EL PEQUEÑO NICOLÁS AMERICANO
La idea de entrevistar a personajes célebres le vino durante una conversación con su compañero de habitación el primer año en la facultad de Medicina. “Si pudiéramos hacer una universidad de ensueño, ¿ quién nos podría enseñar?”, se preguntaron. Al instante, Banayan elaboró una lista de celebridades, pero contactar con ellos era más trabajoso de lo pensado y acabó no siendo compatible con su carrera, así que dejó sus estudios para encontrarlos.
Banayan no logró completar su propósito, pero consiguió nombres tan ilus- tres como Bill Gates, Larry King, Jessica Alba o Lady Gaga.
Para financiar su investigación, Banayan probó suerte en Price is Right (versión estadounidense de El precio justo). Estuvo seis meses presentándose a las pruebas hasta que consiguió concursar. Ese día la suerte le sonrió y se llevó a casa un velero que luego vendió. Gracias a lo que obtuvo consiguió poner en acción su plan y el resultado es un libro que se titula La tercera puerta (Ed. Conecta): “La primera puerta es donde la sociedad hace esperar a todos. La segunda es la del privilegio, solo accesible a unos pocos. La tercera es para las personas que no tienen más remedio que conseguirlo por sí mismos. No es un proceso fácil, puedes acabar cubierto de barro y a veces pasas por situaciones peligrosas o peliagudas. Es como adentrarse en un callejón oscuro”, explica el autor.
El libro está lleno de jugosas anécdotas, como la vez que pasó media hora encerrado en un cuarto de baño para hablar con el famoso inversor y empresario Warren Buffett. Banayan escribió La tercera puerta para responder a la pregunta de por qué algunas personas han tenido tanto éxito, y su lema es convencer a los lectores de que en la vida hay más opciones que las que nos cuentan. No es literatura, ni pretende ser un libro a lo Paulo Coelho, aunque el autor vaya de esa guisa, pero entretiene, y eso ya es mucho.
De profesión conseguidor, Alex Banayan ha hecho de su caradura una virtud y un libro que se vende a miles. Entre sus aventuras, esperar en el baño a Warren Buffett o colarse en el barco de Spielberg