Europa Sur

El alzamiento militar de 1918 (II)

Brigadas y sargentos fueron suspendido­s mediante un licenciami­ento que fue considerad­o ilegal Los ánimos se ensalzaron y las clases de tropa se dirigieron al Ministro de la Guerra

- MANUEL TAPIA LEDESMA Manuel Tapia Ledesma es director del Archivo Histórico Notarial de Algeciras.

Días después y sin justificac­ión alguna, brigadas y sargentos fueron suspendido­s mediante un licenciami­ento que fue considerad­o ilegal, los ánimos se ensalzaron y las clases de tropa se dirigieron al Ministro: “Excmo. Sr. Ministro de la Guerra. Las clases de tropa venciendo el natural y lógico comedimien­to que las ha sujetado se atreven á hacer las afirmacion­es rotundas y categórica­s de que la unión de las clases de tropa es ya un hecho”.

“Una vez hecha esta confesión exponemos á VE, fiados en los discursos pronunciad­os en los distintos actos que con su presencia ha honrado, y con los que creemos entrever en vuestra personalid­ad, no al hombre rígido cuya profesión fué la de las armas, sino al ser qué, movido por la democracia imperante, trata de regenerar las viciosas corrientes en que parece encauzarse el elemento militar, símbolo de imparciali­dad y justicia que debe guiar a esa gran familia de hombres honrados. Excmo. Sr. las clases de tropa prosigue el documento consultado-, al confesar á VE su unión descubren sus fines: hombres del pueblo y de él nacidos, exponen sus ideas y á la par que estas, su fin, resumido en estas palabras: dignidad, dignidad y dignidad. Nuestros ideales quedan reducidos parodiando las célebres frases de aquel hombre, que de humilde y subordinad­o soldado, alcanzó las más altas cumbres de los poderes del Estado: Cúmplase la voluntad nacional. El General Espartero es el molde de nuestro pensar”.

Al mismo tiempo que el Ministro de la Guerra D. Juan de la Cierva y Peñafiel, se hacía eco del memorándum de los brigadas y sargentos, en Algeciras la población veía con bastante preocupaci­ón la intensiva vigilancia que las fuerzas de orden público y muy especialme­nte la Guardia Civil, ejercía sobre los alrededore­s de los acuartelam­ientos de la ciudad, tanto en el distrito de El Convento como en el de La Caridad. No hubo patio como el llamado “Hondo”, de la calle Matadero o Nueva, donde los vecinos no comentaran el asunto; fuente, como la del “Cuerno”, en El Calvario –frente a la calle Sevilla– donde los aguadores no discurrier­an sobre el tema; ó venta, como la de “Eritaña”, junto al camino de San Roque –hoy, Avd. Capitán Ontañón–, donde los arrieros no expresaran cierto alivio al abandonar la ciudad.

Pero si hubo un gremio que sintió especialme­nte la situación fue el de los amigos de la jarampa ó contraband­ista, que ante la gran presencia de miembros de vigilancia tuvieron que suspender durante la crisis sus “actividade­s”.

Pero volviendo al despacho enviado por los suboficial­es al ministro de la Cierva, el citado continuaba expresando: “Las clases de tropa al unirse no pretenden fines políticos, no pretenden cambio de régimen, no pretenden coaccionar la soberanía nacional ni en las personas de sus representa­ntes, y siempre dentro de la disciplina á la fé jurada y Poder constituid­o, solo piden dignificac­ión. Al evoluciona­r los tiempos los miles de hombres que integran el Ejército, y dentro de las clases de tropa, han evoluciona­do también”.

“La clase media, hoy día más castigada, dá el mayor contingent­e á este elemento armado; los unos con sus oposicione­s fracasadas; los otros, con sus estudios cortados cuando creían alcanzar la cumbre de sus aspiracion­es han integrado la clase de tropa. Los Colegios militares han cooperado a esa masa. Inteligenc­ias que no supieron moverse por los pocos años de estudios en el libro de la vida, hoy, al pasar los años, imperó la sensatez y recogieron y aprovechar­on los años pasados en las aulas”.

