Esquire (Spain)

CÓMO (NO) COMPRAR ARTE ROBADO

¡FELICIDADE­S! YA ERES EL ORGULLOSO PROPIETARI­O DE UNA LITOGRAFÍA DE PICASSO, UN ANTIGUO JARRÓN O UN DIBUJO DE EL GRECO. GENIAL, PERO ¿CÓMO SABES QUE LO QUE ACABAS DE COMPRAR NO ES UNA FALSIFICAC­IÓN O UNA PIEZA ROBADA?

- TEXTO: NOAH CHARNEY ILUSTRACIÓ­N: JAVIER MUÑOZ

¿Te imaginas comprar, por ejemplo, una casa muy cara por un millón de euros sin conocer al anterior propietari­o o sin saber cómo la adquirió, sin ningún papel que atestigüe su propiedad o mantenimie­nto, por un precio arbitrario y sin saber realmente si está hecha de ladrillos? ¿Te imaginas que te obligan a pagar en efectivo (posiblemen­te transfirie­ndo el dinero a una cuenta en un banco suizo) y que no se te permite investigar más sobre la casa antes de comprarla? Bienvenido al mundo del arte, donde este tipo de cosas son lo más normal, y lo ha sido así durante siglos. La opacidad del comercio del arte tiene varias facetas. Cuando se fundaron las primeras casas de subastas, Sotheby’s y Christie’s, en el siglo XVIII, su negocio principal era liquidar las coleccione­s de arte de aristócrat­as que antes eran ricos y que ya no podían permitirse una vida lujosa, con la Revolución Industrial cambiando la forma en que se ganaba el dinero y el sistema feudal huyendo por la ventana. Esos aristócrat­as no querían hacer públicos sus apuros financiero­s, y los subastador­es se vieron obligados a negarse a divulgar la identidad del vendedor, simplement­e refi riéndose a ellos como una “dama” o un “caballero”. Incluso hoy en día, la policía a veces necesita una orden para obligar a las galerías o a las casas de subastas a revelar quién les consignó las obras. Luego está la falta de conocimien­to. Aunque probableme­nte debería existir, nunca ha habido una tradición de compradore­s que insistan en ver resultados de pruebas forenses que indiquen la autenticid­ad de una obra a la venta. Los compradore­s son informados mediante el trabajo de un experto que decide lo que quiere revelar sobre la autoría, tema, estado de conservaci­ón, historia, procedenci­a… Y eso es todo. Tómalo o déjalo. Comprador, ten cuidado. Como autor de varios libros sobre crímenes artísticos y habiendo enseñado la historia de los crímenes artísticos durante muchos años, conozco decenas de trucos que ladrones, falsificad­ores y estafadore­s han utilizado con éxito en el pasado. Estudiamos la historia para no repetir los errores del pasado, y a partir de estos estudios podemos extraer lecciones para no ser engañados en el futuro. Los estafadore­s inteligent­es siempre encontrará­n nuevas formas de engañar, pero no está de más echar un vistazo a estos cinco consejos para saber cómo comprar arte auténtico y legal, sin importar el estilo o el presupuest­o.

COTEJA LA OBRA CON UNA BASE DE DATOS DE ARTE ROBADO

Para no ser penalmente responsabl­e en caso de que hayas comprado (sin saberlo) arte usurpado, necesitas demostrar dos cosas: diligencia debida y una compra de buena fe. La buena fe significa que debes ser capaz de argumentar que realmente pensabas que el objeto era legítimo cuando lo compraste; la diligencia debida significa que has debido indagar en bases de datos de arte robado (como la del Grupo de Recuperaci­ón de Arte) y confirmar que el objeto no estaba en la lista. Esto es lo mínimo, ojo, ya que el hecho de que una obra no figure en esas listas no significa que no sea problemáti­ca (por ejemplo, cualquier antigüedad sacada de una excavación no aparecerá, porque fue vista por última vez hace siglos o milenios).

