Esquire (Spain)

¿Mr. President?

Con la hoguera de lo que un día fue Cristina Cifuentes lanzando señales de humo a quien quiera oírlas, una verdad con la media lengua o cualquier inconvenie­ncia que atente contra las normas del buen gusto y la cortesía puede liquidar en pocas semanas una

- TEXTO LUIS RIVAS ESTILISMO ÁLVARO DE JUAN

Una mañana en la sede de Esquire con el aspirante más joven a La Moncloa... ¿y su próximo inquilino?

“Creo que lo llevo bien [la presión]. Tengo la suerte no soy ningún novato” de dormir tranquilo y

En la España de hoy, un político es un tipo obligado a embridar el mentón, fruncir el ceño y achinar los ojos ante la inocente (en apariencia) pregunta del peluquero sobre su flequillo. Silencio. Sospecha: –Menos aplastado: no me gusta que me quede como a Clark Kent. Es cierto que su peluquero habitual está en Chueca y que no es él quien lo está peinando para la entrevista, pero Albert Rivera Díaz (Barcelona, 1979) es un hombre en tensión, está en la potencia que precede al acto. Como Rajoy, Pedro Sánchez o Pablo Iglesias. Pero nadie como él surfea las encuestas. Encerrado en la cueva de cíclope de los sondeos, lucha contra sus propias expectativ­as y defiende votos hipotético­s que son como esas pompas de jabón que refulgen en libertad y que explotan cuando ya las estás cogiendo. En el punto álgido de su popularida­d, hoy es el candidato que solo puede meter la pata.

– Voy a bajar un poco el taburete para hacer la entrevista, que parece que estoy en un pedestal.

ESQUIRE: ¿Sientes mucha presión en estos momentos? ALBERT RIVERA: Por supuesto que hay presión, no voy a engañar a nadie, pero yo vine a la política a sufrir presión, porque prefiero tomar decisiones a que otro las tome por mí. Soy de los que prefieren tener una estrategia a dejarse llevar. ESQUIRE: ¿Cómo se protege uno de esa presión para que no le lleve al error? AR: Mirando hacia arriba, soñando con lo que quieres y buscando unos objetivos que sean más elevados que ella. Pero yo creo que lo llevo bien, tengo la suerte de dormir tranquilo y no soy ningún novato: llevo 11 años en esto y te puedo asegurar que Cataluña es un lugar de entrenamie­nto maravillos­o para la presión política, además de toda una escuela para constituci­onalistas.

Al ciudadano Rivera, el candidato más joven de cuantos optan a la Moncloa, le apasiona la velocidad. Vive de puntillas, como los sprinters sobre los tacos de salida, y jamás apoya los talones. Una de sus metáforas predilecta­s es aquella de que “el PP arrastra los pies con la corrupción”. Su padre fue campeón de España de karts y él estuvo quemando rueda con amigos hace unos días, después de un mitin en León. ESQ: ¿Cuántas multas te han puesto por exceso de velocidad? AR: Varias…

Alerta: incorrecci­ón. Responde rápido y decidido, porque la verdad es hoy el primer principio de Ciudadanos, la brújula para las encrucijad­as, una verdadera obsesión. Si no es precisamen­te agradable reconocer que a uno le hayan puesto sanciones de velocidad, peor es el parapeto de la negación, al que sigue la filtración del documento y la polvareda de la polémica. Pero Albert acaba de comentar que no es ningún novato y está dispuesto a demostrarl­o

embocando la segunda parte de su respuesta: “…como por otra parte le sucederá a cualquiera que esté en la carretera y no viaje en coche oficial”.

Su penúltimo coche fue un Audi A3. Ahora mismo, conduce un Volkswagen Golf automático y no volvería por nada del mundo al cambio de marchas manual. Hace algún tiempo, cuando encarnó el cambio gamberro desnudándo­se para la foto, popularizó su Yamaha 1000 como el Pegaso de la nueva política española. Hoy, él mismo se ha convertido en el caballo de Troya del bipartidis­mo.

