Esquire (Spain)

ARQUITECTU­RA BRUTAL

- POR CARLOS SÁNCHEZ REY

Escribo no como el arquitecto que no soy sino como un paseante que se queda sorprendid­o ante unos edificios de materia bien pensada y trabajada con soltura. El brutalismo es una de las corrientes arquitectó­nicas más reconocibl­es del mundo. Esta singularid­ad, como sus estructura­s, no deja a nadie indiferent­e y es odiada y amada a partes iguales.

El nombre le viene del francés béton brut, que significa ‘hormigón crudo’, y era como Le Corbusier denominaba a su material favorito. Como este era el material principal con el que se construían los grandes edificios después de la Segunda Guerra Mundial, el crítico de arquitectu­ra Reyner Banham adaptó el concepto béton brut al inglés y acuñó el término brutalism en su ensayo The New Brutalism, Ethic or Aestethic? para referirse a todos los edificios que dentro del movimiento moderno se proyectaba­n con ausencia total de ornamento y el hormigón se presentaba desnudo en sus fachadas. El verdadero protagonis­ta era el material, y como el tamaño de los edificios solía ser de una escala enorme, hacía que grandes estructura­s como vigas o pilares cobraran mucho protagonis­mo en la percepción del edificio.

AMOR POR EL HORMIGÓN

De esta suma de conceptos nace la arquitectu­ra brutalista en torno a 1950, una manera perfecta de construir sedes corporativ­as enormes, centros comerciale­s, campus universita­rios o viviendas sociales.

Algunos de los primeros arquitecto­s que siguieron esta corriente, como Alison y Smithson, llegaron por la búsqueda de funcionali­dad en la construcci­ón, y se dedicaron por completo a edificios con absoluta ausencia de decoración. Además, el uso del hormigón les permitía ejecutar edificios de gran tamaño. La materia básica era barata y permitía por su moldeabili­dad rescatar ciertas formas expresioni­stas de la escultura abstracta. Esta sencillez en las formas desembocar­ía en otro movimiento bien conocido en nuestros días: el minimalism­o.

Gracias al uso del hormigón, fue uno de los primeros movimiento­s internacio­nales ‘globalizad­os’, lo que lo condu- jo hasta tierras tan lejanas como Costa de Marfil o Brasil, cuya tradición arquitectó­nica poco tenía que ver con lo construido hasta entonces.

LA HUELLA DE LA URSS

Donde sí se extendió como la pólvora fue en los países comunistas de la antigua URSS. Los teóricos del marxismo sabían que semejantes macroestru­cturas con sus formas magníficas lanzaban un mensaje de autoridad que facilitaba el sometimien­to de los ciudadanos a las estructura­s del poder. Los edificios, al ser obras enormes, tendían a crear comunidade­s aisladas unas de otras, por lo que favorecían los guetos y se granjearon una gran impopulari­dad entre los ciudadanos de a pie, proclives también a considerar­la como una arquitectu­ra tosca e inhóspita, cuando realmente es muy delicada y requiere de grandes conocimien­tos técnicos para su ejecución.

Para mí, estas esculturas habitables hacen lo tangible abstracto y lo rígido fluido, trabajando la forma y el vacío como si de BrâncuȘi o Moore se tratara, creando un estuche que enmarca de forma inmejorabl­e cualquier contenido decorativo. La superposic­ión que se puede percibir según los ángulos de los distintos planos establece una secuencia elocuente, seria y rigurosa, de una suntuosida­d atemporal, casi mística, que, aunque nos retrotrae a un estadio primitivo, es pura modernidad.

Es en este punto donde se adapta a los tiempos que corren, en esa búsqueda de la esencialid­ad, relegando lo superfluo a la inexistenc­ia y haciendo visi- bles todos los elementos que dan servicio, creando así un impacto visual de sinceridad insuperabl­e. Se convierte en sí mismo en una radiografí­a superpuest­a y nos muestra los distintos planos del edificio como si fueran un teatro de sombras chinescas.

El brutalismo es un arte porque es capaz de trabajar un material tan duro y frío para convertirl­o en un artificio delicado, sedoso, en un juego de luces y formas que subyacen en una linealidad a veces imposible.

El movimiento ha dejado una huella que todavía hoy podemos ver en arquitecto­s grandísimo­s como Tadao Ando, porque quizá se produce un paralelism­o entre su biografía (él es exboxeador) y lo que percibimos cuando estamos ante una de sus obras, como de brutalidad contenida, domeñada por la técnica y ejecutada de forma impecable, sublime, diría.

En España también tenemos buenas representa­ciones de este movimiento, como las Torres Blancas, de Sáenz de Oiza ( Madrid, 1973); la facultad de Ciencias de la Informació­n, de Laguna Martínez y Castañón Fariña (Madrid, 1971); la iglesia de Nuestra Señora del Rosario de Filipinas, de Sánchez-robles Tarín (Madrid, 1970); y en Barcelona, la casa de Ricardo Bofill, una antigua cementera (1975) y La Fábrica (1975).

Acercarse con otra perspectiv­a, a este movimiento que estrenó una nueva forma de pensar y de construir ayuda a mirar sin prejuicios estas moles de belleza condensada cuyo peso estético, funcional y social es indudable, y cuyos presupuest­os, tanto técnicos como conceptual­es, han servido para sustentar buena parte de la arquitectu­ra que hoy se ejecuta y se experiment­a en nuestro mundo globalizad­o.

 ??  ?? PABELLÓN DE LECTURA creado por Herzog & de Meuron en 2006 para el Parque de Arquitectu­ra (Jinhua, China), un recinto ideado por Ai Weiwei donde se levantan 17 edificios excepciona­les.
PABELLÓN DE LECTURA creado por Herzog & de Meuron en 2006 para el Parque de Arquitectu­ra (Jinhua, China), un recinto ideado por Ai Weiwei donde se levantan 17 edificios excepciona­les.
 ??  ?? EL 'WHO IS WHO' DEL MOVIMIENTO Editado por Phaidon, este gran libro documenta los edificios más emblemátic­os en 100 países.
EL 'WHO IS WHO' DEL MOVIMIENTO Editado por Phaidon, este gran libro documenta los edificios más emblemátic­os en 100 países.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain