Europa Sur

Toreros distintos, despedida diferente

Padilla y Talavante, dos importante­s ausencias en la fiesta que escenifica­n distintas despedidas

- Javier López

El toreo se ha quedado sin dos de sus actores más importante­s, Padilla y Talavante, dos toreros distintos en conceptos, personalid­ades, maneras de desenvolve­rse en la esfera pública, tipo de seguidores, así como las propias despedidas que ambos protagoniz­aron el domingo en Zaragoza.

No tienen nada que ver el uno con el otro. Padilla es un hombre extravagan­te y comunicado­r, muy querido por el público más popular gracias a ese cariz mediático que posee, agigantado por la trágica y accidentad­a leyenda que le ha acompañado también durante su trayectori­a.

Y fiel a su estilo, su adiós no podía ser diferente. Anunciado a bombo y platillo en una rueda de prensa a principios de año, cada paseíllo que ha hecho este año ha llevado detrás ese componente nostálgico que él mismo ha sabido vender también en cada una

La estampa bulliciosa del jerezano a hombros contrasta con el adiós taciturno del extremeño

de las 50 plazas en la que ha podido ir despidiénd­ose, en tardes programada­s a modo de acontecimi­entos.

El último en Zaragoza, el mismo escenario en el que en 2011 perdió un ojo tras una gravísima cornada, y en el que Padilla ha querido retirarse a lo grande, primero gracias a las dos orejas que cortó, pero también por toda la parafernal­ia orquestada en torno a la efeméride.

El lleno de “no hay billetes” ya hablaba por sí solo, así como la presencia en la plaza de prácticame­nte toda su legión de partidario­s, a los que Padilla quiso correspond­er con una inusual rueda de prensa en el mismo ruedo y que el público pudo seguir difícilmen­te a través de la megafonía de la plaza.

En sus palabras no faltaron parabienes a la afición, a su gente, agradecimi­entos de todo tipo, en especial al toro, al que, reconoció, no guardar “ningún rencor” a pesar de la cornada de espejo que le acompañará toda su vida y visualizad­a a través del parche que luce en su ojo izquierdo.

“Esta plaza me vio caer un 7 de octubre de 2011, pero la Virgen del Pilar y Dios quisieron que pudiese revivir de nuevo. Nunca está nada perdido. El hombre, con esfuerzo, fe, tenacidad y voluntad lo puede conseguir todo. Hace siete años no pensaba que pudiera llegar a despedirme de esta manera. Gracias a todos, a mis compañeros, a las empresas, al toro y al público que tanto me ha dado”, declaraba.

Acto y seguido multitud de aficionado­s se arrojaron al ruedo para sacar a hombros al pirata en su última Puerta Grande en Europa. También compañeros de profesión como Ferrera, Manuel Escribano, Alberto Álvarez o Salvador Vega, sin olvidar al doctor García Perla o su inseparabl­e amigo Adolfo Suárez Illana.

La estampa de verle abandonar la plaza entre el griterío y el fervor de la gente nada tenía que ver con otra mucho más silenciosa, recatada, taciturna, pero tanto o más importante.

La de Talavante, que se marchaba a pie, y con la mente y el corazón llenos también de emociones, expresadas minutos después en un escueto anuncio en redes sociales: “Talavante se retira por tiempo indefinido”.

Siete palabras que en cuestión de segundos revolucion­aron el cotarro. Los aficionado­s no daban crédito. Se marchaba uno de los toreros más importante­s, la figura más ilusionant­e, un hombre llamado a tirar del carro en un momento en el que toreo necesita de revulsivos urgentes.

Talavante era, junto a Roca Rey y José Tomás, la esperanza de un sistema que le ha dado la espalda a pesar de haber sido el triunfador de San Isidro y después de ser también la única figura en aceptar la gesta de meter su nombre dos veces en el bombo de la Feria de Otoño, aunque luego las cosas no salieran como se esperaba.

La ruptura profesiona­l con la casa Matilla le ha hecho mella este 2018. Olvidado por las grandes ferias, muchos dicen que se va aburrido, decepciona­do al ver como los méritos en el ruedo ya no cuentan tanto como antes, que todo se mueve en los despachos, un tejemaneje que nada beneficia a una fiesta que tan descontent­a tiene a la afición. Sus lágrimas mientras recogía la ovación del respetable al finalizar la tarde hablaban por sí solas.

Y es que Talavante, hombre de pocas palabras y enemigo del ruido mediático, se marcha fiel a una personalid­ad inalterabl­e a pesar de sus cinco de Puertas Grandes de Madrid y una del Príncipe en Sevilla, un adiós mucho más preocupant­e y doloroso para el toreo, que pierde también este año a Alberto Aguilar, Juan Bautista, Ricardo Torres y los subalterno­s Julián Maestro y José María Tejero.

 ?? FIRMA FOTO ?? Juan José Padilla, aupado por su cuadrilla y entre toreros, camino de su última puerta grande en ruedos españoles, el domingo en la plaza de Zaragoza.
FIRMA FOTO Juan José Padilla, aupado por su cuadrilla y entre toreros, camino de su última puerta grande en ruedos españoles, el domingo en la plaza de Zaragoza.
 ?? EFE ?? Talavante, mirando al tendido el domingo en Zaragoza, poco antes de conocerse su determinac­ión de retirarse.
EFE Talavante, mirando al tendido el domingo en Zaragoza, poco antes de conocerse su determinac­ión de retirarse.

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