Esquire (Spain)

El heredero

EN POCAS PALABRAS

- BELÉN ESTER TEXTO AMAR DAVED FOTOGRAFÍA ÁLVARO DE JUAN ESTILISMO

¿Se puede hacer de malo malísimo teniendo cara de niño que no ha roto un plato en su vida? Sin duda, si eres Bill Skarsgård.

Quedamos con el sueco de cara aniñada que se esconde tras el mutante que vomita ácido en ‘ Deadpool’ y del inquietant­e payaso de ‘ It’

Tres meses después de que naciera Bill Skarsgård a unos kilómetros de Estocolmo, se estrenaba la serie It, una de las más aterradora­s historias creadas por Stephen King. Era 1990 y el mundo ya había temblado con las versiones cinematogr­áfcas de Carrie, El resplandor y Los chicos del maíz, por lo que la historia del payaso bailarín se esperaba con gran interés. Y en esa época, precisamen­te, el actor sueco Stellan Skarsgård, que ya contaba con un Oso de Plata en su haber, empezaba a darse a conocer más allá de la fría Suecia gracias a películas como La caza del Octubre Rojo, de John Mctiernan, o Rompiendo las olas, de Lars von Trier. Bill era su cuarto hijo y los dos mayores también iban para actores. Así que el recién nacido parecía unirse a un doble destino: el de Pennywise y el de una familia como la de los Barrymore, pero en versión sueca.

DE CASTA LE VIENE AL GALGO

“Mi padre nunca nos presionó ni animó para que nos dedicásemo­s a lo mismo que él. Tengo tres hermanos actores y cada uno nos hemos dedicado a esto por razones diferentes”, explica el intérprete a Esquire. “Yo lo decidí en la adolescenc­ia y, por supuesto, mi padre me ayudó mucho”. ¿Y quiénes son estos actores? El mayor, Alexander Skarsgård (1976) es conocido por su papel de violento marido de Nicole Kidman en Big Little Lies, papel por el que ganó el Globo de Oro y el Emmy el año pasado. El siguiente es Gustaf Skarsgård (1980), el inquietant­e Floki de Vikingos, constructo­r de barcos, descubrido­r de Islandia y leal seguidor de Ragnar Lothbrok. Y su hermano pequeño, Valter Skarsgård (1995), actor por ahora de cine sueco y, si no es políticame­nte incorrecto decirlo, con la típica cara guapa, pero de dar mucho miedito en una peli de Haneke por lo menos. Todos ellos, hijos de Stellan, profesor Lambeau en El indomable Will Hunting, de Gus Van Sant; Goya en Los fantasmas de Goya, de Milos Forman; el asquerosit­o Bootstrap Bill de Piratas en el Caribe: en el fin del mundo, de Gore Verbinski; el no menos asquerosit­o Seligman de Nymphomani­ac, de Lars von Trier, y el adorable y superhippy Bill de Mamma Mia. Todos juntos, tan rubios, tan

“Ha sido un lujo poder interpreta­r a un hombre tan apasionant­e como Felipe II”

guapos, tan antiséptic­os, harían una buena peli de vikingos, o de guiris en Mallorca, o de terror del chungo... Seguro que esta conversaci­ón ha salido alrededor de la mesa algún domingo que otro rodeados de unas suculentas albóndigas suecas con nombre de mueble de Ikea.

No se prodiga mucho Skarsgård en su conversaci­ón. Si puede usar tres palabras en lugar de cuatro lo hace. El tiempo pasa despacio y el cuestionar­io se agota cuando las respuestas a veces se limitan a poco más que síes y noes. Y mis preguntas, negro sobre blanco, son bastante más extensas que sus respuestas. Así que empezamos por preguntarl­e por la familia.

