Esquire (Spain)

El sonido de Sutherland

LO CONOCES POR SUS TRABAJOS DE ACTOR EN HOLLYWOOD, PERO AHORA LLEGA A ESPAÑA PARA DEMOSTRAR QUE TAMBIÉN ES UNA ESTRELLA DEL COUNTRY

- TEXTO HÉCTOR LLANOS MARTÍNEZ FOTOGRAFÍA FRAZER HARRISON

Charlamos con el recordado protagonis­ta de la serie 24, que aterriza en junio en España con su banda de country.

ME IMPORTA UNA MIERDA LO QUE PIENSES. Es lo único que le puedo decir a aquel que crea que lo que hago con mi banda es solo un capricho y que no hay talento ni esfuerzo detrás. Claro que me importa gustar al público cuando me subo a un escenario a tocar, pero también soy consciente de que mucha gente se empeña en guiarse por el cliché del actor que también es músico.

QUIEN ME VEA INTERPRETA­NDO COUNTRY SOBRE EL ESCENARIO, que sepa que está viendo la mejor versión de mí mismo… aunque las canciones sean algo trágicas.

IR DE GIRA CON MI BANDA MITIGA LA SOLEDAD, aunque es menos glamuroso que Hollywood. Porque como ciudad Los Ángeles será bonita, pero puede llegar a ser un lugar muy complicado y aislarte por completo.

HABLAR DE PENAS QUE ES IMPOSIBLE AHOGAR EN ALCOHOL ES ALGO QUE SÍ NOS DESCRIBE a Jack Bauer (mi personaje en la serie 24) y a mí. Él y yo somos tipos muy diferentes, pero creo que el desgarro de mis canciones, como Not Enough Whiskey, nos une. ¿Que si Bauer escucharía mi música? Sin duda.

EL ESPECTADOR EUROPEO SUELE TENER LA MENTE MÁS ABIERTA RESPECTO AL CINE Y LA MÚSICA. Lo he comprobado a lo largo de mi carrera. Todavía no he tocado en España, pero ya he estado en Europa de gira hace un par de años. En mi primer disco, Down in a Hole, hago música country folk y creo que al público español le va a gustar, a pesar de que es un género muy americano.

COMO MÚSICO, LO MÁS EXCITANTE QUE HE HECHO es una foto a una gasolinera de la América profunda para compartir en mis redes sociales. Aun así me compensa. Y eso que como actor viajo a los mejores lugares del mundo presentand­o mis películas y series.

A PESAR DE QUE SOY UN DEBUTANTE, el público del Grand Ole Opry –el escenario más legendario de la música country, en Nashville, donde han actuado grandes leyendas como Johnny Cash– me ha acogido con los brazos abiertos las dos veces que he pasado por allí. Es como una gran hermandad.

ES UNA EXPERIENCI­A LIBERADORA SER YO EL QUE CUENTO MI VIDA AHORA sobre un escenario a través de mis canciones. Es muy curioso. Cuando la prensa se entrometía en mi vida privada en los años 80 y 90, me resultaba muy incómodo y me protegía todo lo que podía.

EN MI BANDA LA BATERÍA LA TOCA UNA MUJER. Y cuando hace años creé mi propio sello musical, fiché a grupos en los que había mujeres. Siempre las he elegido porque eran las mejores para el puesto, no por cumplir con ninguna cuota. Pero claro que hay machismo en el mundo de la música country, como en casi todas las facetas de esta vida.

ME HICE ACTOR POR CULPA DE MI MADRE, NO POR MI PADRE, Donald Sutherland, como casi todo el mundo cree. Ella me compró un violín con 4 años y se preocupó de que aprendiera a tocarlo. La primera vez que participé en una obra de teatro fue tocándolo y, desde que me subí a ese escenario, no he podido desenganch­arme de la profesión de actor.

COLECCIONO GUITARRAS, AUNQUE INTENTO CONTROLARM­E. He llegado a tener cientos de ellas. Una que sigo conservand­o es una española, clásica, preciosa, que compré en Madrid durante la promoción de la serie 24. Cuando llegue a España, en junio, quiero ir a una de esas tiendas artesanale­s para llevarme otra guitarra.

YO HE TENIDO UNA “NOCHE MÁS LARGA QUE MI VIDA”, al fin y al cabo soy una estrella de la música… ¿No decía Jack Bauer cada temporada que había sido el día más largo de su vida? Pues en mi caso ha sido una noche.

DONALD TRUMP LO TENDRÍA MUY DIFÍCIL PARA TENER A JACK BAUER DE SU LADO. Este detective siempre ha sido fiel a su país.

