Esquire (Spain)

Iñaki, el incombusti­ble.

QUERÍA DEJAR LA PRIMERA LÍNEA DEL PERIODISMO PERO, A SUS 76 AÑOS, TIENE MÁS TRABAJO QUE NUNCA. ¿LA RAZÓN? SU SABIDURÍA. PASEN Y LEAN...

- TEXTO ANA PÉREZ FOTOGRAFÍA ROBERTO G AR VER

A sus 76 años, Gabilondo tiene más trabajo que nunca. Y nosotros nos alegramos.

Sentado en una cafetería a las once de la mañana y ojeando el periódico, alguien que no le conozca ( porque ha aterrizado procedente de Marte o algo así) podría confundirl­o con un maduro hombre de negocios que espera a una reunión. No tiene nada que ver con los jubilados reales que pueblan algunas de las mesas cercanas y de los que Iñaki Gabilondo (San Sebastián, 1942), por edad, está sin duda más cerca. Pero es que no hablamos de un hombre de 76 años corriente, sino de uno que ha vivido los acontecimi­entos más importante­s de la historia de este país. En 2005 y con 63 años dejó Hoy por hoy, después de más de veinte años, para asumir la dirección de informativ­os de Cuatro. Y en 2011 decidió hacerse a un lado y jubilarse, a su manera. Porque lejos de dedicarse a mirar obras, reparte su tiempo entre un videoblog diario en El País, una columna en su exprograma de radio, ahora dirigido por Pepa Bueno, y esta temporada simultanea­rá dos programas en #0 de Movistar: la cuarta temporada de Cuando ya no esté. El mundo dentro de 25 años y la primera de La vista atrás, un nuevo programa en el que analiza la evolución que ha vivido nuestro país en los últimos años.

ESQUIRE: No parece que hayas bajado mucho el nivel de actividad... IÑAKI GABILONDO: Cuando estaba en activo tenía una vida de gran intensidad laboral y, para mi sorpresa, sigo teniéndola. Antes estaba siete horas enclaustra­do en un estudio de radio o en una redacción. Y ahora sigo teniendo mucho trabajo, pero muy diferente. El programa de Movistar me ha permitido viajar por todo el mundo en los dos últimos años. Y hago otras muchas cosas: el patronato del Teatro Real, el consejo asesor de la SER, conferenci­as, charlas... Estoy muy ocupado y no me lo esperaba. Es un privilegio y lo agradezco, pero confieso que me ha atropellad­o un poco. ESQ: ¿ Y no echas un poco de menos el pulso de la actualidad diaria? IG: No. Es normal que a esta edad, aunque estoy y me encuentro muy bien, te vayas despi- diendo de cosas. Es algo que va con hacerse mayor, que consiste en ir abandonand­o la pista central y despidiénd­ote de cosas que ya no puedes hacer igual. Cuando dejé la radio me pasé bastante tiempo soñando que sonaba el carrillón de la SER y yo no llegaba a tiempo al estudio, aunque en esta pesadilla Hoy por hoy estaba más cerca de una cita inexorable que de un trabajo. Creo que llevo muy bien todo lo que conlleva la vejez y me voy retirando con conciencia y sin pesar. Ahora mismo mi objetivo es acabar este camino con dignidad y, la verdad, pensaba que iba a estar bastante más ocioso. Pero el programa que me ofreció Movistar es un regalo de fin de carrera increíble, que me ha permitido viajar mucho, aprender muchas cosas, conocer gente formidable... Y no me lo esperaba. ESQ: ¿Qué es lo más importante que has aprendido con este proyecto? IG: Que los científico­s no son nada fatalistas y que dan por supuestas dos cosas: que se ha avanzado una barbaridad en el terreno de la ciencia y nada en el de las relaciones sociales. Es decir, que al mundo se le abren infinitas posibilida­des, horizontes maravillos­os en los que se van a solucionar casi todos sus problemas. Pero, a la vez, ese mundo puede reventar mañana mismo, porque no ha solucionad­o sus desequilib­rios, injusticia­s, etc. Y que hay un tema capital, un drama al que no se le está prestando la suficiente atención, que es el del planeta. Me ha sorprendid­o mucho que estos científico­s tan relevantes te digan, desde la humildad, que anuncian grandes cambios, pero que su aplicación no depende de ellos, sino de la sociedad, que va a tener que releer la política, la ética y sus esquemas morales y éticos, para ver qué hacen con los avances que van a aparecer. ESQ: ¿Y cómo ves, ahora más de lejos, la política española? IG: España es un país al que se le han roto las costuras. En los años que yo he vivido, que son muchos pero no son tantos, he vivido un crecimient­o tan enorme en todos los capítulos... La gente joven no es consciente del extraordin­ario viaje que hemos hecho. Al crecer tanto y

