NO HAY TRADICIONES,
quina del local de ensayo del Wooster Group. Hace calor y la humedad es de casi del 90%, pero a Dafoe se lo ve a gusto con camiseta y un cárdigan abierto de color azul marino. Toma un zumo verde.
A pesar de su aire amenazador, fuera de la pantalla Dafoe es cordial, educado y sorprendentemente atractivo. Sentarse frente a él en una soleada mañana es un poco como estar en una casa embrujada y reparar de pronto en la elegancia de su arquitectura. Se mueve con el aplomo de un bailarín, resultado de cuatro décadas de intensa preparación física y 25 años de ashtanga yoga. A medida que la conversación avanza, empiezas a acostumbrarte a su rostro. Sin embargo, de vez en cuando se le abren los ojos desmesuradamente, se le contraen las mejillas y muestra su demencial sonrisa.
Hace trece años, mientras filmaba Life Aquatic en Italia, Dafoe conoció a la cineasta italiana Giada Colagrande, y se casaron poco después. Ahora pasa la mitad del año en Roma. “Tengo el corazón dividido”, confesa Dafoe. “Italia todavía tiene tradiciones muy fuertes, lo que es una carga, pero también una bendición. En Nueva York no hay tradición, excepto hacer dinero. Me encanta esta ciudad. Es una urbe internacional que todavía conserva algo de cultura, pero... ¿qué es lo que realmente se impone? Vas por West Side y ves esos edifcios enormes... ¿ Cuánto cuestan? ¿ Qué está pasando? Adoro Nueva York, pero ha cambiado mucho. Para mí, es una ciudad de recuerdos y fantasmas”, sentencia.