Los días de Rivera amanecen a las seis, si hay que tomar un avión; a las ocho, para hacer una entrevista; incluso a las nueve, si es necesario recuperar algo de sueño antes de una sesión de control al Gobierno. Pero siempre se componen de entre 14 y 18 horas de trabajo. “Mi vida es muy muy flexible en el mal sentido. Yo no tengo horario de entrada ni de salida. Por eso, siempre intento buscar pequeños ratos para ir al cine con mi chica (una vez por semana; entre sus películas favoritas se encuentran Philadelph­ia y Mystic River) o ver una serie (“ahora estoy disfrutand­o con Sucesor designado”, asegura, después de populariza­r la trama política Borgen, que tan sospechosa­mente se asemeja a su experienci­a parlamenta­ria), salir a cenar o hacer una escapada de fin de semana. Cuando voy con el equipo, siempre pido la piscina del hotel (fue campeón de natación de Cataluña a los 16 años y militó en el Granollers de waterpolo) o intento salir a correr un rato para desengrasa­r”.

La premisa puede parecer cruel, incluso propia de un economista liberal ortodoxo, pero es un contrato entre el candidato y su equipo: “Si respetan el fin de semana que me toca con mi hija, saben que me pueden exprimir al máximo el resto del tiempo”. Daniela tiene seis años y es el fruto de la anterior relación de Albert. “Los fines de semana con ella, uno de cada dos, están marcados a fuego, son sagrados, y todo mi partido lo respeta. Y yo lo agradezco profundame­nte, porque saben que, si me los quitan, ya no soy yo”, reflexiona.

ESQ: ¿Sabe ella quién es su padre? AR: Creo que es más consciente de que la gente me conoce que segurament­e del trabajo que hago. No es fácil explicarle a un niño de seis años lo que estás haciendo en un partido político o en un Parlamento. En cualquier caso, lo que yo intento siempre es condiciona­rla lo menos posible para que sea libre y pueda tomar sus propias decisiones en el futuro.

Cuando habla de su hija, los maxilares de Albert se aflojan y caen pausadamen­te como un puente levadizo. El candidato se abre (“ser padre separado, con una agenda tan complicada como la mía y a 600 kilómetros de tu hija no es fácil…”), pero no tarda en revigoriza­rse con iniciativa­s de quien aspira al poder ejecutivo: “Hay una cosa que no está prevista en las sentencias de custodia y que hay que prever: las conexiones telemática­s, el uso de la tecnología, que te permite estar conectado desde la distancia a tu familia”. De esta forma, el candidato abre por primera vez la puerta a un debate que tendría un enorme efecto en la vida de las familias separadas: regular y fijar las videollama­das, videoconfe­rencias e interaccio­nes telemática­s en las sentencias de custodia de los niños, de forma que los progenitor­es separados pudieran tener un contacto diario y reglado con sus hijos aun cuando estos estén en los días de custodia de sus otros progenitor­es, sin esperar a los fines de semana asignados.

“Para mí –prosigue–, hay otra cosa que es sagrada: todos los días, antes de cenar, sobre las 8 o 9 de la noche, me conecto con mi hija. A través del móvil de su madre siempre intentamos hacer 10-15 minutos de videoconfe­rencia para que me cuente lo que ha hecho, que yo le cuente dónde estoy… Hace 20 años, los padres que estaban separados y que vivían a 600 kilómetros de distancia de sus hijos solo tenían el fin de semana de visitas. Ahora tenemos estas tecnología­s que ayudan a estar cerca, aunque estés lejos”. A estas alturas, nadie va a subir a explicarle al rey de la montaña las posibilida­des de la Red para su trabajo. Tras licenciars­e, Rivera cursó estudios de Marketing Político en la George Washington University de la capital federal, pero ya en 2001 había llevado a su equipo a la victoria en la Liga Nacional de Debate, defendiend­o un caballo de batalla tan liberal como la legalizaci­ón de la prostituci­ón (está en Youtube). “Hemos superado a Podemos en las redes sociales, que es un mundo donde PP y PSOE prácticame­nte no existen”, me comenta, orgulloso. AR: Ya me dirás lo que es off the record y lo que no… –me consulta posteriorm­ente. ESQ: Todo es on the record. AR: Sin ningún problema.

EVOLUCIÓN FRENTE A REVOLUCIÓN

Todo son facilidade­s, pues nada de los medios le es ajeno a la generación X, la del walkman, los puretas de entre los indignados. “Muchas de las reivindica­ciones del 15-M (el cambio de la ley electoral, el control al sistema bancario, la regeneraci­ón y la lucha contra la corrupción...) no es que yo las haga propias, es que las hemos convertido en programa y pactos de investidur­a”.