“Cuando llegue a España en junio, quiero ir a una de esas tiendas artesanale­s para comprarme otra guitarra”

Todos y cada uno de los miles de aficionado­s que acuden cada semana al estadio Petrovski de San Petersburg­o deben superar dos exhaustivo­s cacheos realizados por personal del club sin contratiem­pos. Poco antes de superar la primera verja de acceso, decenas de agentes policiales, con el rostro tenso y equipados con material antidistur­bios, se han colocado en línea, formando un torvo cordón policial presto a actuar en cuanto se produzca el primer conato de desorden. El último fltro es defnitivo: una cámara de televisión que flma el rostro de cada afcionado y coteja las imágenes obtenidas con una base de datos donde fguran los más destacados alborotado­res ya identifica­dos por la policía. “Si están ahí, no se les permitirá la entrada”, me confesa uno de los guardas.

Bienvenido­s a Rusia, sede de la Copa del Mundo de Fútbol de 2018.

En esta atmósfera de tensión y psicosis de seguridad se celebrarán este verano, concretame­nte entre el 14 de junio y 15 de julio, los 64 partidos de los que se compone el torneo y que tendrán como escenario 12 estadios en 11 ciudades del país. A pesar de que los episodios de violencia entre hinchadas rivales y los conatos de racismo protagoniz­an, desde hace ya años, la crónica deportiva en los medios de comunicaci­ón rusos, las alarmas solo han saltado a raíz de los incidentes registrado­s durante la celebració­n del último Campeonato de Europa de Fútbol, celebrado en 2016 en Francia y, más concretame­nte, a raíz de las peleas en Marsella durante el partido entre las seleccione­s de Rusia e Inglaterra, en el que dos afcionados británicos resultaron gravemente heridos y fueron hospitaliz­ados en coma tras haber sido atacados con martillos y barras.

NI NEGROS NI HOMOSEXUAL­ES

La reacción del Gobierno ruso a los desórdenes provocados en el país galo por sus conciudada­nos inquietó a las autoridade­s mundiales del deporte tanto o más que los incidentes mismos pro- vocados por los hooligans. Diputados como Igor Lébedev, del partido ultranacio­nalista LDPR y miembro de la Unión Rusa de Fútbol, animaron a los afcionados de su país a continuar con las peleas. “Bien hecho, chicos. ¡Seguid así!”, dijo mientras arreciaba la polémica en las primeras páginas de la prensa mundial. Incluso el propio presidente ruso, Vladímir Putin, pareció jalear en algún momento el comportami­ento y la hombría de los radicales de su país en los incidentes del sur de Francia. Tras criticar brevemente los altercados en una intervenci­ón en el Foro Económico de San Petersburg­o, pronunció, ante las carcajadas del público asistente, una velada alabanza a la efectivida­d de sus agresivos hinchas: “No entiendo cómo 200 de nuestros fans pudieron con miles de ingleses”.

El Zénit de San Petersburg­o es uno de los equipos de la liga rusa, junto con el CSKA, el Spartak y el Torpedo, cuyos seguidores acarrean peor fama. En 2012, en una carta abierta publicada en la página web de su hinchada, se exigía incluso a los miembros de la directiva que se abstuviera­n de contratar a jugadores homosexual­es o de color. Ofcialment­e no hubo respuesta por parte del liderazgo del club, pero desde entonces ese parece que ha sido el patrón a la hora de incorporar nuevos jugadores al equipo. En repetidas ocasiones, futbolista­s extranjero­s de color que juegan en la liga rusa o en equipos europeos a los que se enfrenta el Zénit se han quejado del comportami­ento del público petersburg­ués, al que acusan de comportami­entos vejatorios como imitar el jadeo de un mono cuando tocan la pelota o incluso de lanzarles cáscaras de plátano.

“Es una política no oficial”, admite Alekséi, un espectador del partido contra el AZ Alkmaar, mientras celebra, uno tras uno, los cinco goles que su equipo endosó a la escuadra holandesa en aquella fría tarde otoñal. “No me parece un problema que los seguidores decidan qué jugadores pueden ser contratado­s; cada club debe ser libre de fjar su política de contrataci­ón, es lo que hace el Athletic de Bilbao con los jugadores vascos”, se justifca. “Son ellos quienes así lo demandan”, asegura, señalando con el dedo al gol sur, donde se instala partido tras partido la hinchada radical del Zénit.

“Podemos aceptar a jugadores como ‘Hulk’, pero no más”, continúa. Guivanildo Viera de Sousa, alias ‘Hulk’, es un jugador brasileño de piel mestiza que reiteradam­ente se ha quejado de episodios racistas “en casi cada partido” que jugaba en Rusia. Hace poco más de un año fue traspasado a la liga de China, concretame­nte al club Shangai SIGP.

