ZEGNA O LA ‘GRANDE BELLEZZA’

Dicen que los españoles, cuando tenemos que celebrar algún éxito, nos damos un festín en algún restaurante caro. Los italianos, sin embargo, corren a comprarse un buen traje. Por supuesto, los hay también aquí que practican el mismo hábito: suelen ser profesionales de alto rango que quieren demostrar su estatus a través de un lujo discreto. El cliente de Ermenegildo Zegna, por ejemplo, es consciente de que muchos no sabrán descifrar la firma que se esconde tras su impecable atuendo, pero cree a ciencia cierta que todos reconoceran en él un traje de nivel. Italia es lo que tiene. Lo italiano, para muchos señores, es en el armario lo que La Rioja es en la mesa: una ley del buen vivir. Solapas modestas, cortes rectos y fornituras clásicas, el tipo que lleva uno de estos trajes suele argumentar la compra diciendo que son “para toda la vida” (aunque, como decíamos, cualquier ocasión es buena para comprarse otro), seguido de un “toca, toca el tejido”. Y es cierto que las lanas de esta casa se cuentan entre las mejores del mundo, aunque muchos de sus clientes españoles no lo sepan. Por lo demás, el tipo Zegna tiene brillo en los zapatos (y le da rabia que el gremio de los limpiabotas esté en horas bajas), huele a aftershave de firma y lleva paraguas de madera. Un tipo serio, vamos, de los que imponen sin necesidad de abrir la boca.