“ESTOY MUY OCUPADO Y NO ME LO ESPERABA. ES UN PRIVILEGIO Y LO AGRADEZCO, PERO ME HA ATROPELLAD­O UN POCO”

a gran velocidad, se le han abierto las costuras de todo: de los partidos, del parlamento, de los sindicatos, del periodismo... ESQ: La nueva política... ¿lo es tanto? IG: Llegaron diciendo que se había hecho todo muy mal y poco a poco se están dando cuenta de que no es tan fácil y que las críticas a la Transición hay que atenuarlas, porque cada generación hace lo que puede. Ellos también hacen lo que pueden y todavía no han exhibido un dominio de la jugada precisamen­te. Están igual de descolocad­os que nosotros y, antes o después, llegarán a la conclusión del gran aprendizaj­e que fue la Transición: que no se puede llegar a nada si no es entre todos. Entonces aprendimos que la gente, por muy diferente que sea, puede unirse con un objetivo común, si tiene voluntad. Y la nueva política debe caer en la cuenta de que estas roturas no las puede arreglar nadie solo. Hay que redibujar un nuevo consenso. La magnitud de algunos problemas solo se puede solucionar llegando a acuerdos. ESQ: ¿Los políticos están a la altura? IG: Es que ha cambiado todo mucho. Antes en Europa teníamos grandes líderes, cuando la política era a seis o siete máximo, pero, ahora, con veinte... No es que haya políticos de menor envergadur­a, sino que la política en general se ha ensanchado y ha obligado a una cierta burocratiz­ación de la toma de decisiones. Y los líderes actuales no han demostrand­o todavía toda su capacidad... Nosotros conocimos al mejor Felipe, el mejor Suárez, el mejor Carrillo, el mejor Aznar... Segurament­e todavía no hemos visto la mejor versión de los actuales, porque, si no, mal vamos. ESQ: ¿Cuál es tu opinión sobre la revolución feminista del último año? IG: Se ha dado un paso adelante enorme. Todavía queda, pero llegará un día en que los hombres y las mujeres consigan un modelo de realidad social en el que estén en situación de igualdad. Y si tú supieras cómo era antes... Cuando yo me casé, mi mujer no podía trabajar o pedir un crédito sin mi firma. La transforma­ción más colosal que he vivido yo en mi vida ha sido la de la mujer. Y el #metoo y el 8 de marzo han sido un formidable turbo para este proceso. Además, ha supuesto un cambio cualitativ­o: hasta ahora el viaje dependía de la condescend­encia de los hombres, que la mujer avanzara dependía de lo que los hombres le dejaran, mientras que ahora los avances se sucederán a golpe de las decisiones de las mujeres. Aunque esto no significa que las cosas vayan a cambiar muy rápido y es importante que las nuevas generacion­es sean consciente­s del camino recorrido, que no olviden de dónde veníamos. ESQ: ¿ Y cuál es tu posición frente a la maternidad subrogada? IG: Pues no lo tengo claro. Ahora, cuando se plantea un tema, a los 16 segundos hay que colocarse en una posición, hay que tener opinión. Yo siempre he necesitado tener bastante informació­n para tener opinión, mientras que he tenido colegas que no han necesitado tanta, incluso ninguna informació­n, para tener opinión. Y hay cosas que son dignas de ser debatidas, que hay que pensarlas mucho. No es de recibo que aparezca una técnica genética muy compleja y que tengamos que posicionar­nos en una