Europa Sur

Correa fortalece al campeón de invierno

Un gol del argentino abre el partido para el Atlético, que sentenció en un contragolp­e finalizado por Saúl

- Iñaki Dufour (Efe) MADRID

No fue titular Joao Félix ni marcó Luis Suárez, sino Ángel Correa, el más decisivo de todos en el duelo pendiente entre el Atlético de Madrid y el Sevilla, que otorgó al equipo rojiblanco el honor de ser campeón de invierno 25 años después y la confirmaci­ón de que ahora no hay más favorito que él a la Liga, rubricada por el 2-0 de Saúl Ñíguez en el tramo final.

Por su liderato y por su ventaja: cuatro puntos al Real Madrid, segundo; siete al Barcelona, tercero; o nueve al Villarreal, cuarto, con dos partidos menos disputados por el Atlético que todos ellos. Al Sevilla, su adversario de ayer, lo aleja a once, con el equipo madrileño con un duelo menos que él al borde del ecuador.

Ahí figura el Atlético como el mejor de todos, porque demuestra una pegada que no tenía en cursos cercanos, que quizá diferenció ayer el triunfo del empate contra el Sevilla, pero también por su ambición, por su regularida­d, por su equilibrio y porque lucen en su recorrido 12 victorias en las últimas 13 jornadas del torneo.

No iba el partido ni para uno lado ni para el otro. Nadie imponía su presión sobre la rival, con la transcende­ncia que tiene en los dos equipos. Ni nadie había atemorizad­o a los porteros salvo en un barullo más que otra cosa, en la fallida y cercana volea de

Rakitic nada más comenzar el choque, que atrapó con algún apuro Jan Oblak.

Y apareció Correa. No invitaba a casi nada el pase de Trippier, de vuelta a la acción mientras la Comisión de Apelación de la FIFA resuelve sí es proporcion­ada o no la sanción que le ha impuesto la Federación

inglesa. Salvo a Correa: controló con la derecha, giró y tiró con la zurda. Gol. Sorprendió a todos. A Bono, al Sevilla, a sus compañeros... No a él, que se inventó el gol de la nada, que desafía la lógica con naturalida­d y que también decide puntos.

Es un gol que tiene mérito y mucha dificultad. No entra dentro de los cánones más estéticos, siempre se siente que está dentro de lo circunstan­cial, porque hubo varias piernas ante la visión de Bono, porque pasó por debajo de unas de ellas, porque tuvo mucho de sorpresa y porque el balón entró raso, sin demasiada potencia, pero inalcanzab­le, ajustado, perfecto. No es casual. Exige destreza.

Y, en el minuto 17, en un partido de este tipo, es un tesoro para uno, el Atlético, y un golpetazo para otro, el Sevilla, que no tuvo tanto tino en el remate de Acuña poco después, pero sí Bono en su intervenci­ón posterior al remate de Luis Suárez. Su parada salvó el 2-0. Era el minuto 25. Fue la última ocasión de la primera parte.

No le permitió al Sevilla nada más el Atlético en ese periodo. El bloque andaluz lo empujó hacia su área por momentos, pero tanto le dio. No probó más a Oblak en todo el tránsito al descanso. Hasta ahí. Sí un minuto después de la reanudació­n, cuando En Nesyri calentó las manos del portero y avisó lo que se proponía su equipo.

Le faltó lo más importante: las oportunida­des. Cierto que jugó mucho más en el campo contrario que viceversa, que dirigió a su oponente hacia los alrededore­s de su propio área, que manejó la posesión, que lo intentó insistente hasta el final y que estrelló un remate en el poste, ya con todo resuelto.

Tan cierto como que sus ocasiones fueron contadas. O como la pegada que tiene el Atlético –Saúl anotó el 2-0 en el minuto 76, a pase de Marcos Llorente–. O como que hoy nadie es más favorito que él al éxito en la Liga.

Diego Simeone Entrenador del Atlético

Buscamos un partido en el que estar refugiados nos hacía sentir más compactos”

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JUANJO MARTÍN / EFE El defensa Stefan Savic disputa un balón aéreo con el argentino Lucas Ocampos.

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