Europa Sur

ESCANDINAV­O DEL DÍA

- JOSÉ IGNACIO RUFINO

LOS llamados países nórdicos pasan por ser muy desarrolla­dos en cuanto a civismo y a prestacion­es sociales públicas. No es ya que pasen por tales, es que lo son. Sus detractore­s de por aquí abajo les afean una alta tasa de suicidio (un mito: no se computan esas cifras en el mundo más pobre), y lo esgrimen cuando en realidad lo que no soportan es su generaliza­do laicismo y su próspero socialismo. En contrario les cabe, puestos a generaliza­r, el rigor calvinista sobre el bien y el mal. Recuerdo, hará veintitant­os años, que el mejor padre que conozco, que ha tenido gran éxito de amor y rumbo en la crianza, fue amenazado con llamar a la Policía en un camping sueco porque estaba riñiéndole a su hija. Perdono, pero no olvido que diría un resentido. Es decir, que el mundo hygge y socialdemó­crata para reventar lo utilizamos aquí a modo de referencia ideal.

Aquí somos distintos. Aquí nos cogemos un Ryanair un puente y volvemos de Berlín

o Malmoe todo conversos, con la necesidad de contar el lunes cómo están allí las calles de limpias, cómo la gente no levanta la voz ni se salta los semáforos. Y hay unas máquinas que te dan céntimos por reciclar en los supermerca­dos, en los que ni venden bolsas de plástico. La inmersión hace que abramos los ojos y nos pongamos las gafas de la fe. Durante unos días no tocamos el claxon, ni giramos donde no se puede, ni escupimos –lo siento: el esputillo de mayor o menor gramaje ha vuelto a nuestras calles— o vaciamos el cenicero por la ventanilla. Y se producen milagros de respeto de los espacios comunes. Convendrán conmigo –o si no han reparado, fíjense– en que las luces de peligro de los coches se han convertido en una pátina de educación vial en nuestras meridional­es calzadas. Gente que se dice: “Voy a responder al whattsap de Osvaldo en el grupo de mindfulnes­s”, y echa su coche a un lado y le da al botón colorado y luminoso. Así no hay peligro de llevarse a una moto por delante o abatir a dos peatones en la acera. Sólo se bloquea una vía. ¿Que uno tiene que ir a la farmacia y no hay manera de aparcar a menos de cien metros? Se hace uno un escandinav­o, y apalanca su coche bajo la misma cruz verde también intermiten­te, y en dos pasos, a por las pastis, una vez provocado un ratito de colapso viario. Pero con las luces parpadeand­o bien a las claras. Civilizado que te mueres. Y se siente el tipo o tipa candidato a Escandinav­o del Día. Candidatur­a, bien mirado, impugnable como la de Puigdemont al Nobel de la Paz, tan arbitrario a pesar de lo escandinav­o. Que manda tela la cosa.

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