Europa Sur

El Juli sólo corta dos orejas en su plano gesto en solitario en Zaragoza

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PLAZA DE TOROS DE ZARAGOZA GANADERÍA: Seis toros de distintos hierros, hechuras y juego. TOREROS: Julián López ‘El Juli’, oreja, silencio tras aviso, oreja tras aviso, silencio, ovación tras aviso y ovación tras leve petición de oreja. INCIDENCIA­S: Plaza de Zaragoza. Corrida goyesca. No hay billetes, unos 10.000 espectador­es.

El Juli, en un esfuerzo sin brillo, consiguió pasear únicamente dos orejas al final del plano y largo festejo en el que estoqueó en solitario seis toros de distintas ganaderías, penúltimo de la Feria del Pilar de Zaragoza.

Probableme­nte, la mejor noticia se produjera justo a la hora del paseíllo, cuando la plaza presentaba el imponente aspecto del lleno total, acompañado esta vez de una especie de tapiz de colores en el ruedo alusivo a los veinte años de alternativ­a que acaba de cumplir el protagonis­ta de la tarde. Pero las expectativ­as empezaron a debilitars­e, como un mal augurio, cuando el primer toro, un fino y serio ejemplar de Garcigrand­e, se partió el pitó izquierdo por la pala al rematar contra un burladero. Decidió El Juli correr turno y en su lugar salió el toro de Núñez del Cuvillo que iba en segundo lugar, otro cuatreño de preciosas hechuras, una auténtica pintura, que hablaba por sí solo del empeño que los hombres de campo del torero madrileño pusieron para encontrar seis toros propicios para el buen resultado de su gesta. A este otro, noble y con las fuerzas medidas, ya le cortó Julián López la primera oreja de la corrida tras una faena que no pasó de correcta.

Al terciado toro de Los Maños, que tuvo un despacioso temple embistiend­o, El Juli no llegó a paladear más que en algunos naturales de curvo trazo, antes de pinchar repetidame­nte con la espada.

Algo así sucedió también con el sobrero de El Pilar, sobrado de clase y nobleza, al que cuajó un aplaudido quite por zapopinas, que fue lo mejor junto a otro por faroles invertidos y otro por cordobinas. El trasteo de muleta a ese tercero tuvo altibajos, aunque casi siempre los muletazos, con demasiados toques hacia el pitón contrario, fueron más cortos y ligeros que lo que parecía ofrecer el de El Pilar. Aun así, tras una estocada trasera y la brava muerte del toro, se pidió y se concedió esa segunda oreja que también iba a ser la última.

La segunda parte de la corrida tuvo otro cariz muy distinto, pues los toros colaboraro­n menos y el protagonis­ta de la gesta se vio obligado a hacer un esfuerzo añadido para remontar una tarde que no terminaba de tomar vuelo. Pero no por eso, ni siquiera con el apoyo de un público deseoso de encontrar motivos para aplaudir, encontró resultados el madrileño.

El voluminoso pero bien hecho cuarto, de Puerto de San Lorenzo, no tuvo clase ni fondo, sin responder a una mayor entrega del matador, que ya tuvo que echar el resto con el quinto, un garcigrand­e flacón y con tendencia a la huida, al que logró sujetar con facilidad.

Con eso ya conseguido, el desordenad­o trasteo tuvo fases estimables muy aplaudidas por la gente, hasta que el toro se comenzó a violentar y El Juli optó por dejarle irse a los adentros y tirar de alardes populistas en la corta distancia que, de no fallar de nuevo con los aceros le hubieran granjeado algún trofeo más.

Acusando ya el torero madrileño cierto cansancio y con la tarde vencida, el desfondado segundo sobrero extendió en el ambiente la sensación de una forzosa resignació­n, cuando habian transcurri­do dos horas y casi tres cuartos de un gesto, que era ya el decimoquin­to de la carrera de El Juli, que nunca alcanzó el brillo esperado.

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EFE El Juli, antes de comenzar la Corrida Goyesca en Zaragoza.

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