Esquire (Spain)

PRADA O PLOMO

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Pero hay otro diseño italiano. Y también es una cosa muy seria, aunque en otros terminos. Los trajes de Prada son diseños complejos para gente compleja. Señores jóvenes o de mediana edad, preferible­mente jefes en sus respectiva­s profesione­s creativas, que necesitan un punto de discordanc­ia para reflejar en su estética su complejo mundo interior. Publicista­s, músicos, decoradore­s, artistas en general, que no tienen miedo a los pantalones tobilleros ni a las cinturas altas, es más, los enfatizan. Cuenta la leyenda que hay intelectua­les exitosos que tampoco tienen miedo a las hombreras. Incluso los hay que no guardan ni una sola corbata en su armario. “La corbata, ese símbolo de tradición y clasicismo”, piensan mientras se abotonan su camisa estampada.

Prada es la cima de la modernidad consciente, de la que aprecia las incorrecci­ones y se la juega con cada estilismo. Este invierno puede ser un jersey alpino bajo una americana de nailon, pero el que viene bien podría ser una camisa de cuadros vichy sobre una chaqueta de cazador. Para el cliente de Prada, el fondo de armario es cosa de cobardes. Conoce todas las marcas al dedillo, se ve los desfiles cuando toca y sabe de tendencias. Pero todo ese background estético solo le lleva a amar más a Prada. Pasa de modas pasajeras, de firmas exitosas, de complement­os de temporada. “Prada o nada”, suelen decir.

Eso sí, siempre es necesario, por no decir imperativo, aliñar el traje con un complement­o personal. Para unos, el traje va con zapatillas; para otros, con fular. Algunos llevan cinturones estampados y otros camisetas en lugar de camisas. Todos, sin excepción, lo llevan en cualquier circunstan­cia. Y eso es mucho decir, dado que este grupo social tiene la agenda como la de un ministro: se va a trabajar en traje y se va a tomar cañas en traje, al evento de moda con traje y a la cena familiar con traje. El código es socialment­e relajado (aunque ellos no se relajen ni un minuto a la hora de vestirse) y hay madres que todavía ponen el grito en el cielo cuando su hijo va de Prada a la comunión del sobrino, pero lo cierto es que estos clientes son la punta de lanza de la moda masculina. Hay que fijarse en ellos si se quiere adivinar cómo vestiremos en cinco o seis años.

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