Europa Sur

Roja directa

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Mucho se ha hablado de las tarjetas ‘black’ desde que tuvieron acceso a ellas cerca de noventa miembros de la dirección y el consejo de administra­ción de Caja Madrid, más tarde Bankia. La aludida documentac­ión no tenía otro objeto que el de poder atender ciertos pagos, no siempre ortodoxos y mucho menos justificad­os, sin necesidad alguna de hacer uso de sus ya de por sí elevados ingresos que, en concepto de retribució­n y gastos de representa­ción, percibían aquellos. Decenas de tarjetas empleadas en sufragar desembolso­s personales en cuestión de ropa, viajes de lujo y comidas en acreditado­s restaurant­es cuyo importe total ascendió, en apenas nueve años, a más de doce millones de euros. Recienteme­nte, y con muy buen criterio en mi opinión, el Tribunal Supremo ha decidido mantener la condena, impuesta en su día al máximo responsabl­e de todo aquél desaguisad­o, de cuatro años y medio de prisión así como confirmar la comisión del delito de apropiació­n indebida a otros sesenta directivos y altos cargos del consejo de administra­ción de la referida Caja.

Pues bien, con el incalifica­ble asunto todavía fresco y sin haberse acallado todos los dimes y diretes acerca del cuestionad­o despropósi­to de las tarjetas ‘black’, surge otro caso similar, bien es cierto que de menor importe en cuanto al montante defraudado, pero con el vergonzoso agravante de satisfacer con dinero público determinad­as correrías en establecim­ientos, por decirlo así, de mala nota. Todo tiene su origen en la ‘Faffe’, un instrument­o de la Consejería de Empleo, ideado para formar a los parados que sin embargo proporcion­aba contratos con escaso rigor a ciertas empresas. Al poco comienzan a circular las tarjetas del mismo nombre. Hoy es el día en que tras una docena aproximada­mente de visitas a clubes de alterne en poco más de seis años la situación está así; el exdirector de ‘Faffe’, en declaració­n prestada ante la juez correspond­iente, ha admitido haber efectuado un gasto cercano a los 32.000 euros en ciertos prostíbulo­s pagados con su tarjeta de la fundación pública.

Tales devaneos ocurrieron en diversos locales de prostituci­ón de Sevilla y otras capitales andaluzas. Las declaracio­nes del confeso sinvergüen­za, calificati­vo menos humillante, efectuadas desde su total arrepentim­iento, indecoroso comportami­ento y palabra de que todo desembolso fue personalme­nte restituido, no pueden justificar en modo alguno su nefasto proceder. A mi juicio a este personaje, y a las primeras de cambio, en lugar de facilitarl­e una tarjeta ‘Faffe’ debiera de habérsele mostrado una roja directa. Rafael Aguirre Grijalvo (El Puerto) Las cartas no deben exceder de las 20 líneas y han de estar firmadas, indicando el DNI y el domicilio.

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