ESQUIRE: ¿ Le gustaría compartir proyecto con su padre y sus hermanos? BILL SKARSGÅRD: Claro que me encantaría trabajar con ellos. Tendríamos que hacerlo algún día. ESQ: Le hemos visto haciendo terror en It, animación en Muumien Taikatalvi, ciencia fcción en Divergente: leal o cine de época en Anna Karenina. ¿ Hay algún género que no haya tocado que le apetezca, como la comedia o el romance? BS: No especialme­nte. Hay películas y proyectos, no géneros. ESQ: Como espectador, ¿tiene algún director favorito, alguien que le haya inspirado? BS: No especialme­nte. Veo cine muy diverso. ESQ: ¿Y volvería a repetir en el cine de superhéroe­s, vista su experienci­a en Deadpool 2? BS: Sí, ¿por qué no? ESQ: ¿Y cómo fue la experienci­a de dar vida al turbador payaso Penywise en It? BS: Fue mi primera vez dentro de un personaje que necesitara tanto maquillaje y reconozco que fue muy divertido ver esa transforma­ción de uno mismo. No me puedo imaginar cómo habría sido mi elaboració­n del personaje sin ella. ESQ: Señor Skarsgård, son muchos los fans de la saga. Vamos a darles el gusto de contarles algo de la segunda entrega de la peli que no se sepa todavía... [Se lo pido de forma distendida, como de súplica amable, pidiéndole un guiño, un chascarril­lo. Pero ni por esas...] BS: No me dejan decir mucho, la verdad... Pero... Va a haber más Pennywise, eso sí. [Gracias, hombre].

Es parco, pero amable. Destila, sin duda, educación. Tal vez distante, algo altiva, pero candorosa. Afncado entre Estocolmo y EEUU, su vida es un ir y venir de rodaje en rodaje, lo que le tiene un poco apartado de la farándula y el postureo. Si pudiéramos rascar un poco más de sí mismo diríamos que es una persona que no quiere destacar en exceso. Sin embargo, no para de trabajar, y en los próximos años volveremos a verle en la nueva superentre­ga de Divergente y en el proyecto independie­nte de Dan Berk y Robert Olsen, Villains. Sin olvidarnos de su papel de Felipe II en la cinta Emperor, en la que compartió papel con Adrien Brody, Paz Vega y Oliver Platt, entre otros. “Hubo algún problema con la financiaci­ón y no ha podido estrenarse todavía, pero fue un lujo poder interpreta­r a un hombre tan apasionant­e como Felipe II”, dice. De soslayo nos cuenta que conoce Madrid y Barcelona y que aprendió español en el colegio, aunque no le sacamos una palabra... tampoco en español.

SERIES SÍ, GRACIAS

Pasamos del cine a la televisión, pero no para hablar del It de 1990, sino de Castle Rock, incursión de terror en la pequeña pantalla, de nuevo con el ideario de Stephen King como telón de fondo y con J. J. Abrams como productor. “Creo que el momento por el que pasa la industria es impresiona­nte. Aunque lo bueno de las miniseries como Castle Rock, por ejemplo, que es impresiona­nte, es que te permiten trabajar de doce a catorce horas en un personaje y no solo durante dos. Son historias más largas, casi sin límites, y me encanta formar parte de esta nueva forma de narrar”. Habla con tanto entusiasmo de ella que entran ganas de ponerla en Movistar para verla enseguida. A pesar de las críticas que se han vertido.

Se despide de Esquire mientras continúa su jadeante paseo, segurament­e inmerso en un bosque boreal de coníferas con pinos y abetos que lleven por nombre palabras tales como Kivik, Fjelsse o Micke, para perpetuar el cliché. O tal vez sea al revés, tal vez un guapo y joven escandinav­o haciendo de aterrador payaso infantil al otro lado del mundo y volviendo a viralizar una historia que parecía anticuada. Y que sea mucho más universal que las estantería­s Billy, que ya es decir.

“No hay diferencia­s entre el cine o la televisión. Si el proyecto es bueno lo aceptaré sea cuál sea formato”

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