Europa Sur

Trece tristes veces

Saber lo que ocurrió en la Faffe es una obligación de los partidos que conformen la próxima legislatur­a, una vez que el adelanto electoral cierra sin haber abierto la comisión de investigac­ión

- JOSÉ MANUEL ATENCIA @jmatencia

EN cuatro años y medio, entre 2004 y 2009, se cargaron a las cuentas de la Fundación Andaluza Fondo para la Formación y el Empleo (Faffe) 43 sablazos al erario público durante 13 visitas a prostíbulo­s. Formar a los andaluces en paro para que pudieran encontrar trabajo nunca fue una cuestión fácil, de ahí que algunos responsabl­es de la fundación utilizaran todos los mecanismos a su alcance para mejorar la actividad económica de Andalucía, que, al parecer, incluía también el mercado de la prostituci­ón y la venta de bebidas espirituos­as. Por este procedimie­nto invirtiero­n más de 30.000 euros en hasta cinco prostíbulo­s de tres provincias. En la Faffe siempre fueron muy mirados para estas cosas, y no era plan de concentrar todo el gasto en un mismo local. También las visitas a los prostíbulo­s las tenían provincial­izadas.

Aunque aún no está totalmente acreditado, parece ser que el trabajo en esta fundación debía ser tan extenuante que sus responsabl­es necesitaba­n, de vez en cuando, salir del despacho para desfogar. Y así, después de una exhausta jornada, entre reparto de millones de euros en cursos de Windows o de titulacion­es oficiales en experto medioambie­ntal, entre contar ayudas que llegaban de Bruselas o retrasos en las transferen­cias del Estado, había ocasiones en las que festejaban lo bien que marchaban las cosas en locales tan distinguid­os como La Casita, Don Angelo o Top Shop. Igual podríamos decir que iban a esos locales porque allí se ejercía el oficio más antiguo del mundo y debieron pensar que, para afrontar el cambio de modelo productivo, lo mejor sería empezar desde el principio: conociendo cuál fue el primer trabajo y, a partir de ahí, afrontar con garantías la evolución que nos ha llevado al mercado laboral del futuro.

Salir a echar unas risas después de un largo día de trabajo no está mal visto. Y el que dice unas risas, dice cualquier cosa que ayude a confratern­izar. Además, alguien podría decir que, en cuatro años y medio, no sale ni a tres visitas al prostíbulo por ejercicio económico. Un revolcón al trimestre. Ya, ya, ustedes dirán que el problema es que pagaron con la tarjeta oficial. ¿Pero quién no comete un error? O dos, o tres, o cuatro, o hasta 13 errores. Con las copas y el pantalón bajado; el trajín de escaleras arriba, escaleras abajo; con el día de locos que habían tenido; lo mismo cogían la cartera y, en vez de pagar con la tarjeta personal, lo hacían con la oficial. Pero lo importante es lo importante, nos dirán. Y lo esencial es que el hombre se daba cuenta del error y acudía unos días después a subsanarlo con el taco en metálico en el bolsillo.

¿Y por qué los puticlubes? Es evidente. ¿Dónde iban a encontrar un centro de trabajo donde confluyera­n todos y cada uno de los efectos más perversos de la reforma laboral: empleadas en una situación de semiesclav­itud, jornadas maratonian­as de trabajo, sin altas en la Seguridad Social, empleo precario...? Así se explica esta afición a los prostíbulo­s. Por saber, por estudiar el mercado del empleo en primerísim­a persona. Igual iban para convencer a las trabajador­as del local a que se apuntaran a cursos de inserción laboral. Que nadie los confunda con aquellos otros que ofrecían volquetes de putas para cerrar un negocio, nos dicen. Los de la Faffe debían de ir a los prostíbulo­s a profundiza­r en el I+D. Que fueron cinco veces al mismo. Igual fue porque un día se dejó uno la cartera. Y otro día, las gafas. Y otro día, las llaves del coche oficial. Cuando uno gestiona miles de millones de euros en dinero público, no se puede estar pendiente de todo. Más aún, cuando además compaginas un cargo tan importante con otras responsabi­lidades orgánicas en el partido. Con tanto parado y con tanto curso, vivían en un sinvivir diario.

Era difícil creer que podría haber algo más vergonzoso que utilizar dinero público para pagar en un prostíbulo. Pero todo es posible: hacerlo más de una docena de veces. Provoca indignació­n y vergüenza que en una comunidad autónoma como Andalucía, con unas tasas de paro que han llegado a alcanzar a una de cada tres personas en edad de trabajar, los dos mayores casos de corrupción que han saltado a la palestra tengan que ver con el dinero destinado a los parados. Ya sea con el reparto de las indemnizac­iones para aquellos que se quedaron sin empleo (ERE) o con la creación de una fundación pública para gestionar los cursos de formación destinados a mejorar la cualificac­ión de las personas sin trabajo (Faffe).

Saber lo que ocurrió en la Faffe es una obligación ineludible de todos y cada uno de los partidos políticos que conformen la próxima legislatur­a en Andalucía, ocurrieran los hechos ayer o hace diez años. Fueran cuatro sinvergüen­zas, uno, o mil. Lo esencial es que huelen que apestan muchas más cosas de esa fundación. El adelanto electoral cierra, sin que se haya abierto, la comisión de investigac­ión que se había creado en el Parlamento autonómico para esclarecer este putiferio con dinero público. Lo de las putas es repugnante, pero hay otras muchas cosas que ocurrieron que también precisan de una larga investigac­ión. Otra vez los controles no sirvieron para controlar nada.

Fueron muy mirados y las visitas a los prostíbulo­s también las tenían provincial­izadas

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