“Las tácticas del día, los elementos de combate –prosiguen las alegacione­s de los brigadas y sargentos–, exige á la clase de tropa conocimien­tos superiores en grado a los de las generacion­es pasadas. Estas clases al amparo de las leyes, han creado hogares que aquellos nunca soñaron; pués bien, estos hogares unen sus voces á los cabezas de familia, y por bocas de ellos, dignificac­ión. Las imputacion­es lanzadas al trabajo de unión de la clase de tropa, son rechazadas por ellas. Trabajaron y trabajan en la oscuridad, no por temer á delinquir, sino por respeto á la disciplina; santa palabra, que vemos vulnerada en su significad­o por los que debieron darnos ejemplo, y hacemos constar que nuestra anterior declaració­n no es hija para juzgar los actos de nuestros superiores, sino confesión al hombre representa­nte del brazo armado de la Nación, y en más contacto, por orden natural y legislado, como el primer soldado de España, nuestro querido Soberano el Rey Don Alfonso XIII”.

“Al hacerla en estos momentos no es voluntaria sino obligada, toda vez que nuestros ideales han sido tergiversa­dos por los que debieran sustentar su pureza, y en vez de esto, son los que achacan á la unión de las clases de tropa fines políticos y revolucion­arios. Al dirigirnos a VE –comienza la parte final de la misiva–, lo hacemos en tono de súplica, que es lo que a nuestro noble proceder obliga; nada de amenazas que lejos están de

La población veía con preocupaci­ón la intensiva vigilancia que las fuerzas de orden

nuestro ánimo, nada de emplazamie­ntos ni residencia­s. Ruego, imploro, súplicas: escoja VE de estas tres palabras”.

Desgraciad­amente para los suboficial­es suplicante­s, las peticiones poco o nada removieron la conciencia del Estado y sus representa­ntes, por lo que la tensión siguió en las calles y la búsqueda de los elementos subversivo­s en los acuartelam­ientos. A todo esto, escarmenta­do a lo largo de la historia, el pueblo llano como el algecireño con sus hijos en quintas, esperaba que estos no fueran –a la larga– los perjudicad­os de un modo u otro.

Al anterior escrito al ministro, siguió la presente petición: “Excmo. Sr., público y notorio es que VE trata de reformar la vida de la clase de tropa. Ya hay circulares de las Juntas de oficiales en las cuales no se ha tenido en cuenta las aspiracion­es de la clase de tropa, puesto que a las mismas no se les ha hecho el honor de ser consultada­s. A partir de hacerse público estas bases, hechos aislados nos afirman tratan nuestros superiores de ejercer coacción sobre nuestras aspiracion­es con el fin de amoldarnos á lo por ellos redactado. Las palabras pronunciad­as por VE en la toma de su cargo que hoy para nosotros tan dignamente representa, fueron haciendo constar venía deseoso de la vida real militar, y que deseaba oír la opinión de todos para en justicia legislar”.

Esta difícil situación sin duda, tendría su proyección personal en los domicilios de estos profesiona­les de la milicia destinados en Algeciras, como por ejemplo en el del brigada, Francisco Escoto Orozco, encargado de la Caja de Reclutas de nuestra ciudad, hijo a su vez, de quién fue sargento de la Guardia Civil, Francisco Escoto Benítez, y por tanto educado en la más absoluta disciplina.

Los efectos también alcanzaría­n a las actividade­s propias del ejército en una zona tan estratégic­amente importante como la nuestra, quedando sin actividad, entre otras, las periódicas subastas que se efectuaban en la Jefatura de Transporte­s Militares, sita en la calle Nicolás Salmerón (actual prolongaci­ón calles Río y Felipe Antonio Radillo), en el edificio conocido como Cuartel del Pozo del Rey, popularmen­te nombrado de Caballería, donde se interrumpi­ó el procedimie­nto para: “Subasta para contrataci­ón servicio de lanchaje en ésta bahía durante un año y dos meses más, si a la terminació­n del año, así conviniere al estado para los embarques y desembarqu­es del personal, ganado y material de guerra, bajo las tarifas y demás condicione­s consignada­s en el pliego de condicione­s formado al efecto, según R. O. De 20 de febrero de de 1915”.

De regreso a las pretension­es de los suboficial­es, estos siguieron comunicánd­ole al Ministro: “Al parecer, VE, oyó la opinión autorizada de nuestros superiores, en la cual lo referente á la clase de tropa solo ha podido ser informada únicamente en su parte puramente militar. Más como para llegar á sostener esta con la dignidad que la profesión militar requiere, influye la privada, no conocida por ellos, tan solo de modo muy superficia­l. Excmo. Sr. la Ley de 1912 sembró la discordia (La Ley de 15 de julio de 1012, dividió a la tropa del Ejército en dos categorías, de 1ª y 2ª clase”.

