Esquire (Spain)

EL PIONERO

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Escuchar a Lewis Hamilton –el mejor piloto de Fórmula Uno de su generación y posiblemen­te uno de los mejores de todos los tiempos– describir el origen de su colaboraci­ón con Tommy Hilfiger suena muy parecido a uno de esos encuentros moñas que suceden en las comedias románticas: “Estaba saliendo del Hotel Plaza [el legendario hotel de lujo de Central Park, en Nueva York], ya sabes, donde se rodó Solo en casa 2. Estaba a punto de subirme a un coche cuando oí a alguien gritar mi nombre. Me di la vuelta y era Tommy. Nunca nos habíamos visto y me sorprendió que supiera quién era yo. Después de aquello, me envió ropa y nos encontramo­s en algunos eventos: la Met Gala, los shows de Tommynow. Y cada vez que lo veía, me decía: ‘Me encanta cómo vistes. Pareces una superestre­lla. Deberíamos crear algo juntos’. Pensé que estaba bromeando, pero la cuarta vez que nos encontramo­s me dijo lo mismo y me dije: ‘Bueno, vamos a probar’”.

Y Hamilton demostró ser más devoto con su nuevo trabajo que la mayoría de la gente con su trabajo principal. “He gestionado todo”, admite. Pasó meses trabajando en los detalles según sus especifica­ciones exactas, enviando las notas al equipo de Hilfiger a través del ipad cuando no podía reunirse en persona con ellos. “He elegido o he tenido voz en cada tela, en cada acabado, en cada detalle”, dice. Los resultados son una mezcla de pijo americano con estilo callejero londinense. “Creo que se sorprendie­ron al ver lo mucho que me involucré”. Incluso pegó sus iniciales en el emblemátic­o logotipo.

La colección acaba de salir a la venta justo en el momento en que Hamilton, de 33 años, ha logrado un hecho histórico: ganar su quinto Campeonato del Mundo de Fórmula 1. “Algo que solo otras dos personas han hecho”, dice. Y son un tal Juan Manuel Fangio y otro tal Michael Schumacher. Además, no solo es el único piloto negro que ha ganado ese título, sino que es el único piloto negro en la historia de este deporte, y punto.

Hamilton es un atleta iconoclast­a de hoy en día, que se gana a los aficionado­s tanto con su honestidad fuera de la pista (el pasado mes de septiembre mostró su apoyo a los jugadores de la NFL que se arrodillar­on durante el himno nacional transmitie­ndo un vídeo a sus casi siete millones de seguidores en Instagram) como con su dominio detrás del volante. Y ha sido generosame­nte recompensa­do por ese talento: Hamilton ganó el año pasado 51 millones de dólares, justo por detrás de Kevin Durant y justo por encima de Russell Westbrook en la lista de los deportista­s mejor pagados del mundo. Dado su gran éxito conduciend­o coches y firmando acuerdos de colaboraci­ón (ahora también es embajador global de la marca Hilfiger), se podría esperar que Hamilton fuera ya bien conocido en EEUU. Cuando le preguntamo­s por qué su deporte no ha encontrado una mayor base de aficionado­s en EEUU, contesta que “no todas las carreras son emocionant­es” y que “la Fórmula 1 se está perdiendo mucho”. Piensa que sacar las carreras del interior de Europa y llevarlas a nuevos centros de dinero y cultura –mediante, por ejemplo, una carrera propuesta (aunque no es seguro todavía) en Miami para el año 2020– es un paso en la dirección correcta. Pero, tras pensar, dice: “Si yo planeara una carrera en EEUU, sería en Nueva York”. Y comienza a hablar como si realmente fuera a ocurrir. En primer lugar, aborda una cuestión logística: “Tendrían que rehacer las calles, tienen demasiados baches”. Buen punto. Luego pasa a lo divertido: el espectácul­o. “Tienes que tener una banda de música”, dice. “Y como en la Super Bowl, donde el espectácul­o que se desarrolla en el descanso se monta y desmonta en el campo en un momento. Me encantaría hacer algo así. Con Beyoncé y Jay Z, ¿te imaginas? Sería la leche”.

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