ARTESANOS DEL TIEMPO
HASTA 180 OFICIOS DIFERENTES FORMAN PARTE DEL PROCESO DE FABRICACIÓN DE LOS MODELOS DE JAEGER LECOULTRE EN UN EJERCICIO ARTÍSTICO QUE AÚNA VANGUARDIA Y TRADICIÓN RELOJERA
En el valle del Joux suizo, los idílicos paisajes comparten espacio, en un ejercicio de simbiosis, con las manufacturas de las grandes firmas de alta relojería. Desde 1833, Jaeger Lecoultre tiene su sede en Le Sentier y bajo el techo de la grand maison se fabrican relojes en cuyo proceso pueden intervenir hasta 180 oficios diferentes. Grabadores, engastadores, esmaltadores, esqueletadores, achaflanadores, etc., vuelcan su arte y destreza convirtiendo en pieza única cada reloj. Pletinas y puentes (el chasis donde se ubica el movimiento) son cepillados y limados a mano de forma minuciosa, casi íntima, para limpiarlos de relieves e impurezas. Las labores de empedrado –incrustación de rubíes en la pletina– exige una precisión exagerada, no menos que el esqueletado del movimiento, que consiste en eliminar materia de la pletina y de los puentes en un verdadero trabajo de orfebrería en metal que hace que ‘descubramos’, a través del cristal el movimiento como un lujoso bordado calado. El Atelier des Metiers Rares es un espacio dedicado a los oficios de ornamentación (esmaltado, grabado, engastado y guillocheado). En él las maestras esmaltadoras trabajan la técnica grand feu, en la que la esfera recibe entre seis y ocho capas de esmalte y pasa entre 17 y 22 veces por un horno a 800 ºc. Por otro lado, el engastador coloca uno a uno los diamantes, pegados de forma prodigiosa, jugando con el diámetro de las piedras que cubrirán completamente la superficie del reloj. Pura artesanía.