EL DIABLO EN CHRISTIE’S
¿QUÉ OCURRE SI PONES A UN KAMIKAZE A DIRIGIR UNA SUBASTA? QUE TE VENDE UN CUADRO POR CASI 400 MILLONES DE EUROS. ES LOIC GOUZER, EL SUIZO QUE ESTÁ REVOLUCIONANDO EL MUNDO DEL ARTE
Cuánto es demasiado deprisa? Que nadie pregunte a Loic Gouzer (Ginebra, 1980), que no tiene ni idea y, además, no le importa. Todo por la adrenalina que le da sacudir la estructura de la casa de subastas más antigua del mundo, Christie’s, junto con la del mundo del arte y sus coleccionistas millonarios. El presidente del departamento de Arte Contemporáneo y Posguerra de la frma va en zapatillas a trabajar, piensa mejor dando paseos por los pasillos de la galería en el Rockefeller Center de Nueva York, suele llevar un cigarrillo electrónico en la mano –consejo de su amigo, el actor Leonardo Dicaprio, con el que comparte su pasión por el medio ambiente–, da la vuelta a los rígidos calendarios de las grandes temporadas de subastas y su último gran golpe incluye colocar Salvator Mundi, de Leonardo da Vinci, una obra del Renacimiento, entre piezas de arte contemporáneo y posguerra. Mientras, la gran competencia, Sotheby’s, que no pudo con las formas del suizo y decidió echarle, mira cómo revoluciona el mercado del arte y hace ganar millones a la galería británica.
¿Si se estrella? No importa. Se va al Caribe con sus tiburones y no volveremos a saber nunca nada más de él. O, quizá, sí. De momento, se queda. Acaba de volver de Japón, de ver a varios clientes, justo cuando habla con Esquire. Señala que le gustaría trabajar más en España. Si alguien quiere encontrarle, que le busque en el restaurante Elkano, cerca de San Sebastián.
CALENTANDO LA TEMPORADA
Ahora prepara su próximo espectáculo: las subastas de mayo. Las expectativas están más altas después de la venta del Leonardo, que convirtió en el cuadro más caro de la historia. Lo hizo cambiar de manos por 450.312.500 dólares (380.849.402 euros) exactamente. Y solo fue el principio de la velada, que concluyó con una cifra total de venta de 785.942.250 dólares (664.706.477 euros). Su secreto: que no le importa lo que piensen de él. Pero que nadie se equivoque y crea que el suizo se dedica a probar diferentes fórmulas hasta ver qué ocurre. En realidad, es un experto en el mercado del arte y en garantías. Una técnica desarrollada precisamente en Sotheby’s, en 1974, para asegurar que se sacaban a la venta ciertas obras. En términos generales, la casa promete al propietario comprar la pieza por el precio garantizado de forma previa si no encuentra comprador en la subasta. Y Gouzer se especializó en arriesgar al máximo y ofrecer estos seguros a un precio muy alto. Algo que hizo temblar a Sotheby’s. También ayudó su tendencia a presionar a los clientes y saltarse la cadena de mando. Tobias Meyer, el gran subastador y presidente del departamento de Posguerra y Contemporáneo de Sotheby’s, le echó en diciembre de 2010. Y ahí empezó la verdadera revolución.
ESQUIRE: ¿Cómo comenzó todo? LOIC GOUZER: La primera vez que vi una obra de arte que me hizo querer hacer lo que hago fue cuando era pequeño. Un Basquiat, Head of a Madman. Era un anuncio de una obra de teatro en Ginebra, donde crecí. Estaba en una ventana, y entré a preguntar si podía quedarme con el cartel. La obra de teatro ya había terminado. No sabía quién era Basquiat. Lo quitaron del cristal de la puerta y me lo dieron. Lo puse en mi cuarto. Entonces, empecé a leer sobre Basquiat. Después, conseguí trabajo en una subasta ( el 12 de noviembre de 2013, en Christie’s). Le conté la historia al coleccionista, que no se lo podía creer. ESQ: ¿Nunca quisiste ser pintor? LG: Cuando era pequeño, entre los diez y los catorce años, quería ser artista. Daba clases de dibujo y pintura. Pero me di cuenta de que nunca sería bueno
y empecé a estudiar cada vez más. Sabía que no iba a ser Gerhard Richter, pero pensé que les entendía. Por parte de mi padre, que es de la Bretaña francesa, tenemos como antepasado al doctor Gouzer, que era el médico de Gauguin. Más tarde, en cuanto me dejaron coger el tren, fui desde Ginebra a la Feria de Arte de Basilea. Daba vueltas. Hacía preguntas. Me inventaba un nombre, y decía que era el hijo de alguien importante para que me hicieran caso. No creo que me creyeran. ESQ: ¿Cuál fue tu primera gran venta? LG: En una ocasión, en Basilea, una galerista se me acercó y me dijo: “Me gusta la forma en que miras el arte”. Tomamos café y, después, me dio un trabajo de media jornada. La galería era la más avant garde en Ginebra. Era el 97.
