B DE ROBERTO MARTÍNEZ
Tras la primera toma de contacto, uno diría que Roberto Martínez (Balaguer, Lleida, 1973) es ese chico de pueblo tímido al que invitarías a tomar un refresco para que te hablara de su pasión por el fútbol. Pero, tras esa apariencia, surge un tipo con una personalidad arrolladora que ha convertido la pelota en su modus vivendi. El entrenador catalán nos habla de su concepción del fútbol y de su éxito al frente de la selección belga, tercera clasificada en la última Copa del Mundo de Rusia y que actualmente ocupa el primer puesto del ránking FIFA de selecciones nacionales.
ESQUIRE: ¿Qué sientes habiendo llevado a Bélgica a lo más alto? ROBERTO MARTÍNEZ: Cuesta mucho montar un equipo con una mentalidad realmente ganadora, de ahí que mi satisfacción sea total. Llevo más de dos años al frente del equipo y ahora veo los resultados. Pero hay que seguir mejorando. ESQ: ¿Tuviste un plan B en tu vida por si fallaba el fútbol? RM: La verdad es que no. Desde que tengo uso de razón he estado unido a una pelota porque mi padre era entrenador. Tuve que estudiar porque nunca sabes cómo acabarán las cosas, aunque sabía que el fútbol era lo mío. ESQ: ¿Le dijiste: “Papá, quiero ser entrenador” y te apoyó sin fsuras? RM: Mi padre conoce este mundo al dedillo y sabía que, como mucho, un 10% puede vivir de esto. Hay muchos factores además del talento. Tienes que tener mucha suerte y mucha gente a tu alrededor que confíe en ti. Y además tienes que diferenciarte de los que te rodean. ESQ: ¿Cuál es el mejor consejo que te ha dado tu padre? RM: Que lleve cuidado porque alrededor del fútbol todo se magnifca y las cosas no son como a veces aparentan. ESQ: ¿Cómo hiciste la transición de jugador a entrenador? RM: Me pasaba el día hablando de fútbol con mi padre, pero desde una visión táctica. Desde que tengo uso de razón dialogábamos juntos sobre por qué pasan las cosas en un terreno de juego. Lo analizábamos todo. Mi padre siempre me enseñó a ver el fútbol con el sentido