Esquire (Spain)

Sandra Barneda

PI0NERA EN RECONOCER SU HOMOSEXUAL­IDAD, REPARTE SU VIDA ENTRE LOS GRANDES SHOWS DE LA TELE Y LOS LIBROS QUE ESCRIBE CON PLUMA FEMINISTA

- TEXTO TERESA OLAZABAL FOTOGRAFÍA MIRIAM YELEQ

DESCUBRÍ MI HOMOSEXUAL­IDAD EN LA FACULTAD DE PERIODISMO. Me enamoré de una profesora hasta el tuétano. Cuando me di cuenta corté con el novio que tenía, claro, y me puse a investigar en mi interior. No tenía referentes, pero comprendí que lo que había sentido por los chicos no tenía nada que ver con lo que sentía por aquella mujer.

LO HE PASADO MAL. Los medios filtraron mi condición sexual antes de que yo pensara siquiera en hacerla pública. Y acabé reconocién­dolo: tenía que hacerlo. Siempre he sido una persona combativa, y no era coherente que no me expresara libremente en el tema de la homosexual­idad. Y dije: “Aquí estoy yo, y soy así”. Ha sido una transición difícil. Durante todo este tiempo he sido, y todavía lo soy, una persona con subtítulo. Creo que en estos momentos por fin he llegado a un punto de equilibrio.

AHORA SOY IMPARABLE. Toda decisión que tomas tiene un precio. Lo he pagado. No podía ser de otra manera. Y ahora soy invencible. Cuando abres tu corazón a tu supuesta debilidad, a tu talón de Aquiles, y lo aceptas, ganas mucho.

SI ALGO HE APRENDIDO ES QUE NO HAY CAMINO PARA EL REPROCHE. Todos hacemos lo que podemos. Cuando he empezado a ser más compasiva conmigo y con los demás, he reconocido el camino.

LA ÚNICA PERSONA QUE NO HA INTENTADO CAMBIARME FUE PAOLO VASILE, EL CEO DE MEDIASET. Fue el único que cuando empecé a trabajar en la televisión no me decía: “Tienes que sonreír”, “intenta ser más suave”, “vístete de esta forma”... Cuando le conocí me dijo: “Si eres capaz de trasladar a la pantalla tu personalid­ad, tendrás trabajo aquí siempre”. Y le contesté incrédula: “Pero ¿tal y como soy? ¿Así?”. Ni yo misma creía que con mi personalid­ad tendría futuro en la tele.

EL ‘NO GENDER’ ESTÁ A PUNTO DE LLEGAR. Viene de la mano de la próxima generación. Tiene que ver más con valorar la diversidad de cada uno que la pertenenci­a a un grupo construido con ideas viejas y lugares comunes. Está cerca el momento en que hombres y mujeres podamos tocar todas las teclas de un piano, y no que la mitad de las teclas sean para el hombre y la otra mitad para la mujer. Y la sinfonía será mucho más armónica.

DEJAREMOS DE HABLAR DE FEMINISMO cuando preguntes a un niño varón a quién admiras y te diga el nombre de una mujer. El talento no entiende de género, aunque la visión de la historia haya sido muy masculina y muchas heroínas se hayan quedado en la cuneta. Hay pinturas rupestres en las que la mujer es cazadora, pero a nadie le ha importado nunca.

ABRIR LA PUERTA DEL COCHE A UNA MUJER NO SIEMPRE ES DE CABALLEROS. Me gusta la galantería en un hombre cuando ocurre también en privado y cuando dura todo el día, no solo cuando sales a cenar y te ven. Para mí un caballero es aquel que me escucha, que empatiza, que se da cuenta de si estoy de bajón o me trae la cena si estoy cansada.

LOS EXTREMOS EN EL FEMINISMO NO SON BUENOS. No podemos olvidar que el objetivo a conseguir es ‘igualdad, libertad y fraternida­d’. Pero la fraternida­d es importante: lo mejor es que consigamos acabar con la desigualda­d hombres y mujeres de la mano.

ESO DE QUE LAS MUJERES NO ESTAMOS UNIDAS ES MENTIRA. Es una de las cosas que quería contar en mi último libro, Las hijas del agua. Es una novela que habla de los principios del feminismo y de esas mujeres que no tienen nada que perder y enarbolan esa frase de Janis Joplin que me gusta tanto que dice: “Libertad es una palabra que significa ‘nada que perder’”. En el libro cuento una historia de mujeres valientes y poderosas que tomaron parte en la revolución francesa para conseguir grandes cosas pero se sienten defraudada­s porque finalmente se les dio la espalda.

MUCHOS ME HAN VATICINADO UNA CORTA CARRERA. Pero sé que es una cuestión de tesón, de insistenci­a, de seguir creyendo en mí misma y en las cosas que sé hacer.

HE ALCANZADO EL EQUILIBRIO COMPAGINAN­DO EL TRABAJO DE PRESENTADO­RA CON MIS LIBROS. Los grandes shows de la tele como Gran Hermano son para mí una fiesta con mucho ruido y fuegos artificial­es. Es divertido y me encanta. Escribir libros es un trabajo interior donde me refugio, una actividad que me tranquiliz­a, me focaliza, me serena.

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