cuando nos preguntan por nuestro peor defecto y no nos atrevemos a decir que somos egoístas, vagos o expresidia­rios. No. Mi caso era una patología casi clínica. Soy un sincero de esos que dan asco, que no saben lo que es la mentira piadosa, de los que sueltan la bordería esperando un premio por no haber caído en la falacia. Y eso, según me acababa de dar cuenta, ha marcado mis relaciones personales… desde siempre.

1991. Pilar. Mi novia del cole. Le dije que ella no era, ni de lejos, la mejor cantante del coro. “Es más”, añadí, “creo que eres la peor soprano que haya escuchado jamás”. Expuse, quizás con excesivo lujo de detalles, los porqués de aquella aseveració­n e incluí valiosísim­os consejos para mejorar su rendimient­o… Ella, por toda respuesta, me soltó un “cabrón” en un portentoso re. Pilar me partió el corazón, pero me enseñó que cualquier persona puede mejorar sus habilidade­s musicales si se lo propone.

1998. Claudia. Mi novia de la universida­d. Le pedí que dejara de acompañarm­e a las festas porque cuando iba sin ella me lo pasaba mejor. Ella me retiró la palabra y se enrolló con mi mejor amigo. Desde entonces me la encontraba en todas las festas.

La llegada del postre me tranquiliz­a. La mus tiene una untuosidad que hará que ese fragmento infecto desaparezc­a por pura ley física: la fricción entre dos cuerpos hace que la materia no deseada, la sobrante, ¡la que me pone de los nervios! desaparezc­a. Ah, ¿que no es ninguna ley física? ¡Pues debería!

2016. Carmen. Mi mujer. Le comenté que la rutina del matrimonio me había hastiado hasta un punto tal que me veía en la necesidad de pensar en otras mujeres para concluir satisfacto­riamente nuestros encuentros sexuales. Yo solo trataba de sentar las bases sobre las que mejorar nuestra relación, pero ella aseguraba que sacar el tema en la comida del domingo delante de sus padres había sido “meterla hasta el fondo”.

Tenía razón. Ella y todos los demás. Así que, como comprender­éis, no iba a ser tan estúpido de repetir la jugada. La sinceridad desmesurad­a me había condenado a una vida de soledad. Y, aunque ya nos estamos terminando el café, y todo apunta a que nada va a poder con este trozo de lechuga que sigue incólume frente a mí, no voy a incomodar a Isabel con la verdad. Por ella sería capaz de mentir cada día.

Isabel es inteligent­e, divertida, guapa… tanto que no entiendo por qué accedió a salir conmigo. Sin embargo, aquí está, mostrando esplendoro­samente su 99 % de perfección. Aunque siendo tan alucinante, no sé cómo no se ha percatado del trozo de lechuga que lleva desde hace dos horas en el diente. ¿Qué queréis que os diga? Muy arquitecta, mucho cum laude… ¡ pues tan lista no será si aún no se ha dado cuenta!

Isabel se va al servicio y a mí me invade el alivio. “Bien, Gonzalo, has mantenido el tipo, ahora ella se verá el trozo de lechuga, se lo quitará discretame­nte y todo volverá a ser perfecto”.

Isabel vuelve del lavabo. No hay rastro del viejo trozo de lechuga, pero sí de una cara de pocos amigos que es completame­nte nueva para mí.

–Me voy –anuncia, mientras arroja un billete de cincuenta sobre la mesa.

Trato de retenerla corriendo torpemente tras ella. Consigo alcanzarla ya en la calle. –¿Qué pasa? –Necesito saber. –Gonzalo, yo quiero un hombre que pueda mirarme a la cara y decirme sin tapujos que tengo una lechuga en el diente. La complacenc­ia y las falsas buenas formas no me interesan –dice, justo un segundo antes de meterse en un taxi que la aleja de mí.

*Zebina Guerra (Gran Canaria, 1984), escritora y guionista, ha sido fnalista del Premio SGAE de Guion Julio Alejandro 2017. Ha dirigido varios cortos cinematogr­áfcos y actualment­e prepara un proyecto de largometra­je. Acaba de publicar su primera novela, ‘Artes maritales mixtas para una fugitiva’ (Ed. Reservoir Books).

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