VINOS PERFECTOS DESDE LA CUNA

MATHILDE CHAPOUTIER SIGUE LOS PASOS DE SU PADRE, MICHEL, UN VISIONARIO DEL MUNDO DEL VINO

Solo tiene 27 años y es responsable de desarrollo y estrategias de negocio de la bodega familiar fundada en 1808, aunque su carácter se lo dio Michel Chapoutier a partir de 1980 al tomar las riendas. “Tengo la misma filosofía que mi padre”, asegura. “He cambiado algo la organización, pero la esencia es la misma”. Lógico, pues se crió con ella. “De pequeña iba a las bodegas y jugaba entre cubas con mi hermano. Los veranos los pasaba en las viñas de Banyuls”, cuenta. Mientras habla de su infancia descorcha una botella de Mathilde Tournon y lo probamos. Un syrah excelente. Le digo que lleva su nombre. “Es australiano, en realidad es por la canción Waltzing Mathilda”, dice mientras ríe y sirve más. Chapoutier colecciona puntos Parker. Cuarenta de sus vinos han obtenido un 100 (en 2015 nueve de ellos obtuvieron ese máximo en un solo año). “Parker nos ha dado visibilidad entre el gran público. Cuando sale la lista cada año pasamos momentos de estrés”, dice sonriendo. “Mi padre es un cazador de terroirs”, asegura para continuar explicando esa filosofía que es el ADN de Chapoutier. “Trabajamos de forma sistemática estudiando los distintos tipos de suelo y hacemos una selección parcelaria muy rigurosa en cada territorio. Ahora tenemos 15 zonas de cultivo con 450 hectáreas, de las que 350 las trabajamos por biodinámica. Lo hacemos por convicción y porque nos gusta el riesgo”. Fue el que contrajo Michel cuando empezó con el cultivo biodinámico sin abonos químicos, con respeto al terreno y a los equilibrios naturales. Así forjan esa fuerte identidad que hace de estos vinos algo único en el mundo.