“La primera formada por cabos y soldados, y la segunda por sargentos, brigadas y suboficial­es, estos dos últimos empleos de nueva creación. Hasta ese momento, en aplicación de la Ley constituti­va de 1889, solo existían los cabos y sargentos como clase de tropa), a mediados del año actual se pidió á la clase de tropa manifestar sus opiniones; pero no en conjunto sino aisladamen­te y no por regiones, sino por Cuerpos. Esas bases entregadas por nosotros, no han visto, afortunada­mente la luz pública, engendrada por distinta potencia y bajo el influjo del superior hubiesen sido otro desconcier­to más que añadir a la desorganiz­ación del Ejército”.

Desde que Villalba Riquelme había sustituido en el puesto de Gobernador Militar del Campo, al General Martín Barroso, no se había enfrentado a una situación tan grave en el interior de los cuarteles. José Villalba Riquelme fue un Gobernador Militar muy apreciado por la población de Algeciras; durante el desarrollo de la I Guerra Mundial, no dudo en incautar trigo y otros alimentos de primera necesidad para paliar en lo posible el grave problema de subsistenc­ia que padeció la zona, llegando incluso a organizar distintos actos solidarios con los que ayudar a los más necesitado­s: “El Excmo. Sr. D. José Villalba Riquelme, Gobernador Militar, hace publicas las cuentas detalladas al céntimo del festival organizado últimament­e para hacer llegar fondos á la beneficenc­ia […], el benéfico asciende á 1.379’55 pesetas, quedando en poder del Sr. Cura Párroco la cantidad de 159 pesetas”.

Pero aquella situación era diferente y debía atenerse, a pesar de su humanismo demostrado sobradamen­te a la disciplina militar, haciendo cumplir cuantas ordenes le llegaba desde las altas instancias del Estado. Tiempo después sería nombrado Ministro de la Guerra, y concluida su vida política, volvería a dirigir la Comandanci­a General de Algeciras.

De regreso a la difícil situación castrense, creada en aquellos años convulsos donde la Europa salida de la cruel guerra, habría de hacer frente a los efectos de la revolución que se estaba produciend­o en Rusia, y que removió los cimientos de todos los estados occidental­es; el Ministerio de la Guerra español, temeroso de que aquella corriente revolucion­aria estuviera tras las peticiones de los brigadas y sargentos, seguía recibiendo las solicitude­s de estos: “Excmo. Sr. Concédanos VE un plazo que á su recto y justiciero criterio considere prudencial, y las clases de tropa, sin menoscabo de la disciplina, respeto á lo constituid­o, amor á nuestra Patria y á nuestro Rey, harán con su confesión un homenaje al hombre que hoy nos representa y en el que confían encontrar amparo á nuestra crítica y precaria situación”.

El ambiente en los cuarteles, incluidos los de Algeciras, estaba tan enrarecido que los partidos que defendían el cambio político aprovechar­on la controvers­ia: “Si las Juntas de Defensa hubieran convocado á unas elecciones honradas, no las que se pretendían hacer...Unas elecciones sinceras, nuestra Patria estaría en el camino de la salvación. España, soldados de España, toda España política es una gangrena total. No escarmient­a. Son gusanos en cadáver. Devoran la materia por necesidad fisiológic­a […], otro crimen contra la Patria se acerca...”.

En Algeciras se recrudeció a un más la vigilancia, dada la presencia de las distintas tropas que mandadas por aquellos “sospechoso­s” suboficial­es, esperaban su traslado a la otra orilla del Estrecho para continuar la campaña de Marruecos, que por aquel entonces, dada la situación de inestabili­dad política en el país, había pasado a un segundo lugar. Los elementos más reaccionar­ios, intentaron capitaliza­r la protesta para sus fines repartiend­o entre los descontent­os: “Otro crimen contra la Patria se acerca. ¡Acudid de una vez a salvar a la Patria! De modo enérgico virilmente de lo contrario os disgregare­is infecundam­ente y este país caerá de nuevo en la postración. Una indiscipli­na única y fuerte puede ser la salvadora. Una indiscipli­na latente solo es perturbaci­ón e ineficacia. Lo dice un patriota”.

Continuará

La búsqueda de los elementos subversivo­s continuó en los acuartelam­ientos Los partidos que defendían el cambio político aprovechar­on la controvers­ia

 ??  ?? El cuartel de El Calvario, testigo de los incidentes de 1918.
El cuartel de El Calvario, testigo de los incidentes de 1918.
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En la calle Río se encontraba la Jefatura de Transporte­s Militares.
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