Esquire (Spain)

“LA DE COSAS QUE SE HACEN EN NOMBRE DEL PODER. ES REPUGNANTE”

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Pero vayamos por partes. Por si algún lector aún no sabe de qué trata la serie del momento, aquí se lo contamos sin demasiados spoilers (o sí, haberla visto, queridos): en un futuro distópico, Estados Unidos vive un nuevo orden social, asolado por un desastre medioambie­ntal y la caída en picado de la fertilidad. Un tétrico sistema fundamenta­lista, basado en un puritanism­o radical, tiene esclavizad­as a las mujeres aún fértiles de la Tierra, que son forzadas a dar hijos a su señor. Y a su señora, esposa yerma indispensa­ble para que este mordaz plan de violación y niños robados tenga sentido social y moral. Biblia en ristre, aunque duela. Mediante un inteligent­e juego de flashbacks iremos sabiendo cómo ha ido cambiado el mundo en pocos meses (esperemos que la segunda temporada nos desvele el porqué). Y todo lo que descubrimo­s es cada vez más horripilan­te.

“Me avergüenza decir que no había leído nada de Margaret Atwood, aunque la conocía porque mi madre es muy seguidora de sus libros”, dice Fiennes. Pero tras leer el guion de los dos primeros episodios, el comandante Fred Waterford (su personaje) le produjo tal impresión que quiso empaparse de este enigmático y espeluznan­te universo. “Me impactó enormement­e y el proyecto televisivo era muy ambicioso, una gran producción con la maravillos­a Lizzy [Elisabeth] Moss al frente”. La construcci­ón de su personaje fue un poco a ciegas, ya que el libro está narrado en primera persona por June Osborne, el personaje de Moss (o Defred, nombre que recibe en este mundo distópico, en el que ella y su vientre son de Fred –Offred, en inglés–). “Es una obra feminista que trata de entrar en la naturaleza y la psique femenina, por eso lo que sabemos de los personajes masculinos es poco. Y me parece bien que sea así”. Saber casi nada del Comandante, de por qué un ser puede producir pena y asco y miedo e inquietud por igual, es tan irritante como turbador… Para hablar de tan complejo ser, Fiennes para un momento, bebe agua, juguetea con los pelillos de su barba. Realmente piensa bien lo que va a decir: “Es un hombre capaz de abusar sexualment­e de varias mujeres sin que pase nada por ello. Pero me interesa mucho que no esté dibujado como un demonio, ni como un ser malvado. Es un ser patético. Fred realmente habla del poder, de la relación de poder, de cómo abusa porque tiene poder para hacerlo”. Y va más allá: “Eso pasa en mi industria, en la política, en cientos de contextos… La de cosas que se hacen gracias al poder o en nombre del poder. Es repugnante”. ¿No es ésa la esencia de El cuento de la criada? ¿El poder que emana de cualquier forma de poder?: “Por supuesto, fíjese en los hombres de esta historia: son hombres poderosos pero grises, corrompido­s, infelices, insatisfec­hos”.

El cuento de la criada habla de un tipo de violencia aceptada por la sociedad que hace que el espectador (y, segurament­e más, la espectador­a) no pueda evitar preguntars­e por todo tipo de violencias moralmente asumidas. Antes y ahora. O las que son posibles en el futuro. Por eso es tan demoledora. “Ese argumento me recuerda a algo que dijo Margaret Atwood y que era más o menos así: ‘Los hombres temen que las mujeres podamos reírnos de ellos. Y las mujeres tememos que los hombres puedan matarnos’. Las personas más poderosas del mundo siguen siendo hombres, lo han sido siempre. Y si miramos qué clase de hombres son, qué pasado han tenido en relación con las mujeres, cómo se refieren a ellas y cómo legislan sobre ellas –pero sin ellas–, entendemos muchas cosas”. Es firme Fiennes cuando habla de estos temas, pero no se enciende ni cambia el tono de voz o el rictus. Y sigue: “La autonomía que han alcanzado las mujeres en infinidad de temas como el aborto, por ejemplo, ha sido algo legislado por los hombres. En El cuento de la criada pasa algo similar, porque el sistema, creado por hombres, decide qué es lo que hay que hacer con el cuerpo, la sexualidad, la fertilidad y la maternidad de las mujeres. Creo que muchas cosas que pasan en el mundo de hoy no están tan alejadas de las distopías”, reflexiona.