“DE LA SUBASTA DEL LEONARDO NO RECUERDO NADA DESDE QUE PASAMOS DE LOS 20 MILLONES. LA LÍNEA ENTRE EL FRACASO Y EL ÉXITO ES MUY FINA. LA GENTE PENSABA QUE ESTABA LOCO. SI NO HUBIERA FUNCIONADO, ME HABRÍA IDO CON MIS TIBURONES Y NUNCA MÁS HUBIERA VUELTO. FUE COMO SALTAR EL CAÑÓN DEL COLORADO. SALTAS. Y NO MIRAS ATRÁS. Y NO PUEDES DUDAR. ES MUCHA ADRENALINA”
Tenían a Maurizio Cattelan, a Sarah Lucas. Pero a nadie le importaban esos artistas. Trabajé en esta galería, Analix, e hice un viaje alrededor del mundo. Como intercambio, acordamos que iba a hacer una exposición con todos los artistas que me llamasen la atención. Invité a todos los médicos que conocía en Ginebra para que viniesen a verla. Les conocía a todos porque soy un poco hipocondríaco. Algunos ganaron una fortuna con el arte que compraron, cuando lo volvieron a vender pasado un tiempo. Varios de ellos todavía me atienden sin cobrarme nada (risas). ESQ: ¿Qué enfermedad tienes ahora? LG: Ahora tengo una gran alergia a las reuniones corporativas, desde que volví de vacaciones. ESQ: Todo el mundo quiere verte. ¿Eres el Humphrey Bogart del arte con el Rat Pack de la actualidad? LG: No… ( risas). Me gustaría ser así. La gente quiere hablar contigo. Quieren saber lo que ocurre. Si no consiguen lo que quieren, no insisten. Es como las cosas de temporada, cíclicas. Ahora empieza a haber mucho trabajo porque tenemos que viajar por todo el mundo mirando cuadros. Este negocio es muy antiguo. Hay que ser innovador y renovador. La pasada temporada se consiguió con un trabajo antiguo (un Leonardo Da Vinci). La gente quiere cosas que no espera. Quieren que les sorprendas. ESQ: ¿Echas de menos Londres? LG: Estudié en el UCL (University College of London). Fui a Londres por dos razones: quería ver buenos partidos de fútbol y buenas exposiciones de arte. Siempre he sido un afcionado del Chelsea. Antes de Abramovich [ millonario ruso que compró el equipo y exmarido de Dasha Zhukova, coleccionista de arte]. Seguía al Chelsea cuando perdían. Todavía tengo el abono. Nunca me deshice de él porque en ese momento nadie quería ir, y son muy buenos sitios. Los sábados iba al fútbol, y los domingos a los museos. Lo que también solía hacer era andar. Cuando se ponía el sol. La gente que vive en grandes casas siempre lo hace en la planta baja. Mi juego favorito era caminar por las calles y ver el arte que había en el interior por las ventanas. A veces tenía que subirte a algún sitio y escalar un poco. Pero era increíble porque se podían ver piezas muy buenas. Simplemente, no se sabía a quién pertenecían. Si iba muy pronto, no se veía nada porque todo estaba muy resplandeciente por la luz. Y si era muy tarde, se hacía oscuro. Había que escoger justo el momento apropiado. Me iba con mi novia. Con mi hermano. Con un amigo. Miraba por la ventana de Charles Saatchi (el hombre de negocios británico-iraquí) y veía lo que tenía, que siempre lo cambiaba. En ese momento, no sabía que quería entrar en una casa de subastas. Entonces, empecé a trabajar en Sotheby’s en Londres durante un año. Y después vine a Nueva York y me dediqué a la frma durante cuatro años. ESQ: Hasta la gran pelea con Tobias Meyer… LG: [Sonríe]. Bueno, él no era una persona fácil. Y yo tampoco. Creo que si me tuviese como empleado, me despediría a mí mismo. Entonces y ahora. No vine a Nueva York de turista. Primero tienes que sobrevivir, después tienes que ganar credibilidad y hacerte un nombre. Y simplemente intenté conseguir que las cosas se moviesen un poco. Me decían: “Tienes que ser becario primero durante dos años. Luego, otros dos”. Pero la vida es demasiado corta. Y volví a todo el mundo loco. Teníamos un retrato que era genial, y la única persona que