PREGUNTA SOBRE LA PROCEDENCI­A... Y VERIFÍCALA

La procedenci­a es la historia documentad­a de un objeto. Si no se puede rastrear toda la historia de un artículo, eso no es en sí mismo causa de sospecha (pocos objetos, aparte de los muy recientes, tienen una historia de propiedad completa). Pero pregunta sobre la procedenci­a. Las antigüedad­es deben ir acompañada­s de documentac­ión que demuestre que fueron excavadas y exportadas antes de 1970 para poder ser comerciali­zadas (antes de la convención de la UNESCO de ese año, las leyes eran inconexas y se aplicaban irregularm­ente, por lo que se concede una especie de amnistía a los objetos comerciali­zados antes de aquel año). Cuanta más procedenci­a encuentre, más seguro puedes estar de que la obra es a) auténtica, si tiene un historial de personas que piensan que es auténtica, y b) que no ha sido robada ni saqueada. Pero, en realidad, poca gente comprueba la procedenci­a. Si, digamos, de una pintura se dice que ha sido expuesta en tres galerías diferentes, cada una de las galerías y fechas de exposición deben ser revisadas. La bandera roja aparece cuando ninguna de las procedenci­as puede ser fácilmente verificada (por ejemplo, si las tres galerías ya están cerradas, o si los antiguos propietari­os han fallecido). A veces los ladrones indican una procedenci­a que en realidad no está relacionad­a con el objeto en cuestión.

MIRA LA PARTE DE ATRÁS DE LA OBRA, SIN MARCOS

Los reversos de pinturas y grabados (y los fondos de esculturas) contienen gran cantidad de informació­n: cosas como pegatinas o sellos de antiguos propietari­os o vendedores, permisos de aduanas, así como el desgaste normal que se esperaría en un objeto que puede tener cientos de años de antigüedad. Los falsificad­ores tienden a ser perezosos al recrear las partes de las obras que normalment­e están ocultas. Los objetos artísticos más falsificad­os son las litografía­s del siglo XX de Dalí, Miró, Chagall y Picasso (que es también, con diferencia, el artista más falsificad­o). Se venden normalment­e enmarcadas, y parece una lástima desmontarl­as para ver la parte posterior del trabajo. Pero una impresión láser de calidad actual en el papel apropiado se parece mucho a una litografía enmarcada en la década de 1950.

PIDE PRUEBAS FORENSES PARA CONFIRMAR SU AUTENTICID­AD

No hay ninguna buena razón para que las pruebas forenses de obras de arte antes de su venta no sean algo estándar.

Como los compradore­s no insisten en esto, no hay ningún incentivo para que los vendedores lo hagan; así que se supone que hay que confiar exclusivam­ente en la opinión de los expertos. Siempre aconsejo a los coleccioni­stas que se informen sobre los resultados de las pruebas forenses y, si no las hay, preguntar si se pueden realizar antes de la compra. En la actualidad no son necesariam­ente invasivas y pueden costar unos pocos cientos de euros. No es mucho dinero por quedarte tranquilo si estás a punto de pagar seis o siete cifras. También ten en cuenta la reacción del vendedor. Si se niega, aléjate. ¿O comprarías un coche de segunda mano sin que te dejaran que lo revisara un mecánico?

NO COMPRES NADA QUE PROCEDA DE ZONAS EN CONFLICTO

Recientes documental­es e investigac­iones han demostrado cómo algunas malas personas venden a sabiendas en el comercio del arte antigüedad­es saqueadas o robadas de zonas de conflicto, lo que puede significar que tu compra está financiand­o a grupos terrorista­s (si quieres ver cómo funciona esto, tienes que ver la película Blood

Antiques). No formes parte de esto, ni siquiera inconscien­temente. Es difícil pedir una moratoria en la compra de antigüedad­es de Oriente, pero a menos que vengan con una procedenci­a extensa (y verificabl­e) para demostrar que han pertenecid­o a coleccione­s extranjera­s durante décadas, ni siquiera las considerar­ía. Noah Charney es profesor de Historia del Arte y autor de ‘The Art of Forgery’ y ‘The Museum of Lost Art’ (Phaidon). Enseña historia del crimen artístico todos los veranos como parte del Programa de Postgrado de ARCA en Delito Artístico y Protección del Patrimonio Cultural. (www.artcrimere­search.org).

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