Tras los altercados de MARSELLA, lejos de frenar la tensión, Putin dijo irónico: “No entiendo cómo 200 nuestros pudieron con miles de ingleses”

¿Por qué la directiva del Zénit no se decide a poner coto al comportami­ento de su hinchada más fanatizada? Lo cierto es que el principal equipo de San Petersburg­o, que se ha impuesto en varias ocasiones en el campeonato nacional ruso y se codea con los mejores de Europa, llegando a disputar en algunas ocasiones la Liga de Campeones, sería uno muy diferente si su fans más extremista­s no existieran. El gol sur constituye aproximada­mente un tercio del aforo del estadio y, sin su público más radical, las gradas, habilitada­s para 21.000 espectador­es, ofrecerían un aspecto triste y desangelad­o. No hace falta más que comprobar el abundante cemento a la vista en cada ocasión en que juegan equipos de ciudades de provincia y tamaño medio de Rusia para caer en la cuenta de que el fútbol, a diferencia de lo que sucede en España, no es un deporte de masas en este país. Todo lo contrario: necesita a todos sus hinchas, incluso a los más extremista­s, para mantener unos niveles de asistencia dignos y al tiempo sanear las fnanzas internas.

Aunque en los estadios la situación parece estar bajo control, fuera de ellos la policía rusa se ha mostrado hasta la fecha incapaz, impotente o carente de voluntad para frenar la violencia entre hinchadas rivales que se citan en bosques y parques para golpearse. Son episodios que incluso permiten a sus protagonis­tas ser ‘promociona­dos’ dentro de una organizaci­ón que rinde culto a la agresivida­d y margina a los pusilánime­s. Ruslán Dubov, reportero de Deportes de Nóvaya Gazeta y a su vez seguidor del Spartak de Moscú, explica desde la redacción moscovita de su publicació­n cómo se desarrolla­n estas batallas campales entre hooligans lejos del escrutinio de las fuerzas de seguridad. “Las peleas y reyertas en parques y bosques se celebran al menos una vez por semana; se fja el lugar y la hora a través de las redes sociales”, relata Dubov. Las reglas también se establecen de antemano, incluyendo el tipo de utensilios que se permite utilizar en la reyerta. “Solo se pueden emplear los puños y en ningún caso armas de fuego”, aclara.

Quienes demuestran arrojo y hombría en estas ocasiones son “promociona­dos” dentro del escalafón de mando de la hinchada y, una vez al año, resume el periodista, se organiza una gran refriega “en la que participan un elevado número de afcionados”. “Los fans llaman a esta gran pelea anual o bianual ‘ obshak’”, una palabra que procede de la jerga criminal y mafosa y viene a signifcar en idioma ruso algo así como ‘pelea común’.

CRECE LA TENSIÓN

¿Se repetirán los incidentes de Marsella durante el Mundial de Rusia este verano? ¿Tendrán lugar peleas, concertada­s a través de los móviles y las redes sociales, entre hinchadas rivales? Dado el actual clima de tensión internacio­nal entre Rusia y Occidente, en particular con

el Reino Unido, ¿cómo reaccionar­án los afcionados de ambos países en el hipotético caso de que las dos escuadras se enfrenten en un cruce de eliminator­ias, posible en semifnales?

Desde las institucio­nes deportivas rusas y las asociacion­es de seguidores se intenta transmitir un mensaje de calma, y se recuerda que los despliegue­s policiales han prevenido los incidentes en los estadios hasta el momento. “No me puedo imaginar que se repitan los altercados de Marsella en Moscú”, indica, en una entrevista telefónica, Andréí Malosólov, cofundador de la Unión de Fans Rusos. “Las medidas de seguridad [en Rusia] son muy efectivas y nos causan muchos problemas, tales como retrasos en la entrada”, se queja Malósov, hincha de un equipo moscovita.

EL FESTIVAL DE LA VIOLENCIA

Las declaracio­nes que han realizado algunos de los alborotado­res que participar­on en los incidentes de Marsella no confirman el optimismo de Malósov; más bien apuntan hacia todo lo contrario. De un documental elaborado por la BBC con entrevista­s con algunos hinchas radicales rusos, se desprende que grupos extremista­s están preparando desde hace meses emboscadas contra los ingleses.

“Hay una franja de bosque cerca del estadio; está muy cerca de este, por lo que la gente se puede esconder entre los árboles, nadar y planear emboscadas; básicament­e pueden hacer lo que ellos quieran”, declaró un fan, cubierto con una máscara y originario de Rostov, ciudad del sur de Rusia no lejos de Volgrograd­o, donde la selección inglesa jugará su primer partido. “Para algunos será un festival de fútbol, para otros, un festival de violencia”, concluyó.

“No veo problema en que decidamos qué jugadores queremos (y que no haya negros en el equipo). Es lo que hace el ATHLETIC DE BILBAO con los vascos”

 ??  ?? GRUPOS ORGANIZADO­S Y ESTRATEGIA­S ORQUESTADA­S “Somos los soldados de Vladímir Putin”. La frase, dicha por Vladímir el asesino (abajo, llevándose la mano a la boca) y grabada con una cámara oculta para la BBC en su reportaje Rusia´s Hooligan Army,...
GRUPOS ORGANIZADO­S Y ESTRATEGIA­S ORQUESTADA­S “Somos los soldados de Vladímir Putin”. La frase, dicha por Vladímir el asesino (abajo, llevándose la mano a la boca) y grabada con una cámara oculta para la BBC en su reportaje Rusia´s Hooligan Army,...
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