mañana. Vamos a tener que irnos acostumbra­ndo a entender que la naturaleza de los retos que se avecinan no da cabida a respuestas frívolas. Me da miedo que nos vayamos a enfrentar a los debates de calado que se avecinan con esa mentalidad, siempre en la disyuntiva del sí o el no, cuando se trata de temas que requieren de una capacidad de análisis mucho mayor. ESQ: El 23F, la guerra de Irak, el 11 de septiembre, el 11 de marzo... ¿Qué hito vivido te marcó más? IG: Los que yo viví con mayor intensidad porque fueron días diferentes a cualquier día de mi vida, el 23F y el 11M. El 23F, por razones obvias, porque estaba en un punto neurálgico en un momento clave [era el director de informativ­os de TVE cuando los golpistas decidieron asaltarla]. Y el 11M porque estaba ante un micrófono cuando se produjo aque- lla locura de un muerto, no 10, no 20, no 50, no 100... ESQ: ¿Cómo ves tu tierra, el País Vasco, después de la disolución de ETA? IG: El drama que se vivió allí tocaba todos los niveles, así que había una necesidad enorme de empezar lo antes posible el proceso de cicatrizac­ión. Hay quien dice que ha sido demasiado rápido para ser real, pero sí lo es. Se ha llegado a la coexistenc­ia pacífica, pero para pasar al siguiente grado con un proyecto compartido se necesita mucho más tiempo. Es una sociedad muy herida que no está para sufrir disyuntiva­s muy grandes. Hay una explosión de ganas de vivir, de sensualida­d con la explosión del turismo, de vanguardia­s científica­s... Hay gente a quien le fastidia y cree que es imposible, que tiene algo de traición, pero en realidad es pura superviven­cia. ESQ: ¿Y qué hay de Cataluña? IG: Pues que no hay ni una sola posibilida­d de que se produzcan soluciones si no hay acercamien­tos, si no se debate sobre el tema. Lo primero que hace falta es que la sociedad catalana defina qué es lo que quiere y que el estado español defina su postura. Cataluña debe saber cuál es su pregunta como Cataluña y España cuál es su respuesta como España. Está todo a expensas de una lectura nueva y compartida. ESQ: Si partimos del título de tu programa, ¿qué te gustaría que pasara cuando tú ya no estés? IG: Me gustaría estar, sinceramen­te. Podría proyectar muchos deseos para la humanidad y le deseo a todo el mundo lo mejor, pero lo que más me gustaría es que Lola, mi mujer, estuviera bien. Esta es mi primera preocupaci­ón. ESQ: ¿Y no ejerces de abuelo Cebolleta con tus nietos? IG: No soy de contar cosas a mis nietos. En mi familia hemos tenido un pasado muy duro, así que hemos pasado las páginas del libro y no acostumbra­mos a leerlo juntos. Creo poco en los consejos y más en la trasmisión de tres o cuatro ideas. Mis hermanos y yo lo hemos hablado y tenemos conciencia de haber recibido tres o cuatro mensajes muy claros de nuestros padres respecto al trabajo y la familia, que en realidad no nos dijeron nunca. ¿Y sabes qué descubrí al ser abuelo? Que era la primera vez que me pasaba algo en mi rango vital que sucedía sin que yo hubiera hecho nada. Para todo lo otro que soy he tenido que hacer algo y en este caso no.

“EN MI FAMILIA HEMOS TENIDO UN PASADO MUY DURO, ASÍ QUE HEMOS OBVIADO LAS PÁGINAS DEL LIBRO Y NO LO LEEMOS JUNTOS”

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