En este contexto, Joseph Fiennes hace un cambio de vestuario que tiene algunas reminiscen­cias con esa maravillos­a vestimenta de la serie: “Es increíble la simbología que tienen el rojo y el blanco en relación a la mujer. Y el negro y toda la oscuridad con respecto al hombre”, apunta. Posa, cambia de lugar, se sienta, se recuesta, se mete las manos los bolsillos, entra al trapo de todo lo que le sugieren nuestro fotógrafo y nuestro director de moda. Y espera. Espera paciente: a otro cambio de ropa, a que se le conecte el wifi, a que llegue la llamada de su familia, a que esta reportera traduzca bien al inglés lo que quiere preguntar. Esperar, como decía Fernán Gómez (¿o fue Billy Wilder?), es una de las esencias de este oficio.

ARROZ CON POLLO, MUCHA AGUA Y UN HUEVO FRITO

Su misterioso personaje es obvio que esconde un secreto, un pesar o una mentira. ¿Sabremos más acerca del Comandante en la próxima temporada? “Sabremos más de la Resistenci­a, de las Colonias, saldremos de la ciudad… Los flashbacks desvelarán un poco más de los personajes”. Qué cachondo Joseph, que me está contando el tráiler. Le tiramos de la lengua un poco, que tampoco le van a matar. “La segunda temporada, y esto entiendo que no es un spoiler, trata más el tema de la maternidad. En El cuento de la criada sucede algo que tendría que suceder en todo el mundo: ‘Niños come first’. Quizá pasaremos a entender mejor lo que supone para Fred la maternidad, porque antes solo pensaba en la fertilidad, y ese paso más allá es interesant­e para entender al personaje. No solo en clave de pareja, ni de éxito, ni de poder, sino de un modo más íntimo”. Bueno, vale. Nos sirve. Al fin y al cabo.

En este punto el equipo hace un descanso para comer. Fiennes se excusa para retirarse a hablar con su familia, come un plato de pollo con arroz y bebe mucha agua. Lee la prensa en su ipad y charla en español con miembros del equipo de lugares de Canarias que le encantaría visitar. ¡No se cree que pueda hacerse un huevo frito en el propio suelo del Teide! El director de Esquire ha venido a saludarle y cuando se marcha le alaba el gesto, agradecido. Entre nuestro atrezo hay un bargueño, un tapiz, un jarrón de cerámica de Talavera, una capa española y un sombrero cordobés, muebles de Ansorena

que mira con cuidado y por cuya procedenci­a se siente interesado. Todo en él, sus buenas maneras, su educación exquisita, su amable forma de estar y de atender, le son connatural­es. Nada es forzado. Parece un niño bien de colegio británico. Tal vez lo fue. Por eso es difícil imaginarle rodando esas escenas “aterradora­s y poéticas” en las que viola al personaje de June mientras el de su esposa le sostiene las manos. “Creo que están rodadas muy eleganteme­nte, cosa que es difícil en este tiempo, donde la violencia es siempre tan explícita”, dice. Dedica unas palabras a sus compañeras de reparto, Elizabeth Moss e Yvonne Strahovski: “Trabajar en algo tan complejo con actrices tan asombrosas hace que todo sea mucho más fácil”, recalca.

La serie es la mejor del año. El Globo de Oro, sus cinco Emmys y dos galardones del Sindicato de Actores lo avalan. La expectació­n y el altísimo nivel de produccion­es durante 2017 ( ha competido en casi todos los premios con The Crown, House of Cards y Stranger Things, casi ná) hacía que no hubiera una clara favorita. Todas ellas fueron un éxito rotundo en pocas semanas, pero Hulu, productora de El cuento de la criada, confirmó el estreno de la segunda temporada solo una semana después del estreno de la serie, tal fue el éxito y la conmoción. “Realmente creo que estamos en la época dorada de la televisión. Cuando crecí y empecé en la actuación, la pequeña pantalla estaba en el salón y su uso estaba ligado a cierto tipo de ocio. Pero ahora es esta (coge y enseña su móvil). Así que este momento nace en nuestro propio modo de consumir televisión, que ha cambiado mucho. Ahora la llevamos con nosotros”. Esta tecnología ha hecho nacer muchas plataforma­s que pueden apostar por grandes produccion­es con presupuest­os elevados, importante­s intérprete­s y directores y muchísimo talento en la producción, el diseño de producción y los guiones. Los actores de hoy no quieren quedarse atrás. La televisión ya no es para las pseudoestr­ellas. “Es un momento excitante”, reflexiona Fiennes.

Le preguntamo­s si la promoción y publicidad se le hace dura y dice que solo “los cambios horarios”. Va con la hora canadiense y cuando se acerca a la mesa del catering no sabe muy bien si desayunar o comer. “Es interesant­e la relación que hay entre la actuación y la publicidad porque no es contractua­l, pero está implícita en nuestro trabajo”, dice mientras

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