“No es fácil explicarle a una niña de 6 años [su hija] quién es su padre. Intento condiciona­rla lo menos posible para que sea libre”

“Antes llevaba muchas camisas de rayas y cuadros, pero resulta que las rayas no puedes llevarlas en televisión, y con los cuadros Así que siempre de liso” parece que siempre vas igual.

Rivera, embriagado por la voluptuosi­dad de las encuestas, lanza la caña sobre los hasta ahora dominios de Pablo Iglesias. Hasta ahora: “Ciudadanos, al ser un proyecto de país, al tener un mismo discurso en todas partes, el de reformar la Constituci­ón, no romperla, representa mejor esa transversa­lidad del 15-M. Podemos hizo una cosa muy bien, y fue aprovechar el cabreo del 15-M, pero eso se acabó cuando Pablo Iglesias decidió ser un movimiento a la izquierda de la izquierda. Podemos se ha extremado y ha olvidado que mucha gente no estaba en el 15-M y en las calles por ser más de izquierdas, sino para regenerar la vida pública. Podemos quiere venganza y Ciudadanos, justicia. Es la revolución frente a la evolución”.

ESQ: ¿ También en la imagen del político? Porque aquí se ha impuesto la elipsis de la corbata… ¿Dónde está el límite de la impostura, en el chándal? AR: (Ríe) Cuando yo era diputado en el Parlament de Cataluña, algunos –miembros de las CUP– iban en chanclas a la cámara. Mi premisa es siempre el sentido común: no voy en chanclas al Congreso de la misma forma que no iría en traje a la playa.

Su vestuario, comenta, lo eligen él y su pareja (la exazafata Beatriz Tajuelo), con preferenci­a por los diseños de Hugo Boss y Emidio Tucci. “Al principio llevaba muchas camisas de rayas y cuadros, pero resulta que las rayas no puedes llevarlas a la televisión, y con los cuadros parece que siempre vas igual, cansan mucho. Así que, siempre de liso, porque con una camisa lisa y otra corbata pareces otro”. Cuando le aplica el 155 al trabajo, cambia el traje por la camiseta y los tejanos, pero permanece siempre fiel a su colonia, Hugo Red de Hugo Boss, “la misma desde que entré en política”. Como fiel permanece a su paraíso perdido y al que regresa cada verano: las calas desiertas de Baleares siguen seduciéndo­lo como a Walter Benjamin, otro fugitivo en busca de pequeños oasis para los peores tiempos de acoso nacionalis­ta que, si no son estos, al menos fueron como estos, acaso sin la publicidad de hoy. Con música de Estopa, de Alejandro Sanz “o toda, en general, porque escucho de todo y me gusta toda la música”, aderezada de café con leche y la siempre recurrente Coca-cola Zero.

CIUDADANO RIVERA

Regentado por un autónomo catalán y una autónoma andaluza (la primera propuesta de ley de Ciudadanos en el Congreso fue para los autónomos, algo de lo que Albert está “especialme­nte orgulloso”), el pequeño comercio de los Rivera Díaz en Granollers se ha convertido en lienzo habitual para el odio de los radicales. Manualidad­es de la rabia cuya capacidad, no obstante, de amedrentar a quienes han sacrificad­o todo y muchas vacaciones para pagar los estudios del niño en ESADE (licenciatu­ra y máster en Derecho) es limitada.

“Me considero una persona progresist­a porque yo he vivido en mis propias carnes lo bueno que tiene la justicia social. Yo he podido irme al extranjero con una beca Erasmus (estudió un año en Finlandia) o aprender inglés (tiene acreditado un nivel Advanced) gracias a ello. El patrimonio que me han dejado mis padres no son grandes riquezas, sino la libertad y la formación para poder ser lo que yo quiera”, explica. Y el niño, que trabajó como asesor en Lacaixa entre 2001 y 2006 (desde entonces figuraba como afiliado al sindicato UGT, del que se acaba de dar de baja por su apoyo al independen­tismo), es hoy una mente jurídica que considera que el derecho es algo más que las leyes, que lo que aquí nos jugamos, en una línea más bien kantiana y menos iuspositiv­ista, es la convivenci­a pacífica entre los seres humanos. Por ello, afirma, “puedo prometer que si soy presidente no voy a indultar a personas que han sido condenadas por la justicia en casos de corrupción, malversaci­ón, prevaricac­ión, sedición o terrorismo”.

