Esquire (Spain)

Barbarella. cine europeo chica Bond

Rechazó una oferta para ser y otra para ser Cuando volvió a Italia a finales de los 60, el había cambiado mucho

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Y es que, salvo esa obra maestra que ya hemos mencionado titulada Cómo matar a la propia esposa, el resto de proyectos que le ofrecieron en Hollywood no fueron nada del otro mundo. Películas como Bromas con mi mujer… ¡no! (1966) o Asalto al Queen Mary (1966) fueron filmes agradables y le brindaron la posibilida­d de codearse con estrellas como Tony Curtis, George C. Scott o Frank Sinatra. Pero demasiada poca cosa para una actriz que desbordaba el carácter de Italia por cada poro de su piel.

De su paso por Estados Unidos dejó, eso sí, un testimonio impagable al convertirs­e en portada de Esquire en marzo de 1965, con una impactante foto en la que aparecía ¡afeitándos­e! Una imagen que muchos años después sería imitada por Jessica Simpson (mayo de 2008).

Harta de que la trataran como a una Marilyn de segunda, y tras permitirse el lujo de rechazar una oferta para ser chica Bond y otra para convertirs­e en el sex symbol galáctico por antonomasi­a de toda la historia del cine, Barbarella, la Lisi regresó a su querida Italia a finales de la década de los sesenta. Noche de San Bartolomé de 1572. Un papel por el que ganó el premio a la mejor actriz en el festival de Cannes y el César del cine francés. A ellos sumó cuatro David de Donatello (los galardones cinematogr­áficos más prestigios­os de Italia), dos de ellos honorífico­s.

Fuera de las pantallas, Virna Lisi también tuvo el privilegio de vivir una de esas historias de amor únicas. Se casó en 1960 con Francesco Pesci, un brillante arquitecto que fue otro de los personajes que encarnó el renacimien­to de Italia tras la Segunda Guerra Mundial y que llegó a ser presidente de la Roma Club de Fútbol. Juntos compartier­on más de cincuenta años de convivenci­a y estuvieron tan unidos que murieron con solo unos meses de diferencia.

En el obituario de Virna, fallecida el 18 de diciembre de 2014, alguien incluyó un breve diálogo extraído de una de sus muchas comedias: “– ¿ He dicho algo inconvenie­nte? – No, pero con ese rostro podría decir usted lo que quisiera”.

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