Desenterradores
Gabriel Grub era un enterrador y sepulturero del camposanto —“un tipo malparado, intratable y arisco, un hombre taciturno y solitario”— según el Relato de Charles Dickens (1836). Pero estamos en tiempos ‘tanatoriales e incinerantes’. Y ‘el enterrador’ va quedando obsoleto. Actualmente asistimos a ‘absurdas reivindicaciones’ de discutibles y falsos derechos: de herencias, de nombre, de apellidos, de desmemoria histórica. Y surgen por doquier, ‘investigadores’, ‘adeenistas’, ‘desmemoriados rencorosos’, movidos, no tanto por la verdad histórica, sino por la ambición, la codicia, el dinero, el famoseo, la demagogia, el odio, el rencor o el resentimiento. Y dispuestos —sin ningún escrúpulo— a sacar de tumbas, sepulcros, criptas o basílicas a cualesquiera difuntos. Sean artistas, pintores, generales republicanos, milicianos, falangistas, curas o monjas. Es la figura del nuevo ‘desenterrador’. Y ahora, los novísimos: Pedro y Pablo. Grandes ‘desenterradores’. Trabajadores diligentes, serviciales, que atienden lo que les piden y exigen (urgente, necesario, indispensable, imprescindible). Que no tienen por qué preocuparse. Que para eso están ellos aquí. Los más diligentes y eficaces ‘desenterradores’: Pedro y Pablo. Y que, en cuanto pase el día de su santo y ¡ochenta y dos años! de aquel dichoso 18 de julio de 1936, antes del mes de agosto, se pondrán manos a la obra. Y sacarán de sus tumbas a Paco y a José Antonio. Gracias, ‘desenterradores’. Pero, por favor. Dejen descansar en paz a los muertos.