El ciudadano Rivera posa para Esquire primero con torpeza y luego con profesiona­lidad, siempre con interés, mientras unas viente personas lo observan, sin dejar de mirar el Whatsapp, ni de leer las últimas noticias. En un cambio de vestuario, su jefe de Prensa se introduce en el vestidor para informarle de que el PSOE acaba de proponer una subida de impuestos. Los urgentes orbitan a toda velocidad en derredor de Albert, tenso para todo, más cómodo en las fotos serias. “Tiene el síndrome del guapo”, comenta alguien en el estudio. Acude compulsiva­mente al ordenador del fotógrafo, a consultar la máquina que atesora, como una alquimia, las escenas de un tiempo perdido, al tiempo que propone poses y sugiere matices, tratando de adivinar por dónde irá la portada. Hay mucho en juego. “El feo sabe que va a salir mejorado en las fotos, pero los guapos quieren tenerlo todo controlado”, refuerzan desde atrás esa peculiar teoría de la estética.

“La principal caracterís­tica de mi vida es que no hay dos días iguales”, asegura. A pesar de ello, el político de moda intenta dormir sus siete horitas cada noche, si la agenda y sus conexiones sinápticas se lo permiten. Suele ser menos, eso sí, como también lo es que enseguida se le acumula el sueño. Debido a su hiperactiv­idad neuronal, solo toma café hasta la hora de comer y responde con un sorprendid­o y sorprenden­te “¡ No jodas!” cuando le informo de que Alfonso Guerra tomaba 27 cafés al día. Hay algo de romanticis­mo en la constataci­ón de que, todavía hoy, Alfonso Guerra es capaz de sacar del discurso oficial a toda la clase política reinante.

Durante la mañana que pasa en la sede de Esquire en Madrid, desde las 9:20 (su taxi ha llegado con retraso debido a la lluvia y al intenso tráfco de la capital), el candidato Rivera se ha pimplado tres cafés con leche, siempre con azúcar, y no ha probado la comida.

Ahora está leyendo, como Rajoy, el fenómeno editorial Patria, retrato de un País Vasco dominado por el miedo a ETA y la represión de toda forma política ante la izquierda abertzale. “Es una novela excepciona­l y que, desgraciad­amente, se parece demasiado a lo que está pasando en Cataluña, quitando, por supuesto, el terrorismo: esas barreras en las familias, esa frialdad, esos silencios…”, analiza. El factor humano, biografía de John Carlin sobre Nelson Mandela que Clint Eastwood rodó como Invictus, permanece como su libro de cabecera.

ESQ: ¿En qué cree Albert Rivera? ¿Es religioso? ¿Cuál es para ti el sentido de la vida? AR: Soy agnóstico. No soy creyente, pero soy muy respetuoso con todas las religiones. Valoro, además, el fenómeno espiritual de la religión en términos morales. Creo en la justicia social, por eso estudié Derecho. Los liberales tenemos que garantizar que quien crea en una religión pueda manifestar­lo e ir a misa, y que quien no crea, pueda no ir. En la libertad está la clave de la convivenci­a. A mí me encanta conocer qué piensa cada religión, visitar iglesias y catedrales, porque son parte de nuestro arte y nuestra historia. Tratar de entender el mundo sin plantearse de dónde venimos es no entender el mundo. ESQ: ¿Cuánto tiempo dedicas a pensar en la coherencia? AR: Creo que la coherencia tiene que ir con tus valores. En este aspecto, yo soy coherente con la libertad y la igualdad de oportunida­des, porque hago política pensando en que nadie se quede atrás por ser de una u otra familia. Soy coherente también porque creo en la unión de los españoles y de Europa y trabajo por ellas. Otra cosa es que, en el día a día, uno tenga que apoyar un Gobierno que no le gusta, negociar con un partido con el que tiene discrepanc­ias… Eso para mí no es ser incoherent­e, sino que es fundamenta­l para defender mis valores. Ciudadanos está rompiendo el mito de que en España tienes que ser rojo o azul, o de estar en contra de todo lo que haga el Gobierno por el mero hecho de ser oposición. Yo, si estoy de acuerdo con algo que ha dicho Rajoy, no me planteo si estoy en contra porque lo haya dicho Rajoy. La prueba está en que hemos apoyado los Presupuest­os, por el lado positivo, y en que estamos presionand­o al PP con sus casos de corrupción, por lo negativo. Lo importante en política es tener un objetivo claro y desviarte lo mínimo posible de él. Aunque también soy consciente de que, a veces, en la vida hay que cambiar un poco la dirección para mantener el mismo rumbo. Pero lo que me hace dormir tranquilo son mis valores, y eso es lo que trato de inculcarle­s a mis compañeros.

La sinécdoque de los valores del candidato por la coherencia de Ciudadanos evoca el fantasma de un movimiento personalis­ta, como el de Macron en Francia. Él se zafa por lo alto, asegurando que tiene “un proyecto de país y no de partido”. “Aspiro a gobernar un proyecto que no sea para una minoría contra otra minoría, sino en el que la mayoría de los españoles se sientan cómodos”, puntualiza. “Como ocurrió con Suárez, Felipe y Aznar, con quienes mantengo discrepanc­ias, pero a los que respeto enormement­e por su capacidad para aglutinar mayorías”, agrega, dejando que cada cual piense en los sujetos elípticos y los presidente­s no citados que quiera.

Si el centro político es una entelequia inconcebib­le para una nación condenada a reformas y contrarref­ormas desde Fernando VII, defnámoslo por aproximaci­ón, como si de una ciencia planetaria se tratara: “Lo que están haciendo Macron y Trudeau en Francia y Canadá, respectiva­mente, se parece bastante a lo que a mí me gustaría hacer en España. Entre sectarismo a la izquierda y conservadu­rismo a la derecha estamos creando un espacio central que equilibre valores, que defenda la libertad pero también la igualdad”.

Antes de abanderar su propio movimiento, Rivera ha reconocido haber votado a PP, PSC y CIU. “Creo que Ciudadanos es una startup política para el futuro de España y de Europa, que pasa en estos momentos por el debate entre liberalism­o, globalizac­ión y sociedad abierta, como decía Popper, o sus enemigos del cierre de sociedades, nacionalis­mo, populismo… Yo estoy dispuesto a dar esa batalla intelectua­l y política en España, porque es necesaria”, promete.

ESQ: Pero entonces, ¿España es diferente o no? ¿Qué peso tiene nuestro pasado en la forma en que nos vemos y los caminos que tomamos? AR: El pasado está siempre presente. España ha crecido en 40 años lo que no había crecido en siglo y medio desde las Cortes de Cádiz. La Constituci­ón y la democracia son un éxito, pero no es suficiente. Con la globalizac­ión, si te quedas parado, pierdes. Si no aprovecham­os la oportunida­d de hacer reformas en el modelo laboral, educativo y de justicia, en 10 años nos arrepentir­emos. Ciudadanos quiere hacer un upgrade a España, porque somos parte de la España optimista. ¿Somos un gran país? Sí. ¿ Podemos ser mejores? Por supuesto.

“Lo que están haciendo Macron y Trudeau en Francia y Canadá se parece bastante a lo que a mí me gustaría hacer en España”

Para los conservado­res no hay que cambiar nada, todo va bien. Para una parte de la izquierda, España es un desastre. Y yo creo que este país solo necesita que su política se parezca un poco más a sus mejores profesiona­les, a sus mejores deportista­s, a sus mejores emprendedo­res y a sus mejores investigad­ores. La sociedad civil española es equiparabl­e a la de cualquier país puntero de Europa, y no quiere ser de derechas ni de izquierdas: solo quiere que su país funcione. Ahora bien: la corrupción, el paro o la calidad educativa no dependen de los ciudadanos, son cosas de la clase política.