pensé que podía estar interesada era François Pinault (dueño de Christie’s). Le llamé. Me dijo que no iba a comprarme una obra porque trabajaba en Sotheby’s. Pero me pidió que quedásemos para tomar un café. Pensó que estaba loco, pero también había conseguido intrigarle. Me dijo que si me iba de Sotheby’s le llamase. Cuando me marché iba a hacer algo distinto, y me llamó después de leer en el periódico que me había ido. Estaba conduciendo de Bretaña a Ginebra, en vacaciones. Me dijo: “Pásate a verme”. Yo estaba sucio y le llevé unas ostras de la granja familiar que tenemos. ESQ: Todas las instituciones culturales intentan renovarse, atraer nuevo público. ¿Tú cómo lo has conseguido? LG: No lo sé. No hay receta. Trabajo. Trabajo mucho, y no siempre sentado en la ofcina. Pienso mejor dando paseos por el pasillo. Mi cerebro funciona con una idea, luego una obsesión, luego una idea. Y, de repente, veo todas las ideas pasar y digo: “Vale, esta”. ESQ: ¿ Qué quieres hacer con la sala de subastas Christie’s? LG: No tengo un plan maestro. Ni una idea. No estoy destruyendo nada. Pero sí lo sacudo. Me gusta agitar las barreras, no romperlas. Mi estructura es mi
“ME GUSTARÍA TENER MÁS CLIENTES
EN ESPAÑA PARA PODER IR MÁS. RECUERDO UNA VEZ QUE COMÍ CON UNO. EMPEZAMOS A LAS DOCE Y MEDIA Y ACABAMOS A LAS SIETE Y MEDIA DE LA TARDE. ME EMBORRACHÓ. MANTENGO LA RELACIÓN”
mejor enemigo. Creo que es algo relacionado con la flexibilidad. Pero no tengo ningún plan. El mundo ha cambiado mucho en muy poco tiempo. Las cosas ahora se hacen virales. Y luego los Premios Nobel tienen cinco visitas en internet. Con Leonardo da Vinci pensé que la gente se iba a volver loca. Pero también pensé que podía no importarle. Vendemos mucho arte que es genial, y nunca se sabe… Esa pintura se compró por lo que es, pero también por lo que representa. La gente vino porque era Leonardo. Solo liberamos el potencial de la pieza de arte. ESQ: Su trabajo le hace viajar mucho. Creo que entre sus paradas suele estar España. LG: Sí, me encanta, y también la comida española. Me chifla el marisco. El mejor restaurante del mundo está cerca de San Sebastián, Elkano. Cada vez que voy a España pienso que me encantaría quedarme allí por la comida. Cuando vuelvo a Nueva York nada me sabe a nada. Me gustaría tener más clientes en España para poder ir más. Recuerdo una vez que comí con uno. Empezamos a las doce y media y acabamos a las siete y media. Me emborrachó. Mantengo la relación. La novia de mi hermano es española, y de niño había una persona de España a la que quería como si fuese mi padrino. Y era del Real Madrid, por eso yo lo soy también. ESQ: Su otra pasión es el medio ambiente. LG: Me encanta la naturaleza. Sobre todo cuando se vive en Nueva York, que es el lugar más antinatural del mundo. Intento escaparme al mar. La gente hace yoga, corre por el parque para desconectar. En mi caso, estoy muy preocupado por los océanos. Todo está desapareciendo. Ocurre a un nivel catastrófico. Cuando veo las piezas que vendemos y todo el esfuerzo y la energía y el dinero que ponemos en esto, pienso que las especies y el ecosistema son también obras maestras. No creadas por el hombre, sino por quien cada uno quiera creer. Pero deberían ser preservadas con el mismo dinero que destinamos al arte. Me encanta haber vendido una pieza por 450 millones de dólares. Pero sé exactamente lo que podría haber hecho con ese dinero en el mundo de la conservación. Me encantaría tener subastas para salvar el planeta. ESQ: ¿Por qué le preocupan tanto los tiburones? LG: Es un animal prehistórico, primitivo y crudo. Aunque parezca una locura, cuando nado entre ellos se crea una conexión, un diálogo, un respeto, un orden, un quién es quién.