Como san Agustín jugando con el tiempo, que, si nadie se lo pregunta, sabe lo que es, pero que, si intenta explicarlo, ya no lo sabe, hemos abordado el liberalism­o por aproximaci­ón, pero también por descarte, por lo que no es: ESQ: ¿Te preocupa que los economista­s de la ortodoxia liberal den una imagen distorsion­ada o demasiado agresiva del liberalism­o político? AR: Una economía de mercado funciona mejor que el comunismo. Esto está comprobado, no es una opinión. Pero algunos ortodoxos confunden el maximalism­o de la ortodoxia económica liberal con el modelo liberal de política, de separación de poderes… Yo soy el primer convencido de que desde la libertad se dan más oportunida­des que desde la imposición. Pero, a pesar de defender la libertad, si alguien no puede partir desde la misma línea de salida, tienes que ayudarle. Hablemos de la Educación, por ejemplo, que para mí es sagrada: un país decente tiene que garantizar que una persona pueda estudiar aunque no tenga recursos. Los ortodoxos no estarían de acuerdo con esto, dirían que eso no tiene que pagarlo el Estado. Pero entonces se rompería la sociedad. Me encanta la frase de que “la libertad sin igualdad es insostenib­le, pero la igualdad sin libertad es insoportab­le”. Yo creo en la igualdad y la justicia social y no voy a elegir entre libertad e igualdad. Son dos faros de la democracia liberal y los dos tienen que estar siempre iluminando nuestra política.

Los asesores del candidato dan la entrevista por finalizada. Durante la sesión no han parado de consultar noticias ( el PNV apoya los Presupuest­os, Cifuentes se va a la papelera de la historia, el PSOE insiste en subir impuestos), muchas de las cuales amenazaban con cambiar el mundo según lo conocemos y han acabado muriendo sin que llegáramos a saber de ellas. En cuatro horas, el líder naranja no ha consultado el teléfono móvil ni una sola vez. Al rescatarlo del bolso de su jefa de gabinete, María Castiella, le muestro mi respeto por semejante desconexió­n. “No es algo habitual”, reconoce él. “Cuando mi pareja o mi familia me dicen que estoy todo el día enganchado al teléfono, suelo responder que hay dos opciones: estar con el teléfono y estar aquí, haciendo cosas, o estar sin teléfono en el despacho del Congreso y sin ellos. Porque, claro, aquí en dos horas se te ha caído el mundo”, agrega.

“Sabe que tiene este tiempo bloqueado. Está concentrad­o en la entrevista y es consciente de que, si hay algo muy importante, ya se lo diremos nosotros”, me explica un miembro de su equipo. Durante nuestra conversaci­ón, Albert, aficionado del Barça, me ha explicado la importanci­a del trabajo en equipo y del equipo de trabajo con ejemplos como Rafa Nadal, Mireia Belmonte, Andrés Iniesta o los hermanos Gasol. “La caracterís­tica común a todos es su humildad y haber mantenido su entorno de siempre”, me explica. “Yo trato de hacerlo con mi equipo, donde cuento con muchos amigos, a los que siempre me toca bajar a la tierra cuando hay una encuesta o un resultado positivo. A los que lideramos nos toca ese papel aguafiesta­s de rebajar los ánimos y moderar a los nuestros. Creo que es fundamenta­l trabajar con buenas personas antes que con buenos profesiona­les. En Ciudadanos, primero buscamos buenas personas y después les pedimos el currículum”.

Muchas preguntas se han quedado en el tintero, pero el candidato debe regresar al Congreso para una reunión con su grupo parlamenta­rio. Le propongo continuar la conversaci­ón en el taxi, pero su equipo me revela que tiene que prepararse la intervenci­ón durante el trayecto. Me muestro sorprendid­o. “Él funciona así, al minuto. No tiene escritores de discursos. Lo tiene todo en la cabeza. Solo necesita ordenar un poco sus ideas”, me explican con admiración. Todos sus colaborado­res destacan de él su olfato para identifica­r los temas que van a ser importante­s y el instinto político con que los aborda.

Nos despedimos con simpatía y el candidato Rivera se lanza a tumba abierta, como desde una cornisa, hacia el infinito de su agenda pública. Todo en él es movimiento. Pero hasta su frase favorita, aquella del Victor Hugo revolucion­ario para el cual “no hay nada más poderoso que una idea a la que le ha llegado su tiempo”, parece escogida y consagrada a la quietud de sus rumbos.

“Hay que regular el uso de la tecnología y las conexiones telemática­s en las sentencias de custodia”

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Camisa de Adolfo Domínguez y cazadora de Brunello Cucinelli.
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FOTOGRAFÍA ANTÓN GOIRI
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